Columna publicada en Clarin el 14 7 2022
Para disgusto de varios de los asistentes, un reconocido economista espetó: “están chocando la calesita”. Aludía -una década atrás- a las equívocas decisiones políticas y económicas con las que se iniciaban el segundo mandato de la Doctora Kirchner.
Mucho se ha escrito desde entonces sobre los maltrechos e imaginarios integrantes del carrusel: caballitos, elefantes y cochecitos.
Sin tocar lo estructural...
Es verdad que sería injusto adjudicar sólo a esa gestión las causas del parate en la generación de empleo productivo, del imparable descenso de la inversión, del agotamiento de los superávits fiscal y externo que fueron sostenes importantes de la recuperación entre 2003 y 2007. Pero no hay dudas que allí se abonó bastante el territorio.
El empleo siguió creciendo, pero entonces impulsado por el de carácter público y el denominado “de baja calidad” (autónomos o monotributistas). Ambas cosas continuaron de cierta manera luego de 2015. El empleo estatal atemperó su ritmo, pero siguió creciendo. El empleo privado registrado terminó de perder su magra energía y también se fue desbarrancando. Los no asalariados tomaron en cierto modo la delantera.
Pese a todo, la participación salarial en el Producto o en el Valor Agregado mantuvo niveles elevados (próximos al 50%). Parecía la panacea, concluyendo un ciclo (2012-2017) de buenas noticias.
Una vez más, la insostenibilidad por el lado externo y, especialmente, el del déficit fiscal terminó por derrumbar la ilusión apenas el sacudón financiero internacional de abril de 2018 puso todas las cartas sobre la mesa.
“El mejor equipo del mundo” no pudo, no supo o no quiso encontrar una mejor vía que salir del atolladero aferrándose al apoyo que rápidamente el FMI le otorgó como salvataje.
Sin embargo, políticamente la suerte parecía estar echada. La sociedad que creía entender lo absurdo del déficit originado en el congelamiento de tarifas (y dólar), no aceptó el camino propuesto para ir enfrentando tamaño desafío.
Tras los tumbos inmediatos, en poco tiempo se revirtió el ánimo social y político y reapareció bajo “nuevas” formas la opción del retorno a las propuestas que habían mostrado sus inconsistencias, aunque no habían llegado al límite de presentarse como una crisis profunda e inevitable hasta el recambio de 2015.
Y el recambio fue aparente...
Lo que sigue es más conocido o recordable. Frases y más frases llenaron el ambiente. “Sacaremos las Leliq para poner plata en los bolsillos de los jubilados. Crearemos un Consejo Económico-Social amplio que diseñe un horizonte y no se ocupe de la coyuntura. Crearemos una Comisión Nacional de Lucha contra la Pobreza. Recompondremos el aparato productivo. Iremos derrotando la inflación. Negociaremos de pie con los acreedores externos, sean los privados o el FMI. En fin, volveremos mejores”.
De golpe apareció la pandemia en el mundo. Nunca sabremos qué camino habría tomado el país sin tal calamidad internacional. Lo cierto es que muchas veces se plantearon acciones iniciales (cohesionar al país para defender la salud y la vida de la población con un necesario espíritu político amplio) y, casi de inmediato, se sucumbió a la tentación de combatir a todo aquél que sea o se pareciese a un “enemigo”.
Así transcurrió el conjunto de acciones dilatadas, confusas, no carentes de oscuridades que pueden superponerse con actos de corrupción a lo largo de estos dos años.
Como no podía dejar de ocurrir, luego de la enorme caída de la actividad económica y del empleo (en el segundo trimestre de 2020 se perdieron cuatro millones de puestos de trabajo y en el año el producto cayó un 10%), el 2021 mostró una importante recuperación en ambas variables.No así en materia de ingresos. Los correspondientes al promedio anual del empleo privado registrado en los años previos se mantuvieron en valores cercanos entre 2012 y 2018 inclusive.
Desde entonces las pérdidas acumuladas fueron: 2019: -8%, 2020 la pérdida se incrementó a -10.5% y en 2021 se continuó deteriorando hasta acumular un -12%. Que el proceso en Latinoamérica haya tenido características similares y que en la región también cueste encontrar la salida, no exime a la Argentina de sus propias dificultades, algunas autoinfligidas.
En nuestro caso, las disputas interminables en la cúpula se han llevado a otro ministro. ¿Será para volver a subir a la calesita?
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