TEMAS DE DEBATE
Salarios y distribución del ingreso
La evolución de los ingresos de los trabajadores formales ha mejorado en los últimos años, aunque a ritmo más pausado en 2007. Página/12 convocó a dos economistas especialistas en el mercado laboral para analizar las perspectivas de esa variable clave de la economía.
Por Javier Lindenboim *
La recuperación es lenta
Se ha reiterado a menudo que la cantidad de dinero recibida a fin de mes por el trabajador no tiene mucho sentido si no se la relaciona con el costo que tiene para él adquirir lo que necesita con su familia para sus gastos cotidianos. Esa es, nada menos, la diferencia entre lo que se denomina el salario nominal y el salario real. Para el cálculo de este último hace falta saber cuánto varió el primero y cuánto lo hicieron los precios de aquellos bienes o servicios que se compran.
Sabemos también que la pretensión de ocultar dicha variación de precios, concretada desafortunadamente por el Gobierno desde hace más de un año a través del falseamiento de los datos del índice de precios respectivo, no puede tapar la realidad que cotidianamente golpea en los bolsillos. Tanto es así que los acuerdos salariales firmados en los meses recientes no han utilizado como referente al maltratado IPC. Más aún, el número no es creído ni tenido en cuenta por las propias autoridades. Ello se refleja en el hecho de que no se haya argumentado a favor de un hecho que, de ser cierto, merecería el caluroso apoyo: los valores de incremento salarial equivalen a dos veces y media el del índice oficial, lo cual implicaría tal aumento de la capacidad de compra salarial que justificaría una gran campaña publicitaria. Pero tal hecho no se ha escuchado, lo que se explica por el sinsentido del número referencial.
Pese a todo esto puede ser más o menos perceptible. Hay otros elementos en cambio menos evidentes. Uno de ellos alude al significado económico, social y político de la diversa rapidez con que pueden cambiar los precios. Cuando se habla de “la torta” a repartir de lo que se trata es de dimensionar cuánto es capaz de producir un país en un plazo dado. Para eso imaginamos un enorme registro en el que se multiplican las cantidades elaboradas por los precios correspondientes. Todo esto, sumando todos los bienes finales (de consumo, de inversión o de exportación) se resume en el Producto.
Lo peculiar es que todo ese valor (una vez quitados los impuestos indirectos) es apropiado por el empleador y por el asalariado. De donde la disputa básica por la distribución del ingreso se dirime en ese marco. Y si los precios de los bienes y servicios aumentan más rápido que las remuneraciones de los trabajadores es probable que estos últimos sigan perdiendo su participación general.
En los años recientes dicha participación ha mostrado cierta recuperación desde las honduras evidenciadas en el marco de la crisis de 2001-2002 como consecuencia, principalmente, de la notable recuperación del número de puestos de trabajo creados (aunque ese ritmo declinó de manera preocupante en 2007, según los escasos y poco confiables datos disponibles). Además, la mejora del salario medio se ve restringida por la subsistencia de una enorme porción de asalariados precarios o desprotegidos. En resumen, los trabajadores mejoraron su “tajada” respecto de la crisis de fin de siglo pero aún no alcanzaron los valores registrados a principios de los años noventa, momento en el que nadie diría –razonablemente– que el sector del trabajo atravesaba su “mejor momento”.
Otro elemento poco visible refiere a la diferencia interna entre los empresarios. La contracara del cambio salarial es que los empresarios están en mejor situación que hace quince años. Ese conjunto es cualquier cosa menos homogéneo. Y ello importa no sólo por razones meramente cuantitativas, sino porque los tamaños suelen expresar ubicaciones funcionales y capacidad de incidencia netamente distintas.
Muy a menudo, los productores medianos y pequeños, sean de la ciudad o del campo, de la industria, el agro o los servicios suelen no percibir que los conflictos con sus trabajadores no necesariamente son los más amenazantes para sus emprendimientos.
* Director del Ceped-UBA. Investigador del Conicet.