jueves, 26 de noviembre de 2009

Conferencia en la Universidad de Entre Ríos, en la ciudad de Paraná



jueves, 26 de noviembre de 2009

El economísta Javier Lindenboim disertó en Paraná





El pasado viernes 20 del corriente en la Facultad de Ciencias Económicas disertó el Lic. Javier Lindenboim en relación a "La distribución del ingreso en Argentina. Luces y sombras hacia el Bicentenario"

La Conferencia se desarrolló en el marco de una absoluta cordialidad, con la participación de más de 70 asistentes.

Este evento fue organizado por la Federación Universitaria de Entre Rios y contó con el auspicio del Gobierno de Entre Rios y el Hotel Howard Johnson Mayorazgo.

En el acontecimiento también participaron demostrando una estrecha relación de trabajo el anfitrión Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas a través de su presidente Mariano Ramirez y el Centro de Estudiantes de Trabajo Social mediante su titular Oscar Bustamante, ya que la presencia fue motivo disparador de una de las cátedras de dicha Casa de Altos de Estudios.

Además, se hicieron cita el Secretario de la Producción de la Provincia de Entre Rios, Cr. Roberto Schunk, el electo diputado Raúl Barrandeguy y el ex Secretario General de ATE Edgardo Massarotti entre los más distinguidos.

En este marco desde la Federación Universitaria se cierra un año colmado de grandes personalidades como Mario Rapoport, Alejandro Rofman, Orlando Barone y Javier Lindemboim.


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domingo, 15 de noviembre de 2009

Reportaje de Alejandro Rebossio para LA NACION 15-11-2009

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El balance: cuánto les dolió la crisis a los argentinos

La economía mundial comienza a salir del pozo, pero la debacle provocó en la Argentina una caída de más de cuatro puntos del PBI, elevó el desempleo de menos de 8% a más de 10% y aumentó la cantidad de pobres más de 2%
Por   | LA NACION

Laura, una joven de 28 años de José C. Paz, en el corazón del conurbano, sufre porque una de sus dos hijas, de 12, la recrimina desde abajo de la frazada: "¿Para qué voy a estudiar si vos hiciste el secundario y andas mendigando en el tren?" Laura no mendiga. Desde hace un año, cuando cerró la empresa promotora de productos en la que trabajaba en Florida, vende golosinas en el San Martín, entre las estaciones San Miguel y Caseros. La recesión, que terminaría en la Argentina en este cuarto trimestre, le arrebató los 50 pesos diarios que ganaba en negro armando cartucheras con artículos de perfumería o remedios y la subió a los vagones para recolectar unos días 10 pesos y otros, 40.
A fines de septiembre, Estados Unidos anunció que terminó su recesión y anteayer lo hizo la zona euro, más allá de que algunos de sus miembros, como España, continúen en retroceso. Los economistas esperan que la Argentina también crezca después de cuatro trimestres de caída. Pero preguntarse cuánto les dolió la crisis a los argentinos no significa que el mundo no vuelva a tropezar pronto, como vaticinan diversos analistas, o que el padecimiento permanezca pese al repunte de la actividad.
El PBI argentino se expandió en 2008 un 3,7% y se contraerá un 4,5% en 2009, según la consultora de Orlando J. Ferreres. El crecimiento de 2008 resultó mayor que el de Estados Unidos (0,4%), la zona euro (0,7%), México (1,3%) o Chile (3,2%), pero menor que los de Brasil (5,1%), China (9%) y la India (6,1%). La caída de 2009 será menor que la de México (-7,3%, según la consultora Fimades) e igual que la de Paraguay, pero mayor que la de Brasil (-0,7%), Chile (-1,7%), la zona euro (-4,2%) y Estados Unidos (-2,7%). La crisis argentina no se compara con la de 2000/2002, cuando el PBI cayó 15 por ciento.
En los primeros nueve meses de 2009, el sector que más se contrajo fue el agro, 21%, como "consecuencia de las políticas para el sector de los últimos años y de la histórica sequía", según Ferreres. Su colega Miguel Bein coincidió en que el agro fue el sector que "lo pasó peor, independientemente de si tenía espaldas o no para aguantar", pero lo atribuyó también a motivos externos: "Los que plantaron soja compraron insumos a precios muy altos, y resulta que hubo un desplome de precios desde junio de 2008 y una sequía brutal".
La industria fue el segundo sector entre los más castigados, con una baja de un 9,6%, por las reducciones de las demanda interna y externa, según Ferreres. Bein dice que los sectores automotor, siderúrgico y de electrodomésticos figuran entre los que más sufrieron. El comercio cayó 9,4%; la construcción, 4,5%, y las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler, 2,4 por ciento.
De la baja de este rubro puede dar cuenta Luis Blasco, que da soporte informático. Hasta el año pasado ni notaba la crisis, pero en 2009 se le cayeron las siete empresas que tenían un abono mensual de mantenimiento. "Ahora me siguen llamando esos clientes, pero por hora, que es más caro. Lo que antes les costaba 36 pesos por hora, ahora les cuesta 80. Y mis ingresos se redujeron", cuenta Blasco.
"Normalmente yo ganaba 1000 dólares por mes. Con la crisis, bajé a 500, aunque en los últimos dos meses hubo un repunte", relata el técnico. Tuvo que deshacerse de sus ayudantes y apenas cubre sus gastos. "Todos los meses, en casa tengo 1600 pesos de impuestos y gastos. Cuando no llego a esa plata, pido fiado o postergo los pagos."
A Verónica D. la echaron de su trabajo. Llevaba dos años como productora televisiva. En julio, después de las elecciones, empezaron los retiros voluntarios. "Se enrareció el clima. Decían que necesitaban reducir 70 puestos. Cada mes, si pasabas del día 30, respirabas. Yo estaba en negro y me echaron en octubre de un día para el otro y por teléfono", relató Verónica, que, si bien tenía otros ingresos, debió hacer recortes: "Salí menos a comer y a pasear. Ahora, antes de hacer un gasto innecesario lo pienso dos veces".
La recuperación del empleo, a diferencia del PBI, tardará más, aquí y en todo el mundo. La desocupación, que en la Capital y el conurbano había descendido a 7,7% en 2008, se elevó a 10,5% en mayo, según SEL Consultores. Brasil, donde la caída económica se concentró en el último trimestre de 2008, pasó de un desempleo de 7,9% ese año a 7,5% en 2009, según Fimades. Chile se mantuvo en 7,5% y en China subió de 4,2 a 4,3%. Hubo fuertes saltos en la zona euro (de 7,6 a 9,7%), México (de 4 a 6,1%) y Estados Unidos (de 5,8 a 10,2%).

LOS MÁS VULNERABLES

"Los mayores perjudicados de esta crisis son los más de 200.000 argentinos que perdieron el empleo", observa Bein. "Además, son de los sectores más vulnerables, como los obreros de la construcción", agrega. La cantidad de empleados en este rubro cayó 11,8% en el tercer trimestre, según el Instituto de Estadística y Registro de la Construcción. El número de operarios de la industria retrocedió un 5,4 por ciento.
El deterioro laboral afectó a sectores que antes recurrían a la salud y la educación privadas, advirtió Rubén Lo Vuolo, investigador del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas. "También se han revertido las expectativas de la población. Hace dos o tres años se insistía con el círculo virtuoso de crecimiento, inversión y empleo, y eso reducía la conflictividad social", añade. La derrota electoral del ex presidente Néstor Kirchner el 28 de junio no estuvo ajena a la crisis.
"Ya en 2007 se habían detenido las recuperaciones del mercado de trabajo y de la capacidad de compra del salario. Con la crisis se resintieron las dos", lamentó Javier Lindenboim, del Grupo Fénix, de la Universidad de Buenos Aires. Los salarios a septiembre pasado aumentaron 16,3% interanual. Según Ferreres, la inflación le ganó al sueldo en 2008, pero no en 2009, cuando acabará en 14,5%. Claro que no a todos les aumentaron tanto.
"Los sueldos están bastante atrasados", se resignó una docente de la Universidad de Morón, que prefirió mantener el anonimato. Según el abogado laboralista Glauco Márquez, este año se dilató más la negociación salarial: "Había resistencia de los empresarios a aumentar y los sindicatos no veían que hubiese mucho para ganar. Pensaban en conservar los puestos".
Analistas críticos del Gobierno admiten que a la Argentina no le fue tan mal en términos de actividad y desempleo porque se apostó a una política fiscal contracíclica, pero también advierten que esa receta tuvo su costo en términos de inflación y pobreza. Otros países con caída del PBI este año no sufrieron tanta suba de precios: Brasil terminará con 4,2%, según Fimades; la zona euro, con 0,3%; México, con 4,3%, y Estados Unidos, con 1,6%, mientras que Chile sufrió una deflación de 0,5 por ciento.
Adela Cassone, una ama de casa de Tucumán, anota en cuadernos los gastos mensuales de supermercado y nota que cada mes suben 2 o 3%. "Hubo aumentos en lácteos, embutidos y en todo lo que tiene harina. Antes la gente podía comprar latas de atún o paté: ahora es un lujo", cuenta Cassone.
De lujos no sabe nada Laura, que en José C. Paz vive en Sol y Verde, un barrio de calles de tierra y casas de madera. "A gatas me alcanza para comer. Pido en una panadería o me ayudan en el comedor con la leche o el azúcar", cuenta. El comedor al que se refiere es Sol Naciente, organizado por los vecinos y que da de comer a 170 chicos. Laura, al igual que sus vecinos, ya pasó una noche en vela haciendo cola para recibir la nueva asignación por hijo. "Voy a dejar de recibir los 225 pesos del Plan Familias y voy a recibir 360, aunque me dijeron que me descontarán 60 pesos."
"Hay un total empeoramiento de la situación", advierte Beatriz, coordinadora de Sol Naciente.
"La cantidad de gente que subía al tren cartonero había bajado, pero en los últimos tiempos volvió a ser una multitud", describe Tabaré, que dirige un grupo de adolescentes que dejaron la escuela. A las 14, el tren para a metros de la estación Sol y Verde. Unos 25 o 40 carros se apostan junto a la vía, a pocos metros de donde se vende paco.

"FUE UNA CRISIS CON PLATA"

Unos 3,6 millones de habitantes del Gran Buenos Aires son pobres, según SEL Consultores, 2,6% más que un año atrás. El índice de pobreza alcanza a 36,8%, lejos del 54% de 2002, pero también de aquel 27% de 2006. "Los niveles de pobreza se estancaron en 2008 y posiblemente hayan subido algo en 2009", observó Leonardo Gasparini, investigador de la Universidad de La Plata.
Pese a todo, el consumo masivo de alimentos crecerá este año entre 1,3 y 1,5%, según la consultora CCR, y el mercado automotor caerá 20%, a 500.000 unidades, con lo que será el tercer año entre los mejores de la historia.
"La crisis de 2009 fue una crisis con plata", explica Guillermo Oliveto, de CCR. "Las diferencias entre 2002 y 2009 son enormes. No es lo mismo venir de tres años de recesión que de seis años de crecimiento. No es lo mismo estar en 25 puntos de desempleo que en ocho. No es lo mismo una devaluación de uno a cuatro pesos por dólar luego de diez de convertibilidad que un movimiento del dólar moderado y tolerable", razonó.
Muchos analistas creen que 2010 será mejor, pero también coinciden en que llevará un tiempo para que se borren las huellas de la crisis.

16 
POR CIENTO

  • Fue el aumento salarial promedio de los últimos 12 meses. Apenas supera al 14% de inflación que calculan las consultoras privadas.

RETROSPECTIVA

La crisis que está terminando no se puede comparar con la de 2002, cuando la pobreza alcanzó al 54 por ciento. .

martes, 11 de agosto de 2009

INDEC, pobreza, empleo y la comisión asesora de las Universidades

El reportaje realizado por Gerardo De Santis, de la Universidad de La Plata, debido a su extensión fue fraccionada para facilitar su manipulación.

PARTE 1

PARTE 11


PARTE 2


PARTE 3



PARTE 4

domingo, 26 de julio de 2009

La Asociación Latinoamericana de Población reprodujo el reportaje de MIRADAS AL SUR

http://www.alapop.org/2009/docs/apuntes/demografia_prensa2.pdf



Reportaje de Luján Scarpinelli y Javier Tavani para LA NACION 26-7-2009

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Efectos secundarios de la intervención

La investigación, sin datos oficiales

La manipulación del Indec empobreció el análisis de los investigadores y académicos para evaluar o proponer políticas sociales

Limiitación al mercado de créditos, destrucción de la confianza de inversores, indignación en la opinión pública, cuestionamientos de todo el arco político? Entre las consecuencias que acarrea la intervención del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) se inscribe otra igual o más preocupante: la restricción a la investigación para la evaluación y el desarrollo de nuevas políticas sociales.
Fundaciones, institutos e investigadores con distintas posturas ideológicas consultados por LA NACION advirtieron que la manipulación expansiva de índices ha empobrecido la base de buena parte de su trabajo, y ha reducido la materia prima para el análisis y la propuesta de soluciones.

jueves, 23 de julio de 2009

Opiniones sobre el INDEC y la convocatoria oficial


Publicado en Página 12, 23-7-009


Tres miradas: qué cambia en el Indec

Marina Dal Poggetto

“Hay que sincerar”

“Considero que los anuncios no implican grandes cambios, sino que es una simple modificación del organigrama. El anuncio de la comisión evaluatoria parece tener sólo efectos dilatorios en la necesidad de que el organismo recobre la credibilidad, porque las discusiones de las metodologías y la evaluación de la gestión, en caso de que se haga, va a tardar mucho tiempo. Tanto esto como el traspaso del Instituto a la órbita del ministro de Economía son efectos de maquillaje. Hay que esperar a ver si se deciden a sincerar los indicadores. Este mes, la inflación oficial coincidió con la privada, es la primera vez en mucho tiempo. En la medida en que esta tendencia se mantenga, se podrá descomprimir un poco la situación, pero fueron muchos meses con datos irritantes, sin ningún contacto con la realidad. El técnico designado –Norberto Itzcovich– es experimentado y se desempeña en el Indec hace muchos años, pero también participó activamente de la última gestión y eso no es una buena señal.”
* Estudio M. A. Bein.

Alejandro Rofman

“Paso fundamental”

“Se ha dado un paso fundamental que desde el Plan Fénix veníamos planteando hace tiempo. Es importante que el Indec sea comandado directamente por el ministro de Economía. Boudou organizará el funcionamiento interno en base a sus consideraciones y esta responsabilidad tendrá carácter formal. De todas formas, hay que ver cómo evoluciona el tema, ya que por ahora fueron solamente anuncios. El segundo avance también lo habíamos propuesto desde el Plan Fénix y es la evaluación del organismo por parte de una comisión externa conformada por universidades públicas. Estas instituciones tienen idóneos profesionales que podrán aportar al esclarecimiento de la situación. Espero que participe la UBA, donde hay centros de investigación muy prestigiosos como el Ceped. Un punto sobre el que todavía hay que avanzar y resulta de mucha importancia es la designación por concurso de los cargos en el organismo. Eso le quitaría todo tinte político, algo necesario para el tratamiento de las estadísticas.”
* Plan Fénix.

Javier Lindenboim

“Poco alentador”

“El principal mérito de los anuncios es el saludable reconocimiento de que en materia de estadísticas oficiales estamos necesitando hacer algo para sacarnos del atolladero. De allí en más, las magras e incompletas noticias no son alentadoras. No se trata sólo de la inexplicable revisión de una década. No se menciona –hasta ahora– ninguna de las distorsiones u omisiones que trascienden en mucho al índice de precios al consumidor. Tampoco se menciona la ausencia de difusión de las bases de datos de la EPH, carencia que se arrastra desde hace más de dos años. Ni sobre los inexplicables datos en materia de actividad económica. Al no haber tenido en cuenta que las estadísticas públicas configuran un sistema, luego se necesitó ‘toquetear’ crecientes áreas, generando inconsistencias puestas de manifiesto por los especialistas. Aún no se conocen ni los integrantes ni los cometidos de la sugerida comisión de especialistas y hay razones para dudar al menos de la efectividad de su actuación.”
* Director del Ceped.
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Reparto de la torta, INDEC y participación de las Universidades

Reportaje de Omar López Mate Amargo, Radio AM 970

lunes, 20 de julio de 2009

El trabajo y la distribución del ingreso en los años recientes Reportaje publicado en Página 12


Publicado en Página 12, el 20 de julio de 2009

“Hay que mejorar las condiciones entre el más débil y el más fuerte”

Es investigador principal del Conicet y profesor titular consulto de la Universidad de Buenos Aires. Javier Lindenboim explica los cambios en las relaciones de trabajo de los últimos años en perspectiva con lo ocurrido en las últimas décadas. La distribución del ingreso, el papel sindical y la renta empresaria.

 Por Natalia Aruguete y Walter Isaía
–¿Cómo analiza la situación actual de la fuerza de trabajo en la Argentina?
–En Argentina hay un rasgo interesante, al igual que en otros lugares del mundo donde se habló del fin del trabajo asalariado. Partiendo de esas afirmaciones, miremos algunos números. Tanto durante el censo del año 1947 –un punto de referencia relativamente comparable– como ahora, tres de cada cuatro integrantes de la población económicamente activa revistan como asalariados. Incluyendo todas nuestras décadas, donde muchas veces se afirmó que se había perdido el tamaño relativo de la fuerza laboral asalariada. Desde una mirada histórica, en la salida de la Segunda Guerra Mundial era más fuerte la proporción de los que se registraban como patrones respecto de los cuentapropistas; en los años ’60, eso se dio vuelta y pasó de trece a seis.
–Entonces, ¿por dónde han pasado los cambios en el mercado laboral?
–Lo que cambió en las últimas décadas es el tipo de trabajo asalariado. Lo que tendió a perderse con la ofensiva liberal de (Margaret) Thatcher, (Ronald) Reagan, la dictadura aquí, Pinochet en Chile... fue la pérdida de la estabilidad de derechos, de solidez en el vínculo laboral. Eso terminó siendo un factor extremadamente pernicioso, no sólo para la calidad formal del vínculo sino para su resultado: el salario.
–¿Cómo piensa la relación asalariados/autónomos después de la crisis de 2001, teniendo en cuenta que surgieron nuevas subjetividades en el sector?
–El proceso del que le hablé tuvo dos efectos: deteriorar la calidad del vínculo y la remuneración media del, por ahora, asalariado. Por otro lado, crecientes porciones que pudieron ser parte de la fuerza laboral en el pasado dejaran de tener cabida. ¿Cómo afirmo eso? La tasa de actividad viene creciendo hace más de 20 años. Si la tasa de actividad sigue creciendo y la tasa de asalariados sigue constante, ¿de qué estamos hablando?
–¿De qué?
–Me acuerdo de cuando era chico. Estaba por empezar la escuela cuando fueron las elecciones Perón-Quijano contra Tamborini-Mosca. Uno puede decir que en aquel momento la miseria era cotidiana. De aquello para acá es difícil decir cuándo se estuvo mejor y cuándo peor. Por muy mal que esté una sociedad, se sigue cierto proceso de mejoramiento relativo. Esto no sirve para caracterizar sociopolíticamente nada, pero uno no puede dejar de considerarlo. Hay algunos sectores que han quedado afuera. Es probable que hoy haya algún recorte de aislamiento de la población más claro, pero no estoy seguro de que ese corte sea de la intensidad con que a veces se postula. Ni creo que podamos mensurarlo con la permanencia con la que mucha literatura plantea.
–En su libro Trabajo, Ingresos y Políticas en Argentina, plantea que se dejó de analizar la distribución funcional del ingreso. Frente a esa falta de análisis, ¿cómo se puede pensar en políticas públicas que atiendan la evolución de las tasas de actividad y asalarización que mencionaba?
–En el capitalismo con mayor desarrollo relativo se supone que la tasa de asalarización difícilmente agote el 100 por ciento, porque hay un porcentaje de personas que deben ser identificadas como patrones y eso es variable en términos de cuentapropismo. En América latina, en el ámbito urbano, el cuentapropismo ha estado asociado con el sector informal. Nunca fue ése el caso de los cuentapropistas en Argentina –definida como una actividad refugio en el resto de América latina–, porque la estructura socio-económica-productiva nunca fue similar.
–¿En qué se diferenció Argentina respecto de América latina?
–Hemos tenido más parecido con Uruguay. No es casual que las centrales trabajadores de Argentina, Uruguay y Chile hayan sido las más recordadas. Incluso antes que la brasileña. Si uno recorre el resto de América latina, no encuentra antecedentes similares. Esto reflejó configuraciones sociales, económicas y políticas distintas. En Argentina, aun en los momentos donde el cuentapropismo pareció haber crecido del 15 al 20 por ciento, según los datos parciales de la encuesta de hogares que no incluye muchas cosas, nunca pudo adjudicársele el carácter de actividad de refugio. Eso no excluye que existan hoy en día pequeños bolsones en los que uno puede hacer esa calificación. Estoy tratando de imaginar cómo puedo caracterizar una fuerza laboral predominante.
–Con esa dificultad para caracterizar la fuerza de trabajo, ¿qué es posible hacer desde las políticas públicas para mejorar la calidad del vínculo laboral?
–Las políticas públicas pueden hacer cuestiones de dos o tres tipos. Una efectiva política fiscal con propósitos redistributivos, desde un punto de vista de equidad, ética social o el calificativo bondadoso que uno quiera. Este tipo de comportamiento tiene una natural y necesaria incidencia en la posibilidad o no de generar un proceso de crecimiento autónomo. En Argentina la producción dirigida al mercado interno ha sido –y seguirá siendo– importante, más allá de la soja, las vacas o el trigo. Y está bien preocuparse por el mercado interno, y mejorar no sólo el salario. El salario real compra cada vez menos en proporción, respecto de la torta total producida de bienes de consumo. Los ingresos de base salarial, que hace 25 años podían comprar un 60 por ciento de los bienes de consumo, con la crisis llegaron a consumir no más del 40 por ciento. En paralelo, la ganancia empresaria, que ha crecido, no se transformó en un creciente aumento de la tasa de inversión. Se pone el hito en el año 2001/2002, diciendo que caímos el 11 por ciento en la tasa de inversión y que ahora la duplicamos, pero durante los años ’90, esa cifra estuvo en el 18 por ciento.
–La rentabilidad empresaria dio un salto importante a partir de la devaluación. ¿Cómo analiza la evolución de la productividad laboral en este contexto?
–Los investigadores jóvenes que están con nosotros controlan el volumen de personas que trabajan por alguna medida de la cantidad de horas que trabajan. En los primeros años del ’90 aumentó la productividad y aumentó mucho en los primero años del 2000. Es cierto que en dos contextos distintos. En el primero se vinculó fundamentalmente a un abaratamiento fuerte de la adquisición de bienes de capital con la liberación de los aranceles para las maquinarias. Esto generó un cambio de precios relativos y se tornó atractiva la mecanización tecnológica, junto con una afectación de la protección salarial. Ese perjuicio sobre los trabajadores y abaratamiento de los bienes de capital fueron las dos pinzas que apretaban al sector del trabajo.
–¿Y a partir del 2002/2003 cómo se dio este proceso?
–La devaluación generó una vuelta a la oportunidad de vender al exterior y, recíprocamente, se encareció lo que venía fácil. Todo lo cual volvió a movilizar el sector productivo que no había sido destruido, porque los fabricantes no rompieron los telares en sus plantas, sino que los acomodaron como depósito para importación. Dejaron de importar, les sacaron el polvo a las máquinas, volvieron a contratar gente y a producir de vuelta.
–¿Y qué sucedió con la situación de los trabajadores?
–Sucede que la productividad que hubo en esos años (los años ’90), como la que hay actualmente, fue a parar al incremento de la ganancia empresaria y no al incremento del salario. A principios de los 2000 el salario aumentó, pero muchísimo menos que la productividad. Lo que pasó en este período, que lo hace parecer muy distinto, es que la naturaleza de esta recuperación económica basada en pequeña y mediana empresa implicó un ritmo de inserción laboral que hacía muchísimo que no se veía en la Argentina. Lo que mejoró es la cuantía de asalariados más que su ingreso medio. El aumento porcentual de asalariados tuvo un ritmo fuertísimo en el 2004, igualaba el aumento del producto, de siete u ocho puntos. En el peor momento de la convertibilidad, esa relación era del 0,25. Ahora estamos bajando fuertemente, acercándonos a esas dramáticas cifras.
–¿Cree que seguirá bajando?
–No puedo imaginar cuál va a hacer la dinámica porque estamos en un enredo absurdo.
–¿Por qué enredo?
–Cuando estamos en el aire y las mesas de comida están disponibles para todos, nadie se queja de la calidad de las bebidas. Cuando el baile comienza a ser restringido y hay que manotear y codear, entonces todos empiezan a efectivizar sus demandas. Legítimas o no, depende de la perspectiva de cada analista o sector social. La Unión Industrial puede decir: “Momentito, tenemos dificultades para meter bienes en el exterior, porque el tipo de cambio ahora se ha mantenido y los costos subieron”. Ni hablemos de los sectores agrarios, que tienen sus vueltas, pero los costos les subieron y los ingresos también subieron muchísimo. En un momento dado, con retenciones establecidas, se las elevaron y los costos internos siguieron subiendo (gracias a la gestión Moreno, que se ocupa de que no se note, pero no de que no haya aumento), empiezan a enturbiarse esas discusiones en donde ninguno termina diciendo la verdad. Los trabajadores tienen que inventar un índice porque tampoco creen en los números del Estado. Todo es extremadamente confuso para poder, dentro de ese enredo, imaginarnos cuál puede ser el sendero que continuemos. No se ha dicho qué país se quiere. El Gobierno no ha dicho si quiere una industria pesada grande, una agroindustria grande, si quiere que el país se centre en los servicios. Es un problema de Argentina, que la diferencia de Brasil.
–¿Cómo ve las políticas de empleo del Gobierno ante la crisis?
–Al mecanismo de mantener la ocupación otorgándoles ventajas a las empresas uno le dice “bienvenido”. Pero eso puede funcionar durante un corto tiempo. Además, si esas cosas se hacen de manera escasamente transparente, no es muy grande el entusiasmo que uno puede ponerle. Ahora se nos puede decir que no hay que decir por qué hay que darle la plata a Massuh, la historia argentina tiene demasiada oscuridad que justifica cosas perversas. Como dice la Presidenta, “a nosotros no nos disgusta que los empresarios ganen”. Si estamos en el capitalismo no podemos decir otra cosa, pero también queremos resguardar una distribución equitativa. La distribución equitativa mejoró respecto del 2002, estando en uno de los pozos más grandes de la historia argentina de los últimos cincuenta años. Si eso no lo decimos oficialmente no podemos elaborar ninguna estrategia, porque la trampa en la que nos pone Kirchner es que nos hace mirar de la nariz cinco centímetros para adelante o de la oreja cuatro centímetros para atrás. Nunca nos permiten ver el funcionamiento total.
–¿Usted cree que las políticas que se implementaron a partir de 2002/2003 implicaron un cambio o una continuidad respecto del modelo anterior?
–Nosotros en el libro damos elementos que ponen bastante en duda que haya un cambio. Es cierto que algunas cosas cambiaron: subieron las jubilaciones, subió el mínimo de convenio. ¿Pero... podrían no haberse hecho? Muchas de las medidas no las tomó Kirchner ni Lavagna, sino (el ex presidente Eduardo) Duhalde. En las condiciones perversas no queridas de ese enero de 2002, con la debilidad que tenía la Argentina, aceptó que con una devaluación del 40 por ciento tenía que dejar el tipo de cambio libre, que fue el apriete en la morsa que puso el Fondo Monetario. A mí me pusieron el cartel de defensor de la Resolución Nº 125 por mi respuesta crítica del 12 de marzo.
–¿Por qué?
–Porque en ese momento yo decía que me parecía muy bien que para el sector de los trabajadores del mercado interno, que tienen ingresos fijos, se fuera equilibrando para que no sufrieran los efectos del aumento de los mercados de los bienes primarios. También me parece perfecto que esa política se extienda a todos los sectores: el minero, el hidrocarburífero. Si un gobierno se plantea realmente una estrategia redistributiva no puede no tener estadísticas de la distribución funcional del ingreso. El Estado tiene muchas cosas para decir, entre ellas, tiene que disponer el escenario para que los actores interpreten la obra. Los acuerdos de precios terminaron siendo acuerdos contra el productor primario y no contra el formador de precios, que no son lo mismo.
–¿Cómo define el rol del sector sindical en este marco?
–Creo que en la Argentina, hace décadas que la estructura del sindicalismo está más puesta en el beneficio directo de quienes manejan la estructura que en el beneficio estratégico del sector del trabajo. En los ’90, la Confederación General del Trabajo (CGT) se dividió y hubo un grupo denominado Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) que expresaban algo diferente. Durante la presidencia de Kirchner, retornaran a la CGT y, luego, a la cúpula de la CGT, en una pelea de malos y peores. La estrategia para tener más caja de las obras sociales, implementada por un gremio como el de camioneros contra otros gremios, en principio mejora la calidad de algunos trabajadores, pero es claro que no es ese el propósito básico. Está ausente la estrategia de la estructura sindical respecto del achicamiento del trabajo en negro. Algo que, en cierto modo, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) compensó, ya que, al admitir a los trabajadores individualmente, la CTA da espacio a los trabajadores en negro. Está muy bien que se disputen nuevos acuerdos salariales, pero son sólo para los trabajadores protegidos. Es insuficiente la respuesta del diputado Héctor Recalde, según la cual los derechos son de todos los trabajadores, estén en blanco o no, pero cuando no están en blanco no se animan a ejercer esos derechos. La energía puesta en blanquear el trabajo de servicio domestico habría sido extremadamente útil que se hubiese puesto también en el mundo de la actividad productiva y de servicios. Ese mundo precario pertenece prioritariamente a empresas de tamaño pequeño y mediano, pero no quiere decir que en las grandes no haya trabajo en negro. Lo que se ha conseguido es que una parte del trabajo en negro se haya tornado en gris.
–¿Cree que el sector laboral está protegido actualmente?
–No. Según el Ministerio de Trabajo no es cierto que no haya bajado el universo absoluto de precarios. En su momento había bajado gracias a que los nuevos empleos de estos años fueron prioritariamente protegidos. Pero había también desprotegidos que se agregaban a los que ya estaban. Y como no había una campaña para transformar trabajo en negro en trabajo en blanco, había que esperar décadas para que los puestos de trabajo en negro fueran desapareciendo de muerte natural. Relacionar al Ministerio de Trabajo con la AFIP (cuando el tipo “bonachón” pone a los últimos empleados en blanco) está muy bien. Yo no critico lo que se hace bien, señalo lo que no se hace. Hay que mejorar las condiciones entre el más débil y el más fuerte, aunque en Argentina tenemos ejemplos perversos de que el más débil parece el más fuerte, a partir de la burocracia sindical. Hagamos un ejercicio: ¿cuál es el impacto de la participación del ingreso salarial en la renta nacional si se reduce el trabajo en negro? Porque una parte de la declinación violenta que hoy tenemos tiene que ver con el trabajo en negro, que es del 40 por ciento. Hay muchas cosas para hacer, lo que no hay es una respuesta mágica como apretar un botón y se resolvió el problema.
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domingo, 31 de mayo de 2009

A dónde fue a parar el crecimiento en la era K? Diario CRITICA

Entrevista del Diario Crítica a Javier Lindenboim y a Alejandro Barrios sobre la distribución del ingreso durante el kirchnerismo


El país / Edición Impresa
El país / Edición Impresa

polémica entre los economistas javier lindenboim y alejandro barrios sobre la distribución de la riqueza

¿Adónde fue a parar el crecimiento de la era K?

“La participación de los trabajadores en el ingreso era mejor durante el menemismo”, dispara Lindenboim, a lo que Barrios retruca: “La mejora bajo el kirchnerismo fue de 25por ciento”. ¿Quién tiene la razón? El debate quedó abierto.


Tomás Canosa

31.05.2009
Crítica de la Argentina juntó a dos especialistas para debatir sobre la distribución del ingreso. Por un lado, el reconocido investigador del Conicet y director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPED), Javier Lindenboim. También al presidente de la Comisión Nacional de Comercio Exterior y ex director del INDEC durante 2007, Alejandro Barrios. Desde posiciones antagónicas –Lindenboim critica la intervención del instituto que hace un par de años tuvo a Barrios como uno de sus protagonistas, mientras que este último defiende a ultranza la política oficial–, la polémica sirve para echar luz sobre uno de los caballitos de batalla de la administración kirchnerista: la aparente mejora de los trabajadores en el reparto de la torta. ¿Es así? La intervención del INDEC y la falta de datos oficiales impiden una respuesta indiscutible. Lindemboim y Barrios, entonces, polemizan sobre la cuestión.

–Hay informes de la UBA, de la UCA y de consultoras privadas que aseguran que desde 2006 la distribución del ingreso se estancó. ¿Cómo analizan la situación actual?

Alejandro Barrios (AB): –Hoy se discuten aumentos de salarios de entre 15 y 20 por ciento, que superan holgadamente al aumento de precios. No tengo por qué pensar que la recuperación del salario respecto del PBI se va a detener. Va a aumentar la participación del salario y los datos de 2008 dicen eso. Es obvio que la puja distributiva se va a saldar a favor de los trabajadores, como se ha venido haciendo, y el acto de la CGT del 1 de Mayo es una muestra de eso. La otra alternativa que hay es por la vía exportaciones, como quiere la oposición con el modelo agroexportador. Acá se están generando condiciones para que vuelva la distribución del 50 y 50 que hubo antes del 55, cuando los trabajadores recibían la mitad del ingreso y la otra mitad los capitalistas.

Javier Lindenboim (JL): –Sabemos que no sabemos nada desde hace dos años por falta de datos testigo. En este último período, desgraciadamente para el sector del trabajo, la tendencia de la recuperación de los trabajadores se ha quedado estancada. Seguramente en 2007 y 2008, si tenemos datos para verificarlo, se va a demostrar que la participación dejó de crecer y se estancó. Ésa es la verdad. El ritmo de aumento del empleo se achicó violentamente y hasta lo dice el INDEC. El Producto siguió creciendo mientras que el empleo no. Estamos en la lona. Entre 2003 y 2006 la distribución estuvo motorizada por el incremento de puestos de trabajo principalmente, pero en 2007 y 2008 no. Encima, nadie sensato puede creer que en los últimos dos años subió el salario real tomando mecánicamente el índice de precios del INDEC. En ese caso, los salarios reales promedio deberían haber crecido 18 por ciento.

–¿Cómo fue el reparto de la torta durante el mandato de Néstor Kirchner?


AB:
–Entre 2003 y 2007, la participación de la masa salarial, la suma de todos los salarios que les pagan a los trabajadores, creció 25 por ciento. Pasó del 34,3 al 42,9 por ciento. Los trabajadores se apropiaban antes del 34,3% de la torta y hasta 2007 del 42,9 por ciento. Este gobierno es una muestra de querer proteger el empleo local y genera un escenario para que se creen nuevos puestos y se cuiden los actuales. Se avanzó en la distribución porque se implementaron políticas públicas para eso. Nadie legitimó la puja distributiva como lo hizo este gobierno.

JL: –Barrios explica la mejora del sector medio en comparación con el de mayores ingresos. La porción que pierde el de arriba y gana el del medio también la pierde el grupo que está más abajo. Si un gobierno tiene en verdad la vocación de proteger a los sectores más desprotegidos no entiendo por qué se ocultan los datos, y por qué los resultados de la gestión empeoran al de abajo.

Nadie pone en discusión el incremento del empleo entre 2003 y 2006. Los trabajadores recibían el 28% tras el derrumbe de la convertibilidad y en 2006 mordían el 34% según trabajos que hicimos desde el CEPED. Que hubo una recuperación de la participación es innegable, pero miremos dónde estamos respecto de la historia. En el comienzo del menemismo había mayor participación que tuvo picos arriba del 40 y un piso del 35 por ciento, y nadie que haya leído mis cosas puede acusarme de defender al menemismo. Según un gráfico del economista Luis Beccaria estamos en niveles promedio con salarios reales similares a los de la década del 30.

AB: –Obviamente el impacto distributivo iba a estar más localizado en los sectores que reciben un ingreso salarial. Ahora, eso no significa que estemos peor que en los 90. Creo que esta situación va a ir cambiando en la Argentina porque la clase media está recuperando ingresos más allá de que cuestionemos metodologías o niveles. En los 90 estos sectores perdían siempre y ahora no pierden siempre. Es una situación evidente que la situación del campo popular mejoró. El mejor lector de la crisis 2001-2002 fue Néstor Kirchner, y él fue, junto a mucha gente del Gobierno, el que plantó la discusión de la puja distributiva.

–¿Cómo se desarrollará esa puja de ahora en más?

JL: –La cuestión central para hacer hincapié es si la manera de enfrentar las cuestiones distributivas se encara a partir de un horizonte de expectativas favorables, o si eso es sólo una expresión de deseos. En cualquier caso, es central saber que la pobreza no afecta ni al 15 ni al 20%, sino a más del 30% de la población. Sin embargo, yo no lo puedo mostrar porque no soy el INDEC.

AB: –Los datos de 2009 van a seguir mostrando que crece la participación de los trabajadores en la masa salarial. Los aumentos de sueldos del sector privado superan largamente la variación de precios, con lo cual no veo que esa tendencia se vaya a detener.

–¿El accionar del Gobierno por la mejora de la distribución se corresponde con su propio discurso?
JL: –El resultado de la situación es que la política no es popular, aunque se vista de popular, si no se pone sobre el tapete la discusión sobre la distribución. Se puede decir que se lucha contra las grandes empresas, pero son las grandes empresas las que se terminan beneficiando objetivamente. Hay análisis, objetivamente corroborables, como el de la CTA, que aseguran que la concentración se sigue agudizando.

AB: –Qué sé yo, eso lo dice Claudio Lozano.

JL: –Pero lo firma la CTA.

AB: –Parte de la CTA (risas). Este gobierno sí generó agenda pública sobre la distribución, y no está a la derecha, sino a la izquierda de la sociedad. En la actualidad no dice que se discutan menos salarios. Tengo la expectativa de que mis hijos trabajen en este país y en el otro modelo no tengo esa expectativa.

JL: –Como decía Perón, a lo mejor hay una tercera posición (risas).

–¿Cuál debería ser el principal instrumento para implementar?

AB: –Todos los que militamos en algún momento queremos gravar la renta financiera y que la estructura se parezca a la de los países europeos. Es un escenario que debe crearse porque en política las cosas no suceden como una situación académica. Hay que generar una masa crítica para que tenga un escenario viable políticamente.

JL:
–Hay cuestiones que si uno no las pone en el tapete, por las razones que fuera, sabotea a su propio pensamiento. No entiendo por qué en seis años de mayoría absoluta no se planteó una discusión de reforma impositiva profunda, que sea progresiva, integralmente convencida y que no esté centralmente concentrada en los impuestos indirectos, como son las retenciones. Kirchner habló sobre una reforma cuando asumió y se olvidó. Es un detalle importante que va al centro del debate sobre los que tienen el poder económico y los que no. Hay que discutir si el Estado se considera con derecho de apropiarse o no de la renta empresarial a partir del aumento de la productividad para después transferirla a los salarios. Esto no está en la agenda de la oposición ni tampoco del oficialismo. En el Gobierno me dijeron que era un problema porque el dilema de la productividad no le importaba a nadie, ni siquiera a la dirigencia sindical. Lo cual, de ser cierto, me parece terrible.

OPINIÓN

Yo coltal tolta
Alejandro Bercovich

Como en la mítica publicidad televisiva del perfume Pibe’s de los años 80, donde un infantil aspirante a karateca ensayaba una toma para dividir con la mano una torta de cumpleaños, la gestión Kirchner practicó una eficaz redistribución del ingreso “a lo bruto” en los años inmediatamente posteriores al estallido de 2001-2002. Forzó varias subas de sueldos por decreto cuando los trabajadores no tenían poder para arrancárselas a los empresarios, devolvió su rol a un salario mínimo, vital y móvil que había quedado de adorno y permitió que se jubilaran quienes no habían podido aportar en tiempos de crisis.

Aunque escasas, esas medidas compensaron parte del mazazo que habían sufrido los sectores más pobres durante la convertibilidad y su implosión. Lo que no suelen recordar los K es que al mismo tiempo, por el crecimiento inédito que experimentó la economía y el inmejorable contexto mundial, los más ricos inflaron sus billeteras como nunca. La suya se recordará como la era del cordero con malbec, de Mar de las Pampas, de los Mini Cooper, de las torres con pileta, de los barrios cerrados y de la expansión de Puerto Madero.

Para cortar bien una torta no alcanza con la mano invisible del mercado. Hace falta un cuchillo filoso o una espátula dura. Si el Estado no interviene a favor de los más débiles, el derrame no llega nunca. Por eso, hoy, el 10% más rico de la población gana 33,5 veces más que el 10% más pobre. Una brecha menor que la de 2003 pero idéntica a la de dos años y medio atrás, cuando la inflación le clavó los frenos a la redistribución. Un abismo mayor que el vigente durante toda la década del 90, con excepción de su pico hiperinflacionario inicial.

No es que los K estén “a la izquierda de la sociedad” –como dicen sus partidarios más posibilistas– y que hayan intentado subir las retenciones a la soja para hacer justicia distributiva. Lo intentaron para financiar los subsidios multimillonarios que entregan a los grupos económicos más concentrados del país. Y para cumplir puntualmente con los pagos de la deuda pública, que este año insumirán 12.200 millones de dólares y que finalmente cubrirán con plata de los futuros jubilados.

Pero, además de los instrumentos, para cortar una corta hace falta verla. Y la intervención del INDEC es como una venda sobre los ojos del país. Oculta que uno de cada tres argentinos es pobre, que hay más indigentes que en los 90 y que los salarios reales no paran de caer desde la última dictadura. Un enchastre, como el del niño karateca perfumado por Pibe’s.