El país / Edición Impresa
polémica entre los economistas javier lindenboim y alejandro barrios sobre la distribución de la riqueza
¿Adónde fue a parar el crecimiento de la era K?
“La participación de los trabajadores en el ingreso era mejor durante el menemismo”, dispara Lindenboim, a lo que Barrios retruca: “La mejora bajo el kirchnerismo fue de 25por ciento”. ¿Quién tiene la razón? El debate quedó abierto.
Tomás Canosa
31.05.2009
Crítica de la Argentina juntó a dos especialistas para debatir sobre la distribución del ingreso. Por un lado, el reconocido investigador del Conicet y director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPED), Javier Lindenboim. También al presidente de la Comisión Nacional de Comercio Exterior y ex director del INDEC durante 2007, Alejandro Barrios. Desde posiciones antagónicas –Lindenboim critica la intervención del instituto que hace un par de años tuvo a Barrios como uno de sus protagonistas, mientras que este último defiende a ultranza la política oficial–, la polémica sirve para echar luz sobre uno de los caballitos de batalla de la administración kirchnerista: la aparente mejora de los trabajadores en el reparto de la torta. ¿Es así? La intervención del INDEC y la falta de datos oficiales impiden una respuesta indiscutible. Lindemboim y Barrios, entonces, polemizan sobre la cuestión.
–Hay informes de la UBA, de la UCA y de consultoras privadas que aseguran que desde 2006 la distribución del ingreso se estancó. ¿Cómo analizan la situación actual?
Alejandro Barrios (AB): –Hoy se discuten aumentos de salarios de entre 15 y 20 por ciento, que superan holgadamente al aumento de precios. No tengo por qué pensar que la recuperación del salario respecto del PBI se va a detener. Va a aumentar la participación del salario y los datos de 2008 dicen eso. Es obvio que la puja distributiva se va a saldar a favor de los trabajadores, como se ha venido haciendo, y el acto de la CGT del 1 de Mayo es una muestra de eso. La otra alternativa que hay es por la vía exportaciones, como quiere la oposición con el modelo agroexportador. Acá se están generando condiciones para que vuelva la distribución del 50 y 50 que hubo antes del 55, cuando los trabajadores recibían la mitad del ingreso y la otra mitad los capitalistas.
Javier Lindenboim (JL): –Sabemos que no sabemos nada desde hace dos años por falta de datos testigo. En este último período, desgraciadamente para el sector del trabajo, la tendencia de la recuperación de los trabajadores se ha quedado estancada. Seguramente en 2007 y 2008, si tenemos datos para verificarlo, se va a demostrar que la participación dejó de crecer y se estancó. Ésa es la verdad. El ritmo de aumento del empleo se achicó violentamente y hasta lo dice el INDEC. El Producto siguió creciendo mientras que el empleo no. Estamos en la lona. Entre 2003 y 2006 la distribución estuvo motorizada por el incremento de puestos de trabajo principalmente, pero en 2007 y 2008 no. Encima, nadie sensato puede creer que en los últimos dos años subió el salario real tomando mecánicamente el índice de precios del INDEC. En ese caso, los salarios reales promedio deberían haber crecido 18 por ciento.
–¿Cómo fue el reparto de la torta durante el mandato de Néstor Kirchner?
AB: –Entre 2003 y 2007, la participación de la masa salarial, la suma de todos los salarios que les pagan a los trabajadores, creció 25 por ciento. Pasó del 34,3 al 42,9 por ciento. Los trabajadores se apropiaban antes del 34,3% de la torta y hasta 2007 del 42,9 por ciento. Este gobierno es una muestra de querer proteger el empleo local y genera un escenario para que se creen nuevos puestos y se cuiden los actuales. Se avanzó en la distribución porque se implementaron políticas públicas para eso. Nadie legitimó la puja distributiva como lo hizo este gobierno.
JL: –Barrios explica la mejora del sector medio en comparación con el de mayores ingresos. La porción que pierde el de arriba y gana el del medio también la pierde el grupo que está más abajo. Si un gobierno tiene en verdad la vocación de proteger a los sectores más desprotegidos no entiendo por qué se ocultan los datos, y por qué los resultados de la gestión empeoran al de abajo.
Nadie pone en discusión el incremento del empleo entre 2003 y 2006. Los trabajadores recibían el 28% tras el derrumbe de la convertibilidad y en 2006 mordían el 34% según trabajos que hicimos desde el CEPED. Que hubo una recuperación de la participación es innegable, pero miremos dónde estamos respecto de la historia. En el comienzo del menemismo había mayor participación que tuvo picos arriba del 40 y un piso del 35 por ciento, y nadie que haya leído mis cosas puede acusarme de defender al menemismo. Según un gráfico del economista Luis Beccaria estamos en niveles promedio con salarios reales similares a los de la década del 30.
AB: –Obviamente el impacto distributivo iba a estar más localizado en los sectores que reciben un ingreso salarial. Ahora, eso no significa que estemos peor que en los 90. Creo que esta situación va a ir cambiando en la Argentina porque la clase media está recuperando ingresos más allá de que cuestionemos metodologías o niveles. En los 90 estos sectores perdían siempre y ahora no pierden siempre. Es una situación evidente que la situación del campo popular mejoró. El mejor lector de la crisis 2001-2002 fue Néstor Kirchner, y él fue, junto a mucha gente del Gobierno, el que plantó la discusión de la puja distributiva.
–¿Cómo se desarrollará esa puja de ahora en más?
JL: –La cuestión central para hacer hincapié es si la manera de enfrentar las cuestiones distributivas se encara a partir de un horizonte de expectativas favorables, o si eso es sólo una expresión de deseos. En cualquier caso, es central saber que la pobreza no afecta ni al 15 ni al 20%, sino a más del 30% de la población. Sin embargo, yo no lo puedo mostrar porque no soy el INDEC.
AB: –Los datos de 2009 van a seguir mostrando que crece la participación de los trabajadores en la masa salarial. Los aumentos de sueldos del sector privado superan largamente la variación de precios, con lo cual no veo que esa tendencia se vaya a detener.
–¿El accionar del Gobierno por la mejora de la distribución se corresponde con su propio discurso?
JL: –El resultado de la situación es que la política no es popular, aunque se vista de popular, si no se pone sobre el tapete la discusión sobre la distribución. Se puede decir que se lucha contra las grandes empresas, pero son las grandes empresas las que se terminan beneficiando objetivamente. Hay análisis, objetivamente corroborables, como el de la CTA, que aseguran que la concentración se sigue agudizando.
AB: –Qué sé yo, eso lo dice Claudio Lozano.
JL: –Pero lo firma la CTA.
AB: –Parte de la CTA (risas). Este gobierno sí generó agenda pública sobre la distribución, y no está a la derecha, sino a la izquierda de la sociedad. En la actualidad no dice que se discutan menos salarios. Tengo la expectativa de que mis hijos trabajen en este país y en el otro modelo no tengo esa expectativa.
JL: –Como decía Perón, a lo mejor hay una tercera posición (risas).
–¿Cuál debería ser el principal instrumento para implementar?
AB: –Todos los que militamos en algún momento queremos gravar la renta financiera y que la estructura se parezca a la de los países europeos. Es un escenario que debe crearse porque en política las cosas no suceden como una situación académica. Hay que generar una masa crítica para que tenga un escenario viable políticamente.
JL: –Hay cuestiones que si uno no las pone en el tapete, por las razones que fuera, sabotea a su propio pensamiento. No entiendo por qué en seis años de mayoría absoluta no se planteó una discusión de reforma impositiva profunda, que sea progresiva, integralmente convencida y que no esté centralmente concentrada en los impuestos indirectos, como son las retenciones. Kirchner habló sobre una reforma cuando asumió y se olvidó. Es un detalle importante que va al centro del debate sobre los que tienen el poder económico y los que no. Hay que discutir si el Estado se considera con derecho de apropiarse o no de la renta empresarial a partir del aumento de la productividad para después transferirla a los salarios. Esto no está en la agenda de la oposición ni tampoco del oficialismo. En el Gobierno me dijeron que era un problema porque el dilema de la productividad no le importaba a nadie, ni siquiera a la dirigencia sindical. Lo cual, de ser cierto, me parece terrible.
OPINIÓN
Yo coltal tolta
Alejandro Bercovich
Como en la mítica publicidad televisiva del perfume Pibe’s de los años 80, donde un infantil aspirante a karateca ensayaba una toma para dividir con la mano una torta de cumpleaños, la gestión Kirchner practicó una eficaz redistribución del ingreso “a lo bruto” en los años inmediatamente posteriores al estallido de 2001-2002. Forzó varias subas de sueldos por decreto cuando los trabajadores no tenían poder para arrancárselas a los empresarios, devolvió su rol a un salario mínimo, vital y móvil que había quedado de adorno y permitió que se jubilaran quienes no habían podido aportar en tiempos de crisis.
Aunque escasas, esas medidas compensaron parte del mazazo que habían sufrido los sectores más pobres durante la convertibilidad y su implosión. Lo que no suelen recordar los K es que al mismo tiempo, por el crecimiento inédito que experimentó la economía y el inmejorable contexto mundial, los más ricos inflaron sus billeteras como nunca. La suya se recordará como la era del cordero con malbec, de Mar de las Pampas, de los Mini Cooper, de las torres con pileta, de los barrios cerrados y de la expansión de Puerto Madero.
Para cortar bien una torta no alcanza con la mano invisible del mercado. Hace falta un cuchillo filoso o una espátula dura. Si el Estado no interviene a favor de los más débiles, el derrame no llega nunca. Por eso, hoy, el 10% más rico de la población gana 33,5 veces más que el 10% más pobre. Una brecha menor que la de 2003 pero idéntica a la de dos años y medio atrás, cuando la inflación le clavó los frenos a la redistribución. Un abismo mayor que el vigente durante toda la década del 90, con excepción de su pico hiperinflacionario inicial.
No es que los K estén “a la izquierda de la sociedad” –como dicen sus partidarios más posibilistas– y que hayan intentado subir las retenciones a la soja para hacer justicia distributiva. Lo intentaron para financiar los subsidios multimillonarios que entregan a los grupos económicos más concentrados del país. Y para cumplir puntualmente con los pagos de la deuda pública, que este año insumirán 12.200 millones de dólares y que finalmente cubrirán con plata de los futuros jubilados.
Pero, además de los instrumentos, para cortar una corta hace falta verla. Y la intervención del INDEC es como una venda sobre los ojos del país. Oculta que uno de cada tres argentinos es pobre, que hay más indigentes que en los 90 y que los salarios reales no paran de caer desde la última dictadura. Un enchastre, como el del niño karateca perfumado por Pibe’s.
–Hay informes de la UBA, de la UCA y de consultoras privadas que aseguran que desde 2006 la distribución del ingreso se estancó. ¿Cómo analizan la situación actual?
Alejandro Barrios (AB): –Hoy se discuten aumentos de salarios de entre 15 y 20 por ciento, que superan holgadamente al aumento de precios. No tengo por qué pensar que la recuperación del salario respecto del PBI se va a detener. Va a aumentar la participación del salario y los datos de 2008 dicen eso. Es obvio que la puja distributiva se va a saldar a favor de los trabajadores, como se ha venido haciendo, y el acto de la CGT del 1 de Mayo es una muestra de eso. La otra alternativa que hay es por la vía exportaciones, como quiere la oposición con el modelo agroexportador. Acá se están generando condiciones para que vuelva la distribución del 50 y 50 que hubo antes del 55, cuando los trabajadores recibían la mitad del ingreso y la otra mitad los capitalistas.
Javier Lindenboim (JL): –Sabemos que no sabemos nada desde hace dos años por falta de datos testigo. En este último período, desgraciadamente para el sector del trabajo, la tendencia de la recuperación de los trabajadores se ha quedado estancada. Seguramente en 2007 y 2008, si tenemos datos para verificarlo, se va a demostrar que la participación dejó de crecer y se estancó. Ésa es la verdad. El ritmo de aumento del empleo se achicó violentamente y hasta lo dice el INDEC. El Producto siguió creciendo mientras que el empleo no. Estamos en la lona. Entre 2003 y 2006 la distribución estuvo motorizada por el incremento de puestos de trabajo principalmente, pero en 2007 y 2008 no. Encima, nadie sensato puede creer que en los últimos dos años subió el salario real tomando mecánicamente el índice de precios del INDEC. En ese caso, los salarios reales promedio deberían haber crecido 18 por ciento.
–¿Cómo fue el reparto de la torta durante el mandato de Néstor Kirchner?
AB: –Entre 2003 y 2007, la participación de la masa salarial, la suma de todos los salarios que les pagan a los trabajadores, creció 25 por ciento. Pasó del 34,3 al 42,9 por ciento. Los trabajadores se apropiaban antes del 34,3% de la torta y hasta 2007 del 42,9 por ciento. Este gobierno es una muestra de querer proteger el empleo local y genera un escenario para que se creen nuevos puestos y se cuiden los actuales. Se avanzó en la distribución porque se implementaron políticas públicas para eso. Nadie legitimó la puja distributiva como lo hizo este gobierno.
JL: –Barrios explica la mejora del sector medio en comparación con el de mayores ingresos. La porción que pierde el de arriba y gana el del medio también la pierde el grupo que está más abajo. Si un gobierno tiene en verdad la vocación de proteger a los sectores más desprotegidos no entiendo por qué se ocultan los datos, y por qué los resultados de la gestión empeoran al de abajo.
Nadie pone en discusión el incremento del empleo entre 2003 y 2006. Los trabajadores recibían el 28% tras el derrumbe de la convertibilidad y en 2006 mordían el 34% según trabajos que hicimos desde el CEPED. Que hubo una recuperación de la participación es innegable, pero miremos dónde estamos respecto de la historia. En el comienzo del menemismo había mayor participación que tuvo picos arriba del 40 y un piso del 35 por ciento, y nadie que haya leído mis cosas puede acusarme de defender al menemismo. Según un gráfico del economista Luis Beccaria estamos en niveles promedio con salarios reales similares a los de la década del 30.
AB: –Obviamente el impacto distributivo iba a estar más localizado en los sectores que reciben un ingreso salarial. Ahora, eso no significa que estemos peor que en los 90. Creo que esta situación va a ir cambiando en la Argentina porque la clase media está recuperando ingresos más allá de que cuestionemos metodologías o niveles. En los 90 estos sectores perdían siempre y ahora no pierden siempre. Es una situación evidente que la situación del campo popular mejoró. El mejor lector de la crisis 2001-2002 fue Néstor Kirchner, y él fue, junto a mucha gente del Gobierno, el que plantó la discusión de la puja distributiva.
–¿Cómo se desarrollará esa puja de ahora en más?
JL: –La cuestión central para hacer hincapié es si la manera de enfrentar las cuestiones distributivas se encara a partir de un horizonte de expectativas favorables, o si eso es sólo una expresión de deseos. En cualquier caso, es central saber que la pobreza no afecta ni al 15 ni al 20%, sino a más del 30% de la población. Sin embargo, yo no lo puedo mostrar porque no soy el INDEC.
AB: –Los datos de 2009 van a seguir mostrando que crece la participación de los trabajadores en la masa salarial. Los aumentos de sueldos del sector privado superan largamente la variación de precios, con lo cual no veo que esa tendencia se vaya a detener.
–¿El accionar del Gobierno por la mejora de la distribución se corresponde con su propio discurso?
JL: –El resultado de la situación es que la política no es popular, aunque se vista de popular, si no se pone sobre el tapete la discusión sobre la distribución. Se puede decir que se lucha contra las grandes empresas, pero son las grandes empresas las que se terminan beneficiando objetivamente. Hay análisis, objetivamente corroborables, como el de la CTA, que aseguran que la concentración se sigue agudizando.
AB: –Qué sé yo, eso lo dice Claudio Lozano.
JL: –Pero lo firma la CTA.
AB: –Parte de la CTA (risas). Este gobierno sí generó agenda pública sobre la distribución, y no está a la derecha, sino a la izquierda de la sociedad. En la actualidad no dice que se discutan menos salarios. Tengo la expectativa de que mis hijos trabajen en este país y en el otro modelo no tengo esa expectativa.
JL: –Como decía Perón, a lo mejor hay una tercera posición (risas).
–¿Cuál debería ser el principal instrumento para implementar?
AB: –Todos los que militamos en algún momento queremos gravar la renta financiera y que la estructura se parezca a la de los países europeos. Es un escenario que debe crearse porque en política las cosas no suceden como una situación académica. Hay que generar una masa crítica para que tenga un escenario viable políticamente.
JL: –Hay cuestiones que si uno no las pone en el tapete, por las razones que fuera, sabotea a su propio pensamiento. No entiendo por qué en seis años de mayoría absoluta no se planteó una discusión de reforma impositiva profunda, que sea progresiva, integralmente convencida y que no esté centralmente concentrada en los impuestos indirectos, como son las retenciones. Kirchner habló sobre una reforma cuando asumió y se olvidó. Es un detalle importante que va al centro del debate sobre los que tienen el poder económico y los que no. Hay que discutir si el Estado se considera con derecho de apropiarse o no de la renta empresarial a partir del aumento de la productividad para después transferirla a los salarios. Esto no está en la agenda de la oposición ni tampoco del oficialismo. En el Gobierno me dijeron que era un problema porque el dilema de la productividad no le importaba a nadie, ni siquiera a la dirigencia sindical. Lo cual, de ser cierto, me parece terrible.
OPINIÓN
Yo coltal tolta
Alejandro Bercovich
Como en la mítica publicidad televisiva del perfume Pibe’s de los años 80, donde un infantil aspirante a karateca ensayaba una toma para dividir con la mano una torta de cumpleaños, la gestión Kirchner practicó una eficaz redistribución del ingreso “a lo bruto” en los años inmediatamente posteriores al estallido de 2001-2002. Forzó varias subas de sueldos por decreto cuando los trabajadores no tenían poder para arrancárselas a los empresarios, devolvió su rol a un salario mínimo, vital y móvil que había quedado de adorno y permitió que se jubilaran quienes no habían podido aportar en tiempos de crisis.
Aunque escasas, esas medidas compensaron parte del mazazo que habían sufrido los sectores más pobres durante la convertibilidad y su implosión. Lo que no suelen recordar los K es que al mismo tiempo, por el crecimiento inédito que experimentó la economía y el inmejorable contexto mundial, los más ricos inflaron sus billeteras como nunca. La suya se recordará como la era del cordero con malbec, de Mar de las Pampas, de los Mini Cooper, de las torres con pileta, de los barrios cerrados y de la expansión de Puerto Madero.
Para cortar bien una torta no alcanza con la mano invisible del mercado. Hace falta un cuchillo filoso o una espátula dura. Si el Estado no interviene a favor de los más débiles, el derrame no llega nunca. Por eso, hoy, el 10% más rico de la población gana 33,5 veces más que el 10% más pobre. Una brecha menor que la de 2003 pero idéntica a la de dos años y medio atrás, cuando la inflación le clavó los frenos a la redistribución. Un abismo mayor que el vigente durante toda la década del 90, con excepción de su pico hiperinflacionario inicial.
No es que los K estén “a la izquierda de la sociedad” –como dicen sus partidarios más posibilistas– y que hayan intentado subir las retenciones a la soja para hacer justicia distributiva. Lo intentaron para financiar los subsidios multimillonarios que entregan a los grupos económicos más concentrados del país. Y para cumplir puntualmente con los pagos de la deuda pública, que este año insumirán 12.200 millones de dólares y que finalmente cubrirán con plata de los futuros jubilados.
Pero, además de los instrumentos, para cortar una corta hace falta verla. Y la intervención del INDEC es como una venda sobre los ojos del país. Oculta que uno de cada tres argentinos es pobre, que hay más indigentes que en los 90 y que los salarios reales no paran de caer desde la última dictadura. Un enchastre, como el del niño karateca perfumado por Pibe’s.
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