jueves, 25 de enero de 2018

Con buenos deseos no alcanza Columna en Clarin

Columna de hoy 25-1-2018 en Clarín

El año pasado nos dejó variados datos socio-económicos útiles para la reflexión. La tasa de actividad mostró una importante recuperación incluyendo cierto incremento de la tasa de empleo y una modesta declinación de la de desempleo (todo en relación a un año anterior).
Los ingresos de la ocupación principal en el tercer trimestre de 2017 fueron claramente mejores que los de 2016, pero aún no recuperaron el nivel de 2011 a 2013, cuando los ingresos laborales eran entre dos y cinco puntos porcentuales más altos que los actuales (sin mencionar 2014 año en que no sólo se perdieron cientos de miles de puestos de trabajo sino que se desplomó la capacidad de compra de los ingresos respectivos).
En cambio, los ingresos individuales (que incluyen –cuando los hay- ingresos laborales y los de otro origen como las jubilaciones) muestran ahora un nivel real similar al año 2013 que fue record para esta variable. A su vez, los ingresos familiares per cápita tuvieron un despliegue notable. Ya en 2016 habían registrado un nivel casi igual al record histórico de 2013. Y el año último crecieron de modo significativo: diez puntos porcentuales. Es decir, hay mejoría no sólo respecto al difícil año 2016.
En cuanto al empleo registrado, el año 2016 fue desfavorable en especial para los trabajadores de la industria. Sin embargo, en los últimos doce meses (hasta octubre último) se crearon casi un cuarto de millón de puestos. El promedio mensual es muy próximo al promedio del segundo mandato de la Doctora Cristina Kirchner (22.000 nuevos empleos registrados por mes). La diferencia importante reside en la composición de esos números, parecidos a nivel agregado. Entre 2012 y 2015 inclusive, poco más de la mitad fue creación de empleo público mientras que en el año último ese grupo sólo aportó un sexto. Es cierto que creció el peso de los monotributistas (pasaron de proporcionar un octavo a adicionar un tercio de los nuevos empleos), pero también aumentó el aporte de los asalariados privados, duplicándolo: del 14% del cuatrienio anterior al 28% del último año: Por último, en el segundo trimestre de 2017 la participación asalariada mejoró casi dos puntos porcentuales respecto de igual lapso de 2016 rondando el tan mentado “fifty-fifty”. Debido a la falta de datos oficiales entre 2004 y 2016, con estimaciones alternativas (CEPED, CETyD o CIFRA) puede afirmarse que esa variable habría disminuido respecto del valor de 2015 pero se habría ubicado, aproximadamente, en torno del nivel de 2014.
Es claro que persiste el agobio social y político representado por el tercio de la población que no puede superar los ingresos necesarios para evadir la condición de pobreza. Para el INDEC, en el segundo semestre de 2016, había un 30.3% de personas pobres. Y, en el primer semestre de 2017, disminuyó al 28.6% Para hablar de esta cuestión siguen padeciéndose los efectos de la ruptura del sistema estadístico a partir de 2007 y su paulatina reconstrucción incluye heterogeneidades a veces insalvables. Según los datos de la UCA, en el segundo mandato de la Doctora Kirchner subió el índice de pobreza (pasó del 24.7 % en 2011 al 29.0% en 2015), acompañando el deterioro de otras variables. En 2016 se agregaron un par de puntos porcentuales. Es decir, a los más de 12 millones de personas en condición de pobreza en 2015 se adicionó –al menos- otro millón. Los números son ilustrativos por su cuantía como, infortunadamente, por estar lejos de ser algo novedoso o reciente.
Las distintas miradas en torno de las normas legales aprobadas por el parlamento en las últimas semanas de 2017 carecieron de una adecuada ligazón con estos elementos de la realidad y no han llegado a configurar un debate. Ni el gobierno se preocupó de explicar con claridad su contenido ni su eventual necesidad en virtud de las condiciones vigentes, ni las distintas vertientes opositoras se caracterizaron por arrojar claridad y, en general, menos aún alternativas efectivas.
No obstante, aún está pendiente en el país más de una discusión relevante: ¿cuál debe ser la estrategia de crecimiento que requiere la Argentina? ¿Cuáles son los mecanismos que aseguran mayor efectividad de su aparato productivo, incluyendo las inversiones empresarias? ¿Cuáles son los mecanismos para confrontar a los sectores monopólicos o más concentrados que -en épocas mejores y peores- siempre han sacado las mejores tajadas? ¿Cuáles son las maneras idóneas para que el aparato estatal en todos sus niveles contribuya eficazmente al mejoramiento de la competitividad a nivel internacional? ¿Cuáles son las formas a través de las cuales podremos ir armando una estructura impositiva realmente progresiva en cuyo marco pague más el que más tiene y los ingresos tiendan a asentarse en los impuestos directos y no en los indirectos?
En esos debates aún pendientes hay responsabilidades compartidas. En primer lugar la gestión gubernamental es responsable no dando por sentado o conocido el diagnóstico y menos aún el tratamiento necesario. En segundo lugar, a los partidos que integran la oposición política en sus más variadas expresiones, les compete no sólo rechazar el maniqueísmo y más aún la irrealidad, aportando alternativas en especial ante las opciones no satisfactorias propuestas por el oficialismo. Pero, además, los sectores sociales más variados también deben hacer oir su voz constructiva, rechazando –todos- el canto de sirena de la violencia y a los violentos cuyo verbo y accionar es rechazado mayoritariamente.
De esa manera, podrán preservarse algunas de las incipientes buenas noticias presentes y encaminarnos al logro de las (cuantiosas) aún faltantes. No es seguro pero es posible.

domingo, 21 de enero de 2018

Hay signos alentadores en los datos de distribución del ingreso


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21 de enero de 2018  
Contra los pronósticos más dramáticos, que no faltaron en los dos años que lleva la gestión macrista, siguen apareciendo evidencias de que la distribución del ingreso estaría recuperando, con parsimonia, un sendero de mejora. Con las limitaciones que tienen estos indicadores, siempre se los ha usado para aludir a condiciones de trabajo o de vida de personas y hogares en sociedades modernas.
A menos que decidamos abandonar su utilización, parece pertinente dedicar una mirada al desempeño socioeconómico a partir de dos informes del Indec referidos al tercer trimestre de 2017, es decir, en el período preelectoral. Si bien es el último dato disponible, no tiene por qué reflejar lo que ocurre en estos días.
El último informe oficial proviene del área de cuentas nacionales y describe datos positivos: hay un (modesto) incremento de la participación salarial en el producto respecto de un año atrás y un interesante aumento del volumen de puestos de trabajo. Habrá que seguir con detenimiento la evolución de los puestos, porque hay un sesgo fuerte de los no asalariados (la mitad de los casi 400.000 nuevos puestos) y, dentro de los asalariados, una sobrerrepresentación de los precarios. Los asalariados protegidos crecieron, en un año, al menos al ritmo del total de la población.
En diciembre se publicó el informe sobre distribución personal del ingreso, basado en la Encuesta Permanente de Hogares del tercer trimestre. Se observa una clara mejora respecto de igual trimestre de 2016 en los tres indicadores usuales, y también en relación con 2014. Tanto en los ingresos individuales (laborales o no) como en el ingreso per cápita familiar, el índice de 2017 es el más alto desde 2003, en términos reales.
La diferencia entre los ingresos de la ocupación principal y los ingresos individuales consiste en que estos últimos incluyen a aquellos y a todas las percepciones personales de cualquier origen. Los ingresos familiares per cápita reflejan la mayor (o menor) disponibilidad de fondos de los integrantes de la familia: si hay más ocupados en el hogar, al margen de que mejore o no la capacidad de compra individual, la situación será mejor. Si, además, suben los ingresos de otro tipo (jubilaciones u otras transferencias), también se mejorará.
No está claro si los cambios metodológicos introducidos sesgan los resultados, pero la evolución es coherente con la mejora del índice de Gini (cae unas décimas) y con la leve mejora de la distribución funcional del ingreso, en ambos casos respecto de 2016 y con datos homogéneos.
Descontada la inflación, y considerando como índice 100 los valores del tercer trimestre de 2004, el ingreso de la ocupación principal llegó a 144, el individual a 135, y el per cápita familiar a 153cuando se preparaba la contundente reelección de Cristina Kirchner. Esa evolución habla de una importante mejora de la capacidad de compra de salarios e ingresos no laborales individuales, y, más aún, de los mecanismos redistributivos recibidos por las familias. En 2017, esos valores se ubicaron en 142, 137 y 162. Aun con el sacudón de 2014 y la caída del PBI y los ingresos en 2016, en 2017 habríamos recobrado los valores de las vísperas del tercer mandato kirchnerista. En los ingresos familiares, con una mejora más que notable
El desempeño de los ingresos entre 2003 y 2015 tuvo tres etapas bien diferenciadas, casi coincidentes con los tres gobiernos de igual signo. En el primero, creció el producto y mejoró la distribución y la redistribución del mismo, con un fuerte aumento del empleo. En el segundo lapso, el empleo entró en un amesetamiento, aunque siguió, con menor ímpetu, la mejora de los ingresos. En el tercer período hubo un estancamiento del empleo asalariado privado y una aceleración del origen estatal, con un deterioro del ciclo económico, todo lo cual se expresa en una preocupante situación socioeconómica y sociolaboral (cayeron los tres indicadores).
En el bienio de la actual gestión se retoma, en nuevas y modestas condiciones, el sendero del aumento del empleo y los ingresos, según los informes aludidos. De perdurar esta dinámica, será extremadamente largo y penoso el camino para tener algún éxito significativo en cuanto a la meta oficial de eliminar la pobreza. Ese indicador empeoró entre 2011 y 2015 (al margen de la negativa a medirlo por ser "estigmatizante"), desmejoró en 2016 y se recuperó algo en 2017.
El comienzo de año no se presenta auspicioso. El alza del índice inflacionario a fines de 2017, el desfavorable cambio en el cálculo de los ajustes de las jubilaciones y asignaciones de marzo, más los aumentos en los servicios y el transporte parecen golpes importantes en sentido contrario a los buenos indicadores de actividad.
Preservar la distribución factorial del ingreso y los mecanismos de redistribución es una meta valiosa a la que deben apuntar el Estado, las empresas y las organizaciones sociales y de trabajadores. Parece un esfuerzo imposible de concretar, a menos que lleguen los consensos hasta ahora tan mencionados como esquivos.

TEMAS EN ESTA NOTA

jueves, 18 de enero de 2018

El empleo subió más en el sector informal de la economía

El empleo subió más en el sector informal de la economía

Los puestos de trabajo crecieron 1,9% en el tercer trimestre
JUEVES 18 DE ENERO DE 2018

PARA LA NACION



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Los puestos de trabajo en el país subieron a 20.518.000 en el tercer trimestre de 2017, un 1,9% más que en el mismo período de 2016, informó ayer el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
Según el informe Cuenta de Generación de Ingreso e Insumo de Mano de Obra del tercer trimestre del año pasado, la cantidad de trabajadores asalariados registrados aumentó 0,9% en la comparación interanual, al sumar un total de 10.637.000 puestos, mientras que en el sector informal no registrado creció 2,2%, con 4.938.000 empleos.
En tanto, de los 4.943.000 cuentapropistas, un tercio de ellos, 1,6 millones, se desempeñaban en el sector de comercio; 485.000 en el agropecuario, y 238.000 en servicios de salud.
"Los puestos de trabajo totales del tercer trimestre de 2017 ascendieron a 20.518.000 De ellos, los asalariados fueron 15.575.000 y los puestos de trabajo no asalariados totalizaron 4.943.000 El total de puestos de trabajo asalariados se distribuye en 10.637.000 registrados y 4.938.000 no registrados", se detalla.
Además, el Indec sostiene que la participación de la remuneración al trabajo fue de 52,7% en el tercer trimestre de 2016 y de 52,8% en el tercer trimestre del año siguiente. La participación de la remuneración al trabajo creció 0,09 puntos porcentuales, a raíz de una caída del 0,20 del sector público y un alza de 0,29 del sector privado.
"Si se compara con el aumento de la población es alentador, porque es casi el doble de ese aumento. Hay mayores oportunidades relativas y es bueno desde el punto de vista de la sociedad generando bienes y servicios de uso colectivo", sostuvo Javier Lindenboim, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped).
Pero el especialista puso el foco en que "los puestos no asalariados crecieron a mayor ritmo y dentro de los asalariados los desprotegidos crecieron más que los protegidos".
Esto último puede significar "que las condiciones laborales no son buenas por lo que aumenta el empleo sin cobertura o bien que la demanda de puestos aún no llegó plenamente al mundo 'en blanco' de la economía", consignó.

lunes, 8 de enero de 2018

¿Mejora la distribución del ingreso en la Argentina? El Cronista 8-1-18

Columna en El Cronista 8-1-2018

¿Mejora la distribución del ingreso en la Argentina?

JAVIER LINDENBOIMDirector del Ceped e investigador del Conicet
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La manera en que la sociedad distribuye los ingresos y la riqueza suele ser la expresión de sus características dominantes (más igualitaria, más excluyente, más indiferente) aunque a veces sólo se percibe alguno de sus emergentes. Los últimos datos proporcionados por el Indec acerca de la situación de los ingresos monetarios de las personas y las familias son alentadores aun cuando las desigualdades persisten.

Un poquito de historia

Hace exactamente una década, el entonces ministro Martín Lousteau intentó enfrentar lo que por entonces era un problema incipiente pero relevante: el impacto fiscal de los crecientes subsidios. El rechazo de su propuesta fue reemplazada por la famosa Resolución 125, que al tiempo que construyó una trinchera social no resolvió la cuestión que venía a remediar. Los tímidos amagues posteriores por ajustar tarifas fueron sucesivamente quedando de lado con lo cual el único camino, habida cuenta de la falta de acceso a los mercados de crédito fue tomar deuda cara con Venezuela, primero, y acelerar la emisión y las tensiones inflacionarias, luego. Y ante la presión de la Justicia por terminar con la segregación de los jubilados que no cobraban la mínima se ideó un sistema de ajuste que no podía basarse en la preservación de la capacidad de compra de los ingresos porque se había roto el termómetro (el IPC). Para colmo la innovación fue falseada desde el inicio mismo generando alzas artificiales en los ingresos.

Afrontar este tipo de desequilibrios, incluyendo los sucesivos parches a la coparticipación de los ingresos fiscales, de los que se detrajeron 15% del impuesto a las ganancias en los 90 (con la privatización del sistema previsional) y no se restituyeron al reestatizarlo hace una década era y sigue siendo tarea prioritaria. Y discutir a fondo el modo de encararlo quedó otra vez para mejor ocasión. Ni la única manera de "resolver" la cuestión era manotear un trimestre de ajuste (el nudo de la discusión) ni lo mejor era dejar todo como estaba. Es decir, ni se fue a fondo en materia fiscal, y menos aún en materia previsional. Tampoco se estimó, hasta ahora, el impacto del reflujo de los fondos hacia la población más castigada por los índices de pobreza en el Área Metropolitana, cuyas condiciones desfavorables de vida se apunta a mejorar.
Debe decirse que el cambio de la fórmula de ajuste no requería, per sé, hurgar en el bolsillo de los perceptores para cubrir el bache fiscal producido por el acuerdo interprovincial. Si lo buscado era el ahorro debió haber sido expresado así con claridad. Y por separado debió explicarse el sentido último del cambio del mecanismo de ajuste trimestral así como la inconsistencia subsistente en el modo en que se lo aplicaba hasta ahora.
Probablemente el tercer trimestre de 2017 refleja parte de aquel "ventajoso" mecanismo que funcionaba mejor con el aumento nominal de la recaudación pero no aseguraba la preservación de la capacidad de compra de los ingresos cuando disminuye el ritmo inflacionario (es lo que, se supone, se garantizaría con el nuevo sistema).

Los datos sobre distribución personal del ingreso

Según el último informe del Indec el ingreso de la ocupación principal (IOP) aumentó cuatro puntos porcentuales respecto de igual trimestre de 2016. Los ingresos individuales (II) -que incluyen también ingresos no laborales- mejoraron ocho puntos porcentuales. Y los ingresos per cápita familiares (IpcF) crecieron, en términos reales, en torno de los diez puntos porcentuales en el último año. Esta variable es la que suele reflejar con cierta eficacia las oscilaciones de las transferencias realizadas a miembros de las familias (jubilaciones, pensiones y AUH).

Los antecedentes de estos últimos 15 años (en este caso se carece de los de 2007 y 2015) ilustran diversos aspectos de la realidad socioeconómica de la Argentina reciente.
Los datos por subperíodos corroboran lo ya conocido: el enorme impulso económico a la salida de la crisis, que elevó en términos reales los ingresos laborales en más del 20% y casi el 40% el per cápita familiar, consecuencia derivada ante todo de la multiplicación de puestos de trabajo al interior de las familias. Con posterioridad, declinan de modo notable tanto los ingresos individuales como el per cápita familiar pese a una leve mejora de los de la ocupación principal.
Luego la pérdida es generalizada (aunque podría mostrar algo diferente si contáramos con los datos de 2015; en cambio, deben utilizarse los de 2014, uno de los peores momentos de la segunda década del siglo XXI). Por último, en relación con 2014, el desempeño en 2017 muestra una mejora modesta (5%) de los ingresos de la ocupación principal, un crecimiento algo mayor en los ingresos individuales y una notable mejoría (más de 15 puntos porcentuales) de los ingresos familiares per cápita.
En comparación con el tercer trimestre de 2011, vísperas de la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, los valores de igual trimestre de 2017 son un par de puntos menores para los ingresos laborales pero con mejoría de tres puntos porcentuales en los ingresos individuales y nueve puntos más arriba en los ingresos familiares. Es decir que si bien hubo un leve deterioro de los salarios reales en el sexenio, hubo mecanismos redistributivos que mejoraron la capacidad de compra de los ingresos familiares de manera sensible.
Como colofón puede anotarse que el Coeficiente de Gini -que mide la disparidad entre los perceptores- mostró, en el tercer trimestre de 2017 una caída de 0.45 a 0.43, es decir un mejoramiento en la distribución del ingreso.
Nada de esto excluye que los ingresos cubren en promedio una parte de las necesidades habituales y que alrededor de un tercio de la población sufre carencias tales que implican condiciones de pobreza. Los índices disponibles mostraron una fuerte disminución en los primeros años posteriores a la crisis de 2001-2002 seguidos de un estancamiento hasta 2011 y de allí en más un aumento de los indicadores de carencia hasta 2015. Más recientemente se empeoró la situación de pobreza en los tramos iniciales del gobierno de Cambiemos con un modesto mejoramiento en el último año.
Está por verse cuál será el efecto en los ingresos laborales y de los hogares derivado tanto de la tibia recuperación económica de 2017 y su eventual continuidad en este nuevo año así como del aminorado incremento de los ingresos de la seguridad social. En el marco de la notable dificultad para aminorar el ritmo inflacionario, sin embargo la información comentada del Indec permite alentar ciertas esperanzas pese a la difusión de los más duros pronósticos.

viernes, 5 de enero de 2018

Columna en Clarin 5-1-2018

Debate

2018: mayores y mejores certezas


Luego de un primer año muy duro en materia social y económica, la gestión macrista logró que 2017 transcurriera de modo que resultó –sin dudas- en un período de recuperación del año crítico precedente.
Con la vista puesta en el año que se inicia hay varios puntos que no terminan, sin embargo, de dilucidarse. Por una parte si la mejoría de 2017 fue tan sólo una repetición de los recientes años impares en los que, elecciones mediante y con forzados mecanismos de contención de precios, se lograba reactivar la actividad económica y mejorar el ánimo de la sociedad.
Así ocurrió en 2011 que concluyó con el arrollador triunfo electoral del 54% de la ex Presidenta Kirchner. También en 2013, antes del abrupto descenso de la actividad económica, del empleo y de los salarios en 2014. Incluso en 2015, aunque sin el resultado electoral previsto por las autoridades salientes. Está por verse si este año 2018 repetirá los “valles” de los años pares recientes o el país podrá evitar una nueva declinación.
Otro punto menos ambiguo es que la comparación de 2017 es claramente ventajosa con relación a 2016 pero también tiene fuertes elementos para mostrar desventajas en relación con 2015. Las pérdidas se observan, también, tanto en el nivel de actividad económica, como en la composición (más que en la cuantía) del empleo y en materia de ingresos. Es importante para el análisis, que los niveles de satisfacción disponibles en 2015 tuvieron escasos elementos para mantenerse sólidamente afincados. Pero ese debate no alcanza para atender los requerimientos de la cotidianeidad de la población.
Este esquema de reflexión, al mismo tiempo, está a mucha distancia de las contundentes predicciones de fines de 2015 de que iniciábamos una etapa de destrucción de la actividad económica en general, de supresión de las fuentes de trabajo tanto públicas como privadas, y de disminuciones intensas de los ingresos y de las condiciones de vida de la población.
Que aún hoy haya quienes sostengan que hay menos empleos no hace que tales predicciones se verifiquen en la práctica. Hasta setiembre de 2017 se crearon 20 mil puestos asalariados privados. Pero en el mismo lapso se destruyeron casi 70 mil empleos en la industria. Y eso no tiene visos de ser modificado en el corto plazo. Este déficit industrial, preocupante, expresa la enorme dificultad para crear empleo que se venía observando en el pasado reciente. En efecto, entre enero de 2009 y diciembre de 2015 sólo uno de cada ocho empleos privados registrados creados provinieron de la industria. Ahora, ni siquiera eso.
Tanto los datos disponibles sobre capacidad de compra de los ingresos salariales o de las familias como los de distribución primaria de los ingresos dan cuenta de dos elementos inescindibles: a) después de la salida de la crisis, hubo un lapso inicial de gran crecimiento del empleo y de los ingresos laborales seguido de un estancamiento muy visible en el segundo mandato de la Doctora Kirchner.; b) la situación crítica de 2016 lo fue principalmente en materia de ingresos antes que en el nivel de empleo y tal caída no tuvo intensidad mayor que la observada en 2014. En este segundo aspecto –superando las dificultades de información comparable que aún subsisten- el ingreso de la ocupación principal según la Encuesta Permanente de Hogares habría caído en el segundo trimestre de 2014 –en términos reales- diez puntos porcentuales comparado con un año atrás mientras el mismo contraste en 2016 registra un deterioro de seis puntos porcentuales.
En el futuro inmediato hay elementos contradictorios. Por un lado las previsiones empresarias sugieren un módico aumento de la demanda ocupacional en 2018. Diversos gremios están pendientes de la materialización de los acuerdos firmados en la primera parte del año con cláusula “gatillo” en virtud de haber excedido el índice de precios los niveles previstos en dichos acuerdos. Con eso, aunque tardíamente, se podrá compensar la pérdida implícita.
Por el otro, una parte importante de los ingresos de los hogares hoy provenientes del sistema previsional en sentido amplio (jubilaciones, pensiones, AUH, etc.) se verán afectados con las reformas sancionadas para el ajuste de las prestaciones respectivas. Los aumentos próximos, inferiores a los esperados aunque más asiduos, no alcanzarán durante el año a compensar el deterioro del año recién concluido. Seguramente, superarán la depreciación de la moneda de 2018 pero a partir de un umbral deteriorado.
El núcleo central sigue siendo el de la morosidad con la que se comporta la inversión productiva. Y eso es atribuible tanto a las decisiones oficiales como, de manera prioritaria, a la falta de decisión empresaria. En tal sentido, bien vale recordar que tanto en períodos de mayor rentabilidad empresarial como en los que ésta menguaba, la transformación de utilidades en inversión mostró una languidez preocupante. Ni los estímulos al capital de los años ‘90 ni las acciones supuestamente coercitivas de la década pasada modificaron una descripción que hizo la ex Presidenta: “Se la llevaron en pala”.
El Estado debe procurar que las inversiones productivas se produzcan y participar con las que corresponden al mejoramiento de la infraestructura. Pero una de sus mayores obligaciones es la de promover los acuerdos que logren su materialización primero y garanticen un usufructo más equitativo de sus resultados.

Dinámica del empleo en Argentina al inicio de 2018

Entrevista de Diego Genoud para su nota a publicar en el portal Letra P (3-1-2018)



Texto de la nota publicada en Letra P

 Por  04/01/2018 16:04
Con la reforma laboral como próxima estación del reformismo permanente, la administración Cambiemos apunta a un triple objetivo: disciplinar al sindicalismo argentino, aumentar la productividad y flexibilizar los mecanismos para convertir al empleo en motor del crecimiento, el anhelo repetido del que la Argentina se alejó hace tiempo.
El mercado laboral ilustra las transformaciones que Mauricio Macri llevó adelante desde que entró a la Casa Rosada. El informe de octubre de 2017 del Ministerio de Trabajo, en base al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), lo muestra con claridad. Según los últimos datos oficiales, en todo el país hay 12,3 millones de trabajadores, 248 mil más que en octubre de 2016, una suba del 2,1%. De acuerdo a esas cifras, se perfilan 21 meses de crecimiento consecutivo del total de trabajadores registrados.
Hoy el empleo asalariado en el sector privado representa el 51% del total, el empleo estatal el 26% y los monotributistas el 13%, justamente el universo que más viene creciendo. Para el criterio de medición oficial, el sector privado -8,7 millones- incluye a los asalariados del ámbito privado -6,2 millones-, a los monotributistas -casi 1,6 millón-, a los autónomos y a los trabajadores de casas particulares -en total, unos 900 mil-. El sector público abarca a todos los empleados dependientes de organismos públicos -casi 3,2 millones-. 
Primera diferencia. Mientras para la gestión Cambiemos el monotributo no es precariedad sino formalización, para la CTA implica un claro nivel de precarización frente al trabajo registrado, el sálvese quien pueda de época. Algo propio de sociedades con niveles de protección social más precarios, más parecidos a los de buena parte de América latina que a los de Europa.