viernes, 23 de octubre de 2020

Con serios desafíos, Argentina experimenta ligero repunte de su actividad económica Xinhua 23-10-2020

 Entrevista publicada por la agencia Xinhua

Con serios desafíos, Argentina experimenta ligero repunte de su actividad económica

Actualizado 2020-10-23 10:11:20 | Spanish. xinhuanet. com
  

BUENOS AIRES, 22 oct (xinhua) -- Argentina experimenta una moderada recuperación de su actividad económica, producto de la flexibilización de las medidas de aislamiento, tras cumplir siete meses de cuarentena y superar el millón de contagios por COVID-19.

No obstante, este ligero repunte podría no ser suficiente para evitar un mayor declive de la economía hacia finales de año y una inminente escalada inflacionaria, según refieren analistas en este país sudamericano.

Desde julio pasado, el Gobierno argentino ha atenuado el aislamiento preventivo y obligatorio autorizando la reapertura de comercios y actividades consideradas "no esenciales", con lo cual la actividad económica en distintos rubros ha evidenciado una leve recuperación.

En julio y agosto, la actividad económica creció en 1,7 por ciento y 1,1 por ciento mensual, respectivamente, a partir de las medidas de flexibilización según datos oficiales. Sin embargo, este crecimiento es significativamente menor al repunte que se evidenció en mayo y junio cuando los sectores productivos y comerciales registraron incrementos superiores al 7 por ciento luego de un profundo derrumbe mostrado en abril, primer mes de la cuarentena estricta.

"Recordemos que en abril la economía estuvo cien por ciento parada, los sectores que se autorizaron a partir de mayo permitieron mostrar esa mejora. Sin embargo, en julio hemos vuelto a ver una mejora pero en menor medida, un aumento muy bajo de la actividad en términos interanuales", señaló el economista Pablo Salvador, en entrevista con Xinhua.

"La economía del segundo trimestre cayó 19 por ciento, un récord absoluto, y se espera que caiga cerca del 12 por ciento hacia fines de año, un récord para nuestro país", agregó el profesor de economía en la Universidad Nacional de Cuyo.

Analistas infieren que a pesar de la recuperación en determinados sectores, la economía doméstica caerá fuertemente porque se continúa con la política de emisión monetaria que, aunque estimula la demanda, depara en una fuerte incertidumbre sobre el alza del dólar y sobre la inflación.

Salvador apunta que, además, "la economía no tiene un plan, un objetivo, un camino que seguir, con lo cual es muy difícil generar confianza, los sectores esta muy golpeados".

"El Gobierno lo que está haciendo es emitir para tratar de sostener a los sectores más vulnerables, y el tema es que no se ve una recuperación de la economía, y al no verse una luz al final del túnel es muy difícil que la economía se recupere si no se produce algún cambio estructural", remarcó.

De esta forma, a medida que se vaya flexibilizando aún más la cuarentena, se podrá observar una continua mejora de la actividad en las industrias, comercio y el resto de los sectores, pero podrían tornarse en "soluciones esporádicas o recuperaciones parciales, y no en un despegue" si no hay un plan, explicó Salvador, doctor en Economía por la Universidad de Jyväskylä de Finlandia.

Según datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), la producción industrial ha logrado morigerar su descenso hasta un 10,8 por ciento en agosto desde el descenso del 53,1 por ciento reportado en abril, pero aún con dicha mejora, el indicador continúa presentando una merma.

"La mayor flexibilización de la cuarentena, el leve repunte del consumo, y los mayores controles a las importaciones están permitiendo acelerar el proceso de recuperación del sector manufacturero. Igual, las tasas de caídas continúan siendo profundas", sostuvo la CAME en su último informe sobre el balance de la actividad.

En los primeros ocho meses del año, las pequeñas y medianas empresas, que aglutinan a unas 600.000 entidades y dan trabajo a más de 4 millones de personas, acumulan una baja anual de 20,8 por ciento, adelantó la entidad.

Por el lado de las ventas minoristas también se ha comenzado a notar una recuperación pero los indicadores siguen siendo negativos, sostuvo la confederación. En septiembre, las pequeñas industrias argentinas tuvieron una baja de las ventas del 10,1 por ciento, un importante repunte frente al 57,6 por ciento reportado en abril pasado.

Entre los analistas económicos preocupa la política de emisión de pesos que ha reforzado el Banco Central de Argentina (BCRA) junto con el Gobierno a fin de intentar atenuar la crisis mediante una estimulación de la demanda.

Desde el inicio de la pandemia, el Ejecutivo ha concretado medidas de asistencia como el "Ingreso Familiar de Emergencia" (IFE), una asignación de 10.000 pesos (120 dólares) para proteger a los sectores más vulnerables, así como el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) para asistir a las pequeñas y medianas empresas.

"Se emiten en la argentina a razón de 200.000 millones de pesos por mes para cubrir los gastos del Tesoro. Los economistas calculan entre 2 y 2,5 billones de pesos para este año. Significan mas de 9.000 millones de pesos por día", apuntó el analista y articulista Guillermo Kohan en una columna publicada en el diario local El Cronista.

En ese sentido, Javier Lindenboim, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped) de la Universidad de Buenos Aires, sostiene que "las medidas de contención como el IFE o ATP fueron indudablemente necesarias como paliativos pero además de que no pueden extenderse en el tiempo, se debe encontrar un plan".

"Para salir de la crisis, potenciado en grado sumo por el frenazo económico derivado de la cuarentena y la pandemia, es preciso, primero, reconocer la naturaleza profunda de las dificultades de Argentina, luego entonces aparecerá la necesidad de la búsqueda de acuerdos sociales, económicos y políticos", concluyó el experto.

 

domingo, 18 de octubre de 2020

La idea del ajuste ya estaba desde el inicio del gobierno Nota de S. Aulicino, Diario Rio Negro, 18-10-20

 Entrevista de Sebastián Aulicino publicada en Diario Rio Negro el 18-10-20

Si quiere escuchar el audio, aquí

Lindenboim: “La idea del ajuste ya estaba desde el inicio del gobierno”

“Si todos los que perdieron su empleo se volcaran a la búsqueda de trabajo, la tasa de desempleo no sería del 13%, sería el doble”, sostiene  uno de los mayores expertos en empleo e ingresos, en diálogo con Río Negro.


Javier Lindenboim es Director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped), de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.

P: Según la última encuesta Permanente de Hogares (EPH), los ingresos cayeron en términos reales. Además, se amplió la desigualdad social por ingresos. ¿Qué perspectivas ve, considerando que la inflación va en aumento, y en muchos casos las paritarias son inexistentes?
R: Podemos hacer o no el agregado de la interpretación política, pero en situaciones extremadamente críticas como la actual no es desconocido para la historia social y económica de la Argentina que haya una preferencia por la preservación de los puestos de trabajo aún en desmedro de la capacidad de compra de los ingresos del sector asalariado. Esto se planteó explícita o implícitamente en estos meses, no es una novedad, a uno le puede gustar menos o más pero es un mecanismo que a la larga es preservador de vínculos laborales. Es obvio que el anuncio del aumento del salario mínimo vital y movil del 28% en cuotas está muy por debajo del deterioro de la capacidad de compra del salario. Lo que vamos a seguir viendo en lo que resta de este año, y probablemente en buena parte del que viene, es este estilo.

P: En una palabra: ajuste.
R: Con acuerdo sindical o sin él, es altamente probable que haya ajustes nominales que vayan no tan levemente por detrás del aumento medio de los precios. En enero me pidieron evaluar el primer mes de gobierno: lo primero que empezó a hacer el gobierno era exactamente eso, sólo que evitando hablar de ajuste, de la palabra. Guzmán ya hablaba de equilibrar las cuentas fiscales. La palabra ajuste tiene mala prensa, pero lo que significa es equilibrar lo que está desarticulado. La discusión probablemente más importante no es sí es que hay que hacerlo o no, sino cómo y dónde se ponen las cargas al ejecutarlo. El Presidente dijo en diciembre, después de haber dicho que iba a aumentar un 20% las jubilaciones con las Leliqs, que el mecanismo adoptado en 2017 para aumentar las jubilaciones es impagable. Si algo pasa de ser impagable a ser pagable, lo que se habla es de pagar menos. Se puede discutir si el achicamiento de la masa total se ejecuta sobre la base de dar un poquititio más a las jubilaciones más bajas y sacar mucho a las más altas. Pero eso es un ajuste. La idea del ajuste ya estaba desde el primer momento, y ahora no hay duda de que la idea es persistir en esa vocación, más considerando la negociación con el FMI. A la palabra ajuste se la puede ocultar, pero las acciones tienen ese contenido.

Hay menos personas trabajando y las personas que están trabajando están trabajando con ingresos reales depreciados. La perspectiva del empleo y el ingreso es difícil imaginarla con optimismo, el horizonte es muy oscuro"

Javier Lindenboim

P: Ahora, se hace el ajuste para preservar puestos de trabajo, pero vemos la tasa de desocupación que aumentó de 10 a 13,1%, y el número es engañoso porque la población activa se derrumbó y es gente que no salió a buscar trabajo. ¿Qué podemos esperar a fin de año en este sentido?
R:Lo que pasa es que estamos todavía en el medio de la tormenta. La prohibición para gran parte de las actividades económicas no terminó. La gravedad del problema es mayor aún. No tenemos aún la información del tercer trimestre, que lo conoceremos en noviembre. Yo no tengo dudas de que se va a seguir agravando. Hay menos personas trabajando y las personas que están trabajando están trabajando con ingresos reales depreciados; los propios productores de servicios se encuentran con una demanda mucho más acotada. La perspectiva del empleo y el ingreso es difícil imaginarla con optimismo, el horizonte es muy oscuro.

P: ¿Se puede hacer un pronóstico para este año sobre desocupación?
R: Se puede observar el dato del segundo trimestre: unas 2 millones y medio de personas dejaron de estar ocupadas y no pasaron a ser desocupados, sino que pasaron a ser inactivos. No dejaron de ser activos porque no les interesa la plata y dejaron de trabajar, sino porque tenían prohibido trabajar o estaban convencidos de que no tenía sentido dedicarse a buscar trabajo, o por lo que fuera. Es difícil que eso cambie, pero si toda esa gente se volcara a la búsqueda de trabajo, la tasa de desempleo no sería del 13%, sería del doble. Tendríamos más del 25%. Todo va a depender de cuál va a ser el comportamiento de la población. En el supuesto de que se volcasen, el efecto a la baja en el nivel de medio de las remuneraciones sería enormemente significativo. Si hay una masa disponible de fuerza laboral muy intensa, no es impensable que los demandantes de bolsa de trabajo digan yo pago hasta acá, y si no te gusta que pase el siguiente. Pero una interpretación en abstracto, no sabemos cómo se van a mover todas las variables.

Datos

3.757.000
trabajadores perdieron su empleo en el segundo trimestre del año, según informó el Indec.
18,7%
Fue, en el mismo lapso, la baja de población económicamente activa, es decir, aquellos que buscan empleo.

P: El Presidente dijo que tocamos fondo y sólo podemos salir.
R: No hay elementos para asegurarlo. Los elementos de los que disponemos como aproximación son negativos. Lo mejor que nos puede pasar es que no siga cayendo el volumen de empleo, pero el empleo precario que cayó y el empleo no asalariado que cayó puede ser ágil en la reconstrucción, como sucedió en 2002, en un contexto con anclas que tiraban a favor, y ahora esas anclas no las tenemos (no tenemos el sector externo ni tenemos el superávit que se pudo construir en aquel momento cuando se implantaron las retenciones). De manera que es difícil imaginarse mecanismos estimuladores de la actividad económica. Eso en términos económicos, y, no quiero meterme ahí, pero las señales políticas suenan más a una patada en el tobillo que a estimulantes orientados a generar confianza.

P: ¿De qué tasa de inversión estamos hablando hoy, y que implica eso?
R: Estábamos en un nivel del 15% y venimos bajando sistemáticamente. Si tomamos los gobiernos constitucionales de Alfonsín para acá, y tomamos el promedio de la torta de inversión de sus periodos anuales, la tasa de inversión fue declinando sistemáticamente gobierno a gobierno. Esto es: Argentina destina cada vez menos de lo que produce al incremento de la capacidad productiva. No es una sorpresa que el producto per cápita esté más o menos igual que hace una década atrás. Si tenemos en cuenta que los especialistas indican que para países emergentes la tasa de inversióndebería estar encima del 25%, estamos en problemas. Es absurdo considerar que todo lo que se produce tiene que ser dedicado al consumo, porque eso puede servir uno o dos años, pero lo que viene después es el derrumbe. Es lo que ocurre cuando cualquiera de nosotros se come sus ahorros. Es imposible imaginar un crecimiento sostenido, mayor empleo y mejor remuneración. La inversión es una condición necesaria.


jueves, 15 de octubre de 2020

Caída del nivel de actividad económica. ¿Qué hay detrás? Columna El Cronista 15-10-2020

 Columna aparecida en El Cronista el 15-10-2020


Las advertencias formuladas por sectores diversos acerca del impacto negativo en la actividad económica (así como sobre el empleo y la distribución del ingreso) no fueron consideradas pertinentes por el gobierno nacional.

Las cifras de estos días sobre empleo e ingresos (EPH) y sobre el nivel de actividad (EMAE) agregan dramatismo e ilustran sobre la gravedad de la situación.

Fuente: INDEC, Estimador mensual de la actividad económica, julio 2020

La foto y la historia

En la página 3 del informe EMAE, se grafica la evolución desde 2017 para acá. Pero el informe proporciona la serie completa desde su inicio en 2004.

Una vez más los datos oficiales son mucho más claros que las versiones de los mismos que se han venido dando a través de los distintos períodos de gobierno.

De modo parecido a lo que se puede apreciar con los datos ocupacionales, la actividad económica tuvo dinamismo durante el primer gobierno kirchnerista. Luego de un pronunciado descenso (entre mediados de 2008 y de 2009) pareció recuperarse el impulso que duró hasta la renovación del mandato de la Dra. Kirchner en 2011.

Desde allí en adelante  (para simplificar, a lo largo del tercer mandato del kirchnerismo y la gestión de Cambiemos) la actividad económica quedó básicamente estancada. No obstante, se registraron oscilaciones con importantes disminuciones en los años pares. Pero el indicador estuvo entre los valores 140 y 150 es decir entre un 40 y 50% superiores al del año 2004 tomado como base de referencia. Es decir que -en ese lapso- los resultados estuvieron en el rango superior de la serie.

Esto muestra, también, que más allá de las virtudes y defectos de ambos gobiernos, ambos tropezaron con las razones que siguen frenando el desempeño económico del país. Se continuó, hasta 2015, con la apariencia de normalidad aunque agudizando los problemas externo y fiscal y con la negativa a honrar ciertos compromisos internacionales (tribunales de Nueva York). Al mismo tiempo, se dilapidaron recursos en pésimas negociaciones con el Club de Paris y con los dueños de las empresas “estatizadas”.

Luego del cambio de gobierno en 2015, junto con la normalización de los reclamos de los acreedores externos las autoridades creyeron que sólo con eso se abriría una etapa de afluencia de capitales productivos tanto externos como locales. Ello no ocurrió y sí en cambio aparecieron flujos financieros que ante las sacudidas internacionales optaron por retornar a sus lugares de origen en los comienzos de 2018.

De allí en adelante, no sólo 2018 –siendo año par- mostró una nueva caída en la actividad económica sino que su impacto determinó que el declive no se detuviera y se profundizara en 2019.

Así llegamos al cambio de gobierno y, a poco andar, a la aparición de la pandemia y la adopción de medidas destinadas a la protección de la salud pública que por su naturaleza y en particular por su extensión temporal impactaron de manera más que intensa en el nivel de producción y, por tanto, en el empleo y en los ingresos de la población.

Datos “insólitos”

Pero el gráfico también muestra algo más de que el primer bienio macrista fue -al menos- similar a los años precedentes. En efecto, justo antes de iniciarse el descenso recién mencionado se habían alcanzado valores records dentro de la serie del EMAE. Entre fines de 2017 y comienzos de 2018 se registraron los mayores valores del Estimador mensual, a despecho de las múltiples expresiones críticas sobre la situación económica de entonces: la serie desestacionalizada en esos meses osciló entre 151 y 153.

Ese lapso coincide, también, con el de una fuerte recuperación del empleo y con una mejora en la distribución del ingreso. El coeficiente de Gini en el cuarto trimestre de 2017 fue el más bajo del cuatrienio (0.417)

También es evidente que el primer decenio de este siglo puede denominarse la “década ganada” y el segundo, por lo menos, como la “década estancada” y allí entran los dos últimos períodos de gobierno. Aun catalogando con los peores calificativos al gobierno de Macri, la situación actual no podría atribuirse sólo a su gestión si no hubiese sido precedida por la de Cristina Kirchner.

La caída del nivel de actividad y la conflictividad política desde entonces hasta el cambio de gobierno conducen a que ya a comienzos de 2020 se registraran valores bajos del EMAE ( para encontrar un índice menor al de febrero de este año hay que remontarse a junio de 2012). Y desde allí se inicia la profunda caída a lo largo de estos meses de pandemia y cuarentena.

Sin falsos dilemas para enfrentar los desafíos

Parece innecesario entrar en el falso dilema entre el cuidado de la salud y la recuperación económica en el país. Los millones de puestos de trabajo que se han evaporado, el empeoramiento de la distribución del ingreso y el incremento de la pobreza reclaman, al menos, la misma atención de la gestión gubernamental que el desarrollo de la pandemia de COVID 19. Las medidas de contención  (IFE o ATP) fueron indudablemente necesarias como paliativos pero además de que no pueden extenderse en el tiempo se debe encontrar el “plan” que, desafortunadamente, el actual presidente dice no tener ni querer. Lo contrario de lo que expresaba al asumir su función en diciembre último cuando anunció la creación de un Consejo Económico y Social que pensara en el largo plazo.

En su discurso inaugural, recordemos el Presidente Fernández afirmó al respecto: "Pretendemos que en este ámbito plural se diseñen los grandes pilares institucionales y productivos de mediano y largo plazo -sin discusiones coyunturales-, rumbo a un desarrollo humano integral e inclusivo"

Para salir de la crisis, potenciada en grado sumo por el frenazo económico derivado de la cuarentena y la pandemia es preciso, primero, reconocer la naturaleza profunda de las dificultades de Argentina. Luego entonces aparecerá la necesidad de la búsqueda de acuerdos sociales, económicos y políticos.

De donde se concluye que la actual tesitura oficial no es precisamente el camino que nos conducirá a salir del laberinto. En particular porque no hay UNA tesitura que exprese a la coalición gobernante.

La dirigencia política en su conjunto debe hacerse consciente de lo que necesita y reclama la ciudadanía. Reclamo que se extiende tanto a las instituciones de la República como a quienes conducen en los ámbitos económicos y sociales. Lo difícil de la tarea lo requiere.

 


jueves, 8 de octubre de 2020

Pueden volver los millones de puestos de trabajo perdidos? Columna en LA NACION 7-10-2020

 Columna aparecida en LA NACION, 7-10-2020

l impacto de las últimas cifras del mercado de trabajo, referidas a los meses de abril a junio inclusive, quizás no ha sido debidamente procesado, tanto por el Gobierno como por la población misma que padece una situación laboral crítica.

En efecto, en muchos casos se ha puesto el acento en el alza de la tasa de desempleo, que se elevó de 10 a 13% entre el segundo trimestre de 2019 e igual período de este año. Sin embargo, no puede omitirse que ese aumento del porcentaje no alude a un incremento del número de personas desocupadas, sino a su estancamiento.

Dado que ese indicador se calcula sobre la base del total de la población activa y esta magnitud se derrumbó (de 20 a 16 millones aproximadamente) el mismo volumen de desocupados se expresa en una tasa aumentada en tres puntos porcentuales.

El problema principal, sin embargo, radica en dos elementos correlacionados. Por un lado, ese descenso de activos refleja casi en su totalidad la pérdida de puestos de trabajo. Ligado a esto, en segundo lugar, que esa inmensa cantidad de personas que perdieron sus empleos no salieron a buscar uno de reemplazo. La razón es que el contexto general parecía indicar la inutilidad de la búsqueda, razón por la cual la respuesta a los encuestadores fue que no lo estaban haciendo. Es decir, pasaron a considerarse población económicamente inactiva.

De los datos publicados en estos días por el Indec surge que:

  • Casi todos los activos que ya no lo son, estaban ocupados.
  • El número absolutos de desocupados se mantuvo, pese al aumento del índice de desempleo.
  • La mayor parte de las ocupaciones perdidas corresponde a asalariados.
  • Sin embargo, proporcionalmente, el impacto mayor se registra en los no asalariados (eran menos de un cuarto de los ocupados pero más de un tercio de los puestos perdidos).
  • La mayor parte de la pérdida entre los asalariados (85%) corrió por cuenta de los precarios (los que están "en negro") pese a que representaban un tercio del total de personal en relación de dependencia.
  • Un resultado "inesperado" de esto es que la tasa de precariedad que oscila en torno de un tercio desde hace un cuarto de siglo (excepto a la salida de la convertibilidad que superó algo el 40%) ahora, con estos cambios, cayó a menos del 24%.

Ya se ha dicho que la Argentina no ha podido generar una política de crecimiento sostenido capaz de sustentar un horizonte de desarrollo (es decir su transformación en bienestar para la población) capaz de garantizar su permanencia.

Luego del período de gran impacto del sector externo a la salida de la crisis de comienzos de siglo, durante el cual se generaron superávit en los ámbitos externo y fiscal, el país entró en una etapa de estancamiento. Desde 2011 para acá el PBI per cápita ha tomado un derrotero en forma de zigzag en franco descenso. El año 2017 fue el último impar con crecimiento, habiendo acumulado con 2020 un trienio de caída del nivel de actividad.

El volumen total de la fuerza laboral, sin embargo, siguió aumentando aún en los años de menor producción. Hasta que llegó el Covid-19 y la consecuente suspensión de la mayor parte de las actividades.

De manera que el resultado evidenciado en las cifras del segundo trimestre de este año es una conjunción de historia y coyuntura. Era difícil que se mantuviera el empleo con un continuo descenso de la actividad económica. El golpe de gracia fue la cuarentena, al margen de lo necesario de su implantación.

Ahora bien, ¿por qué los resultados fueron los ya enumerados? Básicamente porque el mercado de trabajo es un reflejo de la configuración productiva en la que coexisten, junto a algunas actividades con apreciable nivel de productividad, una amplia gama de otras en las que predominan pequeñas y medianas unidades económicas.

En ellas suele advertirse un escaso peso relativo de transparencia impositiva y, consecuentemente, de adecuada protección para el respectivo personal en relación de dependencia.

De allí que sean los dos componentes mencionados (los asalariados precarios y una gran parte de los no asalariados) los que sufrieron -comparativamente- el mayor impacto de lo que suele denominarse "shock de oferta" es decir, un abrupto frenazo de la actividad productiva.

De esta manera, las esperanzas de las autoridades de repetir el proceso vivido desde mediados de 2002 en adelante tienen -desafortunadamente- pocas posibilidades de reproducirse. En aquel momento se fue revitalizando gran parte del aparato productivo luego de la triplicación del precio del dólar, proceso en el que la pequeña y mediana producción tuvo un rol principal. Mientras tanto, ese inmenso componente del mercado de trabajo ha empezado a resquebrajarse debido tanto a la intensidad como a la prolongación temporal de la crítica situación.

Carecemos ahora tanto del empuje proveniente del sector externo como de fondos públicos que puedan solventar siquiera la adecuada atención de los más débiles. Más allá de los tres pagos de diez mil pesos a casi nueve millones de beneficiarios del IFE no parece haber posibilidades de agregar más transferencias de ese tipo. Pese a lo escaso de su monto (distribuido en el semestre transcurrido significó una percepción de 5000 pesos mensuales) contribuyó a paliar en algo la desaparición total o parcial de ingresos laborales.

La lenta ampliación de actividades permitidas encuentra una demanda enflaquecida por esta circunstancia y por el hecho de que los salarios continúan perdiendo su carrera frente a los precios.

Los intentos de mostrar una dirección económica a través del proyecto de presupuesto fiscal para 2021 se han visto frustrados porque sus parámetros principales (entre ellos el tipo de cambio) han quedado totalmente desactualizados. Lo que se suma a la perduración de la escasez de divisas: la restricción externa. Esto ha llevado a incrementar el cepo cambiario desairando al propio ministro del área.

Ahora bien, tenemos por delante la negociación con el FMI. Si era malo sentarse a la mesa durante la gestión de Cambiemos es difícil imaginar su potencial virtuosismo actual. El Fondo, cualquiera sea el resultado electoral de los Estados Unidos, aceptará posponer nuestros pagos a cambio de que garanticemos su cumplimiento. Con lo cual no habrá más opción que -alguna vez- asumir una política económica que enfrente sus obstáculos centrales.

Para hacerlo, es imprescindible la consagración de una etapa de construcción política consensuada. Esto es, cambiar totalmente la orientación actual desde la confrontación permanente a la generación de consensos de naturaleza económica, política y social. De otro modo, los millones de puestos de trabajo perdidos en la primera parte de este año no sólo no se recuperarían sino que podrían ampliarse. Esa es la encrucijada.


jueves, 1 de octubre de 2020

Para los economistas, la pobreza bajará si la economía crece M. Iglesia - Clarin 1-10-2020

 Nota de María Iglesia, publicada en Clarín, 1-10-2020


Las estimaciones de cuál iba a ser el impacto social de la crisis económica que profundizó el coronavirus en la Argentina se confirmaron: la pobreza trepó y alcanzó en el primer semestre al 40,9% de la población.

Parte de ese 40,9% se explica por la pandemia, sin dudas. Pero la situación al momento del impacto del covid-19 ya era compleja: un 35,5% de los argentinos no llegaban a cubrir sus necesidades básicas.

En medio de este panorama, las perspectivas no lucen alentadoras para los próximos años. En el mejor de los casos, si la Argentina creciera un 3% por año durante una década, aún habría un 15% de la población bajo la línea de pobreza, según surge de un estudio que del CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento).

Es por eso que el crecimiento económico es una condición necesaria para reducir la pobreza pero no suficiente, según surge de los comentarios de especialistas consultados.

Leopoldo Tornarolli, investigador del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad Nacional de La Plata separó en dos aristas: la cuestión coyuntural, vinculada a la pandemia, y la más estructural de la pobreza.

Para el primer caso dijo que “una parte del aumento en la pobreza e indigencia puede ser revertido en forma más o menos rápida una vez que las actividades económicas que se encuentran paralizadas como consecuencia de la crisis del COVID retomen su nivel más o menos normal. Pero seguramente esta crisis nos deje con un piso de pobreza algo más alto al que teníamos antes de la misma”.

Sobre la aplicación de los programas IFE y el ATP consideró que por ahora fueron “relativamente exitosos para conservar empleo formal (veremos a mediano plazo), pero no han sido suficientes para compensar el tremendo deterioro del mercado informal, que es de donde derivan la mayor parte de sus ingresos los hogares pobres y aquellos hogares que no eran pobres pero que se encuentran muy cerca de la línea de pobreza”.

Respecto a la cuestión más estructural, dijo que la Argentina necesita estabilizar la macro y volver a crecer de manera urgente. Además, identificó que “desde 2010 la mayor parte de los países de la región lograron avanzar, a distintas velocidades, en la reducción de la pobreza, cosa que no logró Argentina”.

Las políticas, consideró, se deben centrar en crear más empleo formal y en migrar a un sistema tributario “más eficiente y progresivo que el que tenemos en la actualidad”. Además, desde el gasto “se debería evitar que otra vez gran parte se destine a los subsidios económicos a los servicios, que como muestran muchos trabajos, terminan en gran parte en manos de hogares de los estratos medios y altos de la distribución”.

“Evitar que esto vuelva a suceder permitiría, en un contexto de recursos fiscales escasos como nos espera, destinar mayor cantidad de esos recursos a programas específicos que atienden la situación de aquellos hogares en situación de pobreza”, mencionó.

Para Gala Díaz Langou, directora del programa de Protección Social del CIPPEC, se requiere una respuesta multidimensional, “con un conjunto de acciones que garanticen ingresos de manera de responder a la urgencia”, como prioridad en el corto plazo, pero también en trabajar en evitar la transmisión intergeneracional de la pobreza.

“Se vienen transfiriendo ingresos y eso seguramente hizo que este número no fuera mayor. En la infancia, fortalecer aún más ingresos a estas familias. Que 56% de los niños sean pobres es gravísimo. Un problema en la actualidad y una hipoteca para el futuro”, caracterizó.

Javier Lindenboim, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) de la UBA, dijo que es siempre difícil responder a la pregunta de cómo reducir la pobreza ya que ninguna medida aislada resuelve el problema.

Mencionó que desde el gobierno de Raúl Alfonsín que la tasa de inversión viene en caída, razón por la cual es muy difícil incrementar el ritmo de crecimiento de la economía argentina en sí. “Si el PBI es más chico, todo va a depender del tironeo de la sociedad para quedarse con una porción mayor. Es la sustancia del problema”, definió.

Para Jorge Colina del IDESA sostuvo que es importante volver lo más rápido posible a las actividades que se puedan hacer con relativa normalidad para reducir el impacto en los sectores más informales. “Pero también hay que avanzar con resolver la inflación porque en esta situación una persona logra hacerse de algunos ingresos pero luego la suba de precios se lo termina llevando”, dijo.

Aún así, tras el paso de la pandemia del coronavirus, la realidad argentina desde el plano social no volverá a ser el mismo. “Va a disminuir un poco pero no creo que baje del 38% la pobreza el año próximo”, pronosticó Colina.

El salto de los indicadores de pobreza y la pandemia - S. González, LV 12, Tucumán

 Entrevista de SErgio González, LV 12, Tucumán, 1° 10 2020 sobre los datos de pobreza del primer semestre  de este año