Columna aparecida en El Cronista el 15-10-2020
Las advertencias
formuladas por sectores diversos acerca del impacto negativo en la actividad
económica (así como sobre el empleo y la distribución del ingreso) no fueron
consideradas pertinentes por el gobierno nacional.
Las cifras de estos
días sobre empleo e ingresos (EPH) y sobre el nivel de actividad (EMAE) agregan
dramatismo e ilustran sobre la gravedad de la situación.
Fuente:
INDEC, Estimador mensual de la actividad económica, julio 2020
La
foto y la historia
En la página 3 del
informe EMAE, se grafica la evolución desde 2017 para acá. Pero el informe
proporciona la serie completa desde su inicio en 2004.
Una vez más los datos
oficiales son mucho más claros que las versiones de los mismos que se han
venido dando a través de los distintos períodos de gobierno.
De modo parecido a lo
que se puede apreciar con los datos ocupacionales, la actividad económica tuvo
dinamismo durante el primer gobierno kirchnerista. Luego de un pronunciado
descenso (entre mediados de 2008 y de 2009) pareció recuperarse el impulso que
duró hasta la renovación del mandato de la Dra. Kirchner en 2011.
Desde allí en adelante (para simplificar, a lo largo del tercer
mandato del kirchnerismo y la gestión de Cambiemos) la actividad económica
quedó básicamente estancada. No obstante, se registraron oscilaciones con
importantes disminuciones en los años pares. Pero el indicador estuvo entre los
valores 140 y 150 es decir entre un 40 y 50% superiores al del año 2004 tomado
como base de referencia. Es decir que -en ese lapso- los resultados estuvieron
en el rango superior de la serie.
Esto muestra, también,
que más allá de las virtudes y defectos de ambos gobiernos, ambos tropezaron
con las razones que siguen frenando el desempeño económico del país. Se
continuó, hasta 2015, con la apariencia de normalidad aunque agudizando los
problemas externo y fiscal y con la negativa a honrar ciertos compromisos
internacionales (tribunales de Nueva York). Al mismo tiempo, se dilapidaron
recursos en pésimas negociaciones con el Club de Paris y con los dueños de las
empresas “estatizadas”.
Luego del cambio de
gobierno en 2015, junto con la normalización de los reclamos de los acreedores
externos las autoridades creyeron que sólo con eso se abriría una etapa de
afluencia de capitales productivos tanto externos como locales. Ello no ocurrió
y sí en cambio aparecieron flujos financieros que ante las sacudidas
internacionales optaron por retornar a sus lugares de origen en los comienzos
de 2018.
De allí en adelante, no
sólo 2018 –siendo año par- mostró una nueva caída en la actividad económica
sino que su impacto determinó que el declive no se detuviera y se profundizara
en 2019.
Así llegamos al cambio
de gobierno y, a poco andar, a la aparición de la pandemia y la adopción de
medidas destinadas a la protección de la salud pública que por su naturaleza y
en particular por su extensión temporal impactaron de manera más que intensa en
el nivel de producción y, por tanto, en el empleo y en los ingresos de la
población.
Datos
“insólitos”
Pero el gráfico también
muestra algo más de que el primer bienio macrista fue -al menos- similar a los
años precedentes. En efecto, justo antes de iniciarse el descenso recién mencionado
se habían alcanzado valores records dentro de la serie del EMAE. Entre fines de
2017 y comienzos de 2018 se registraron los mayores valores del Estimador
mensual, a despecho de las múltiples expresiones críticas sobre la situación
económica de entonces: la serie desestacionalizada en esos meses osciló entre
151 y 153.
Ese lapso coincide, también,
con el de una fuerte recuperación del empleo y con una mejora en la
distribución del ingreso. El coeficiente de Gini en el cuarto trimestre de 2017
fue el más bajo del cuatrienio (0.417)
También es evidente que
el primer decenio de este siglo puede denominarse la “década ganada” y el
segundo, por lo menos, como la “década estancada” y allí entran los dos últimos
períodos de gobierno. Aun catalogando con los peores calificativos al gobierno
de Macri, la situación actual no podría atribuirse sólo a su gestión si no
hubiese sido precedida por la de Cristina Kirchner.
La caída del nivel de
actividad y la conflictividad política desde entonces hasta el cambio de
gobierno conducen a que ya a comienzos de 2020 se registraran valores bajos del
EMAE ( para encontrar un índice menor al de febrero de este año hay que
remontarse a junio de 2012). Y desde allí se inicia la profunda caída a lo
largo de estos meses de pandemia y cuarentena.
Sin
falsos dilemas para enfrentar los desafíos
Parece innecesario
entrar en el falso dilema entre el cuidado de la salud y la recuperación
económica en el país. Los millones de puestos de trabajo que se han evaporado,
el empeoramiento de la distribución del ingreso y el incremento de la pobreza
reclaman, al menos, la misma atención de la gestión gubernamental que el
desarrollo de la pandemia de COVID 19. Las medidas de contención (IFE o ATP) fueron indudablemente necesarias
como paliativos pero además de que no pueden extenderse en el tiempo se debe
encontrar el “plan” que, desafortunadamente, el actual presidente dice no tener
ni querer. Lo contrario de lo que expresaba al asumir su función en diciembre
último cuando anunció la creación de un Consejo Económico y Social que pensara
en el largo plazo.
En su discurso
inaugural, recordemos el Presidente Fernández afirmó al respecto: "Pretendemos
que en este ámbito plural se diseñen los grandes pilares institucionales y
productivos de mediano y largo plazo -sin discusiones coyunturales-, rumbo a un
desarrollo humano integral e inclusivo"
Para salir de la
crisis, potenciada en grado sumo por el frenazo económico derivado de la
cuarentena y la pandemia es preciso, primero, reconocer la naturaleza profunda
de las dificultades de Argentina. Luego entonces aparecerá la necesidad de la
búsqueda de acuerdos sociales, económicos y políticos.
De donde se concluye
que la actual tesitura oficial no es precisamente el camino que nos conducirá a
salir del laberinto. En particular porque no hay UNA tesitura que exprese a la
coalición gobernante.
La dirigencia política
en su conjunto debe hacerse consciente de lo que necesita y reclama la
ciudadanía. Reclamo que se extiende tanto a las instituciones de la República
como a quienes conducen en los ámbitos económicos y sociales. Lo difícil de la
tarea lo requiere.
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