sábado, 29 de junio de 2013

Nota interesante de HECTOR POLINO sobre las tarjetas de crédito y la "supercard"

HECTOR POLINO
Escribano - abogado

TARJETA SUPERCARD
Por Héctor Polino
Fundador y Representante Legal de Consumidores Libres
Con el propósito de bajar las comisiones que cobran los bancos, y las tasas de interés que pagan los consumidores por las compras en cuotas con tarjetas de crédito, se anunció con “bombos y platillos” la nueva tarjeta denominada SUPERCARD. Esta tarjeta según se anunció aparecería el 1 de abril ppdo.

         Pero si las comisiones que cobran los bancos se consideran altas, y efectivamente lo son, todo sería mucho más simple y beneficioso para los consumidores, si el Poder Ejecutivo Nacional enviara al Congreso un proyecto modificando las leyes Nº 25.065, y 26.010, que regulan el funcionamiento y las comisiones  que cobran los bancos a los supermercados y comercios.

          De esa manera, todas las tarjetas que hoy operan en el mercado podrían continuar operando sin necesidad de tener que imprimir la nueva tarjeta denominada SUPERCARD y distribuirla luego entre los consumidores de todo el país. Las comisiones que pagan los supermercados y negocios a las bancos de hasta un 3% en las tarjetas de crédito, y de hasta 1,5% en las de débito surgen de la ley de tarjetas vigente. Modificando tan sólo el artículo 15, de la ley Nº 26.010, se bajarían las comisiones en las tarjetas de crédito al 1%, y en las de débito al 0,50%. De manera simple se resolvería el problema; de lo contrario, todo el sistema se complicará innecesariamente.

           Además, si el Banco Central hiciera cumplir las leyes de tarjetas de crédito vigentes, los bancos no podrían continuar cobrando las tasas usurarias que llegan en muchos casos al 65% anual “Costo Financiero Total (CFT)”.

            Por otra parte, resulta inentendible que por un lado  el gobierno señale que la inflación del año 2012 fue del 10,5% anual, y por otro lado, considera “revolucionaria”, la tasa de interés del 22% para las compras financiadas con tarjetas. Si las cifras del INDEC fueran ciertas, las tasas de interés del 22% entonces serían usurarias.

            Pero además, en realidad los bancos tampoco les cobran el 3% a las grandes cadenas de supermercados. Porque luego les reintegran el 2%,  por la publicidad que estos hacen a los bancos. Las comisiones que realmente les cobran son del 1%.

            Los que sí pagan el 3% son los supermercados chinos, los comercios minoristas, zapaterías, librerías, restaurantes, heladerías, etc.

            Si el gobierno nacional realmente quiere quitar rentabilidad a los bancos, debería comenzar por aprobar de una buena vez, una ley que modifique la ley de entidades financieras de la época de la dictadura militar, que produjo la más brutal concentración, desnacionalización, y extranjerización del sistema bancario de nuestro país.

            Y, debería continuar por modificar las absurdas circulares del Banco Central, que desnaturalizan los propósitos solidarios establecidos en la ley Nº 25.782/03, de mi autoría, que permite la recreación  de las cajas de crédito cooperativas que con tanto éxito funcionaron en el pasado.

martes, 25 de junio de 2013

Una nota muy valiosa de Pablo Avelluto


ARTÍCULOS DE OPINIÓN
Elogio del diálogo
Pablo Avelluto *
Fui testigo de una situación extraña. Demasiado extraña para los tiempos que corren. Dos personas, muy respetables ambas, dialogaron durante una semana. Podría pensarse que esto no tiene nada de particular. Sin embargo, haber contado con el privilegio de ser testigo de las conversaciones entre Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis dejó en mí la idea de que hay algo que nos está faltando, algo que hemos perdido: tenemos la obligación y la necesidad urgente de volver a conversar entre nosotros, los argentinos.
Fernández Meijide y Leis han publicado en las últimas semanas dos libros importantes: No eran héroes, eran humanos (Sudamericana) y Testamento político (Katz Editores). Los dos vienen generando comentarios, debates, elogios, críticas y polémicas. En ellos revisan los orígenes de la tragedia argentina de la década del 70 de manera muy diferente. Los dos postulan ideas propias y nuevas. Fernández Meijide sostiene la importancia de realizar una fuerte crítica a las organizaciones armadas que intentaron tomar el poder en aquel tiempo a través de la violencia. Su crítica va más allá de lo bueno o lo malo de la estrategia de cada grupo. Se dirige al corazón del problema, es decir, el desprecio por la vida. Por su parte, Leis relata su propia biografía como combatiente en las filas de Montoneros y concluye con un pedido de perdón por sus acciones dirigido a la sociedad, al tiempo que propone un memorial único con los nombres de todas las víctimas de la barbarie, las del Estado y las de los grupos guerrilleros.
Demasiado joven para aquella historia -soy clase 66-, ambos libros me conmovieron. Por lo tanto, cuando Fernández Meijide me dijo que quería conversar con Leis, quien vive en Brasil desde hace muchos años, hice todo lo posible para que el encuentro pudiera llevarse a cabo. Pensé también que sería apropiado registrar las imágenes y el sonido de ese diálogo y convoqué a los jóvenes cineastas Carolina Azzi y Pablo Racioppi. Así, el 22 de mayo pasado partimos para Florianópolis junto con Graciela, con sus fuertes 82 años, y sin saber del todo qué ocurriría una vez allí y qué registraríamos en los siguientes siete días en la casa de Leis, en el interior de la isla de Santa Catarina.
El diálogo es una tradición, un hábito, una costumbre, que imperceptiblemente fue dejando de formar parte de nuestra cultura. No me refiero a la polémica ni a la confrontación, que, por el contrario, se han vuelto omnipresentes en la política y, en muchos casos, han hecho nido entre amigos o familiares. Nos hemos acostumbrado mansamente a los agravios, a considerar a los demás como adversarios o enemigos que deben ser derrotados, no escuchados, ninguneados. Hemos permitido que la chicana se convirtiera en nuestro instrumento primordial. El encuentro entre personas que piensan distinto es hoy un match de lucha en el barro. Uno debe ganar, el otro debe perder. Para el que gana, todo. Para el enemigo, ni justicia, como afirmó alguna vez Juan Perón en una de sus peores frases vista a la luz de los efectos que tuvo. El diálogo es otra cosa.
A lo largo de las más de veinte horas de conversaciones entre Graciela y Héctor no hubo una sola descalificación, no hubo ningún intento de convencer al otro del punto de vista propio. Aunque parezca mentira, dialogaron. Recorrieron cada uno de los episodios que contribuyeron a formar la historia negra de la violencia política en la Argentina desde la mañana del 16 de junio de 1955 hasta la del 23 de enero de 1989. Atravesaron los intentos de la democracia por superar, sancionar y olvidar el pasado: los decretos de diciembre de 1983, la Conadep, los juicios a las juntas militares, las leyes de punto final y obediencia debida, los indultos, los nuevos juicios y las experiencias de nuestros vecinos. Se contaron sus vidas, sus emociones y sus ideas mientras el país iba ensangrentándose por las motivaciones siempre tan nobles de unos y de otros. Se escucharon con atención, se interrumpieron con respeto. Se callaron cada vez que no había nada para decir. Y como en un acto de magia, que de mágico no tiene nada, comenzaron a brotar las ideas. Como una arquitectura donde cada uno aporta su parte a algo nuevo, que supera, que deja atrás, que construye. Sin la tiranía del tiempo ni la de la agenda. Sin interrupciones.
El poder del diálogo entre dos personas con vidas, edades y experiencias completamente disímiles se fue haciendo presente y se convirtió en metáfora de uno de nuestros principales fracasos como sociedad. ¿Cuánto mejores seríamos si pudiéramos dialogar? ¿Cuánto mejor nos iría? Es cierto, había un punto de partida que Leis recupera de los antiguos griegos: la phillia . El sentimiento fraterno. El afecto recíproco. El hecho de formar parte de una misma comunidad. Ese cemento extraño que nos mantiene unidos a pesar de nuestras diferencias. Pudieron dialogar porque se tienen ese tipo de respeto especial. La pertenencia a una historia común. El pacto inicial que constituye un proyecto de sociedad. Con todos, con los que piensan como uno y con todos los que piensan como ellos.
La posibilidad del diálogo abre puertas a dimensiones que los argentinos hemos olvidado y que muchos casi ni hemos conocido. El otro puede hablar y yo quiero escucharlo. Porque a partir de sus ideas puedo modificar las mías. Puedo volver a pensar lo que creía cierto. Puedo entender. Puedo analizar, ampliar, incluir, volver a pensar, encontrar mis propios errores. Y hasta puedo seguir pensando lo mismo que antes, pero habré mejorado en un plano más profundo y humano.
En el caso del encuentro entre Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis, todos los supuestos acerca del modo en que hoy es pensada la experiencia terrible de los años 70 fueron puestos a prueba. Desde el origen mismo de la violencia, la sociedad y la cultura que la hicieron posible, el candor juvenil, la muerte, sus razones y sus sinrazones, las responsabilidades, las mentiras, el demonio y los demonios. La idealización de las víctimas, la reescritura del pasado y su revisión, las cifras, los usos políticos de la historia en el presente, los juicios para algunos y la impunidad para otros, la noción de lesa humanidad, la de genocidio. La responsabilidad de no trasladar indefinidamente al futuro una cuenta impagable. Hasta la necesidad de las confesiones, del arrepentimiento, del perdón, de la reconciliación. Palabras envenenadas que ya no pueden ni siquiera ser mencionadas sin caer en las estigmatizaciones de unos y otros. Todo pudo ser dicho. Todo fue escuchado. Y todo pudo pensarse.
Finalmente, también dieron sus explicaciones pensando en las nuevas generaciones. Explicaciones dolorosas que aún estaban pendientes. Que permanecían ocultas en los pliegues de una historia que por motivos bien distintos los tuvo como protagonistas. Como dos viejos sabios que buscan que los jóvenes no tropiecen otra vez con la misma piedra. Señalando su propios errores, los de su tiempo, intentaban mejorar su legado e iluminar el camino para los que llegamos después y los que vienen aun después de nosotros. Graciela y Héctor, una y otra vez, desde mil lugares diferentes, volvían a preguntarse y responder por qué pasó, por qué no pudo evitarse lo que pasó.
En algunos momentos la emoción pudo más y no pude contener mis lágrimas. Me preguntaba a mí mismo por qué lloraba si sólo estaba escuchando con atención a dos personas conversando. Encontré la respuesta: lloraba por nuestro fracaso. Por tantas muertes inútiles. Por su uso vil. Por el pasado que no pasa. Lloraba por nuestra gran tragedia nacional y porque el diálogo, que siempre es sanador y terapéutico, se ha vuelto extraño. Y me di cuenta, profundamente, de cuánta falta nos hace.

*Socio del CPA
La Nación, 25-6-13

jueves, 6 de junio de 2013

Repercusión en Radio Salta de notas sobre la desocupación juvenil

 
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NACIONALES,  - 06/06/2013
Análisis de datos del INDEC
La desocupación entre los jóvenes llega al 20%
06/06/2013 | Hay 2,5 millones que no tienen empleo o es precario; el 15% no estudia ni trabaja
Imagen de la Noticia
 
Algo más de la mitad de la población argentina de entre 18 y 24 años -alrededor de 2,5 millones de jóvenes- tiene problemas de inserción social, ya sea porque son personas que no estudian ni trabajan, porque buscan empleo y no encuentran, o porque tienen una ocupación, pero precaria o informal. En el primer grupo hay 745.000 jóvenes, que son quienes tienen las mayores dificultades para delinear un proyecto de vida; los desocupados, en tanto, son 516.000, y, por último, los ocupados, pero en empleos sin plenos derechos, integran el grupo mayor: son alrededor de 1,3 millones.

Los números surgen de un estudio del Ieral, de la Fundación Mediterránea, basado en un análisis de datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec.

El informe indica que, en ese segmento de la sociedad, el desempleo fue en 2012 de 19,6%, contra un índice de 7,8% en la población total.

El dato no difiere mucho del relevado por la Encuesta de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que descubrió una desocupación juvenil de 21,9%, en tanto que entre quienes tienen 25 años o más la tasa es de 7,3% de la población activa.
Que la problemática laboral es más grave entre los jóvenes es un dato histórico, que se repite además en muchos países. Pero la situación es más crítica en sociedades con un alto nivel de pobreza y carencias estructurales, dado lo que significan, por caso, las dificultades para el acceso y la continuidad en el sistema educativo.

El desempleo entre los jóvenes de 18 a 24 años se redujo entre 2003 y 2008 de 36,9 a 19,1% de quienes se declaran en actividad. En los últimos cinco años, y al igual que lo ocurrido con otros indicadores de la realidad laboral del país, la tasa no mejoró. Y entre los ocupados que tienen esas edades, seis de cada 10 están en empleos de baja calidad.

En todo el recorrido de la última década, algunos consiguieron empleo, pero muchos se alejaron del mercado laboral, es decir, dejaron de buscar un puesto, tal vez por la mejora en los ingresos familiares que hubo en los primeros años de reactivación. La tasa de actividad juvenil era de 62,3% en 2003 y de 54,2% el año pasado. Pero lo que explica esa disminución no fue sólo un aumento en la proporción de jóvenes estudiantes, sino también en la de quienes no estudian ni trabajan, que eran 13,1% y hoy son 15,3 por ciento.

"El período favorable de actividad económica no fue aprovechado para disminuir en forma estructural la incidencia del empleo informal y de baja productividad" que afecta con fuerza a la población joven, interpretan los economistas Marcelo Capello y Gerardo García Oro, del Ieral, quienes observan que los programas gubernamentales focalizados en esta población son útiles, pero de baja escala frente a la dimensión del problema, y presentan deficiencias en la distribución geográfica (ver aparte).
"No tenemos una política integral para la inserción de los jóvenes", dice Andrea Ávila, directora ejecutiva de la consultora Randstat, que entre otras tareas se dedica a la búsqueda de personal temporario, que suele ser una puerta de entrada al mercado formal. Según Ávila, en los primeros años de reactivación tras la crisis de principios de siglo, muchas empresas pretendieron encontrar personal entrenado en tareas técnicas, pero ante las dificultades, varias cambiaron de estrategia y empezaron a trabajar con instituciones educativas para ayudar a la inserción. Pero ni eso ni los planes oficiales alcanzan, y a eso se suma, como problema, que industrias como la de los call centers, que tuvieron amplia demanda de jóvenes durante unos años, hoy ya no son creadoras de empleos.

Según Agustín Salvia, coordinador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, los jóvenes integran el grupo social que responde con mayores dificultades en los cambios de ciclo económico. Al retraerse la actividad, son los primeros en quedar desempleados o precarizados, y al llegar la recuperación son los últimos en poder reinsertarse, según explica. La nula o escasa experiencia laboral, sobre todo en la economía formal, y la poca flexibilidad en los contratos, son factores que explican tal realidad.

PROBLEMAS ESTRUCTURALES

De cara a las oportunidades de reinserción, de mucho depende la condición social de origen. Entre los jóvenes de clases más bajas, señala Salvia, la incorporación puede ser rápida pero en tareas precarias, en changas que no permiten desarrollar un proyecto. Así, en un país como la Argentina, donde según el índice elaborado por la UCA la pobreza afecta a 26,9% de los habitantes, los problemas de coyuntura están atravesados por un tema estructural que traba -incluso en épocas favorables- las mejoras en los niveles de informalidad.

"Hoy no conocemos bien cuál es la inflación ni la pobreza, pero sí sabemos que tener trabajo no garantiza no ser pobre", afirma Javier Lindenboim, director del centro de estudios Ceped, de la UBA.

Los analistas del Ieral agregan que si bien en los últimos años mejoró la asistencia escolar, no hubo avances en términos de calidad. Y eso atenta contra el corazón mismo de los mecanismos de inclusión social.

FUENTE: www.radiosalta.com

domingo, 2 de junio de 2013

Reportaje de S Stang y P Urien para LA NACION 2-6-2013

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Datos ocultos del mercado laboral: la precariedad asoma tras los índices

Las mejoras poscrisis en la cantidad y la calidad de las ocupaciones se frenaron en 2007; 16% de los activos tienen problemas de inserción, mientras persisten los bajos ingresos y la alta informalidad
Por  y   | LA NACION

s de 2,7 millones de argentinos, entre desocupados y subocupados, tienen problemas para su inserción en el mundo del trabajo, según estimaciones basadas en datos oficiales. Se trata de 15,9% de la fuerza laboral, un índice muy inferior al de una década atrás, de 38,1%, pero muy similar al 16,6% de hace cinco años. Desde ese entonces, la evolución de los índices del mercado de trabajo, de los que se nutre constantemente el relato oficial, entró en una etapa de estancamiento.
Entre las personas que cuentan con una ocupación, una de cada tres está en la informalidad; la mitad, en tanto, son asalariados en blanco, y de ellos, un tercio depende del Estado, una proporción que fue creciendo, ya que en los últimos años el empleo público avanzó a un ritmo que duplicó y aún más al del sector privado.
 
En materia de ingresos, uno de cada dos trabajadores gana menos de $ 3500 por mes. La contracara de ese cuadro -que hace que tener empleo no garantice no ser pobre- es que el costo laboral medido en dólares sube y afecta la competitividad y las posibilidades de generación de puestos, aun cuando el salario real, que logró crecer durante varios años, tiene para muchos una caída. Un laberinto vicioso al que se entra por la inflación.

Reportaje de Chequeado.com publicado en LA NACION 2-6-2013


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Detrás del discurso

Energía e ingreso, en la década K

La verificación de los mensajes políticos de la semana
Por  y   | Para LA NACION

En una semana en la que el Gobierno siguió hablando de la última década como la "década ganada", dos líderes opositores -Ricardo Alfonsín y Hugo Moyano- cuestionaron las políticas energética y de distribución del ingreso. A continuación, un chequeo de sus dichos.
"Desde 2003, se perdió la soberanía o el autoabastecimiento energético"
(Ricardo Alfonsín, diputado nacional radical)

ENGAÑOSO