Columna aparecida en
EL CRONISTA el 2-8-2018
Evitar
el deterioro laboral requiere inversión
Durante el último verano
(enero-marzo de 2018) aumentó el empleo bastante más que el crecimiento de la
población pero los salarios perdieron participación en la riqueza generada.
Todo esto en comparación con igual trimestre del año previo.
Para
analizar el comportamiento del mercado de trabajo se requiere la confluencia de
buena y actualizada información en relación con diversos aspectos relevantes: uno
es el nivel de empleo; otro su calidad; otro es el nivel de ingreso
proporcionado por el trabajo realizado. Finalmente, elegir un adecuado punto de
comparación.
Una
forma de reseñar lo que muestran los nuevos datos es decir que si bien el mayor
número de puestos de trabajo (no de personas ocupadas) es importante, dado que
se elevó a un ritmo del doble del crecimiento poblacional, su composición por
categorías es deficitario pues el grupo que menos mejoró es el de los
asalariados protegidos. Esa ha sido la crítica principal al desempeño laboral
del último bienio.
Un poco de
historia reciente
Para
observar más en detalle la información publicada por el área de Cuentas
Nacionales del INDEC, puede hacerse un rápido repaso del desempeño de las
categorías de puestos laborales en los años precedentes.
Entre
2004 y 2016 el número de puestos asalariados privados registrados se elevó en
más de un 50% lo cual va en línea con otras informaciones disponibles del
mercado laboral. Si partimos los doce años en tercios, encontramos que la
mejoría notable se debe casi en exclusividad el primero de esos cuatrienios. En
efecto entre 2004 y 2008 el aumento de este tipo de puestos fue de más del 40%
mientras que en los lapsos posteriores casi desapareció (7 y 3%,
respectivamente). Eso significa que entre 2012 y 2016 ni siquiera aumentaba a
tono con el aumento de la población.
Puestos de
trabajo asalariado en el sector privado
Tamaño
según número asalariados
|
Crecimiento del número de puestos (%)
|
2004-2008
|
2008-2012
|
2012-2016
|
2004-2016
|
|
|
|
|
|
Hasta
10
|
30
|
5
|
0
|
36
|
Entre
11 y 50
|
38
|
6
|
-1
|
46
|
Entre
51 y 200
|
39
|
6
|
4
|
52
|
Entre
201 y 1000
|
44
|
8
|
8
|
68
|
Más
de 1000
|
68
|
13
|
3
|
95
|
TOTAL
|
42
|
7
|
3
|
56
|
Fuente: Elaboración
propia en base a INDEC, Cuentas Nacionales, sh_erl_3_2016.xls
Si
a la distinción temporal le sumamos la desagregación según estratos definidos
por el tamaño ocupacional de la empresa en la que se desempeña el conjunto de
estos asalariados, se observa un comportamiento dispar.
Las
empresas menores (que fueron las que lideraron la recuperación económica desde
mediados de 2002 y generaron fuerte impacto en el empleo) fueron las que menos
aumentaron su dotación -en torno del 40% las que no llegan a 50 puestos- en los
doce años. Las de 51 a 200 tuvieron un ritmo similar a la media mientras que
las mayores lo hicieron en un 70% y más del 90% las de mayor tamaño.
Este
repaso debería ser de utilidad al momento de analizar las dificultades de las
empresas de menor porte expresadas actualmente. Por lo que se ve, estos
problemas llevarían ya una década y se expresaron en la contención de la
demanda de empleo.
Otro
contraste relevante surge de cuantificar la totalidad de los puestos de
trabajo. Mientras los no registrados crecieron poco (menos del 10%) y los no
asalariados lo hicieron en un 20%, el empleo estatal sumó un 60% a su dotación
inicial.
Los sectores que
hoy demandan empleo
En
los dos años que van desde el primer trimestre de 2016 al primero de este año,
se crearon casi 700.000 puestos de los cuales 600.000 en el sector privado.
Un
cuarto del total corresponde a las actividades inmobiliarias, empresariales y
de alquiler. Sumando a esto la rama de la construcción (12%) se explica algo
más de un tercio del total de nuevos puestos de trabajo.
Otro
tercio (35%) corresponde a los servicios de enseñanza, sociales, de salud,
comunitarios y personales. El comercio y los restaurantes y hoteles aportaron
un 15%, el agro el 7% y la administración pública el 5%.
El
sector ausente es el de la industria manufacturera que en esos dos años mantuvo
su dotación. El balance es, por cierto, cuantitativamente importante si se lo
contrasta con las reiteradas afirmaciones de pérdida de puestos de trabajo. Además
de la ausencia de dinamismo industrial se aprecia que salvo la construcción y
el sector primario el incremento se apoya casi por completo en el sector
terciario. Aunque la terciarización del empleo es un fenómeno de alcance
internacional esto no elude la necesidad de debatir en profundidad tanto la
cuantía como la calidad del empleo que el país genera.
El horizonte
La
disputa acerca de si la reciente tormenta es consecuencia de la política
económica en curso hasta ahora o de los resultados inevitables de la precedente
o del cambio de las condiciones internacionales (proclives a privilegiar los
nacionalismos y a aumentar la tasa de interés) o de una combinación perniciosa
de todas ellas es relevante, por cierto.
Algunas
cuestiones son claras cualquiera sea el resultado de tales debates. Argentina
tiene una baja tasa de inversión que la aleja crecientemente de la media
internacional y su reversión depende de la decisión del capital de modo
esencial.
Durante
la gestión anterior se verificó una traslación de ingresos del sector del
capital al asalariado al aumentar la participación de este último de manera
sensible: de poco más del 30% a alrededor del 50% del ingreso, nivel del que no
se retrocedió. Alguien puede argumentar que allí estaría la explicación de la
retracción de la inversión. Sin embargo la tasa de inversión en el país viene
siendo escasa desde mucho antes lo que implica que el sector empresario ha
tenido un comportamiento distante del emprendedor “schumpeteriano”.
Por
eso, la necesaria regularización de la situación fiscal y monetaria planteada
desde el gobierno con base en los acuerdos con el FMI, no es suficiente para
prever perspectivas alentadoras en materia productiva y por tanto para esperar
una demanda de empleo sólida. Se anticipa una discusión, ojalá que sea
fructífera, alrededor del presupuesto de 2019. Aunque la misma se trasunte en
una “ley de leyes” razonablemente útil puede en el mejor de los casos ser
ventajoso para reencaminar los desajustes macroeconómicos. Pero, tal logro per se no construye una estrategia o un
horizonte y es por allí donde habría que volcar las energías sociales y
políticas. De lo contrario, no habrá inversión productiva y, por ende, tampoco
reconstruiremos una adecuada demanda laboral. Todo esto antes de entrar al
apasionante debate sobre la calidad de empleo que constituye un capítulo en sí
mismo.