No
es el desempleo, es el empleo.
Mario
Damill[i]
El
INDEC publicó hace pocos días los principales resultados de la Encuesta
Permanente de Hogares correspondientes al tercer trimestre de 2014, para el
total de 31 aglomerados urbanos.
El
dato que recibió más atención de los medios fue el aumento de la tasa de
desocupación. La reacción oficial apuntó a restar importancia a ese incremento,
señalando que el último año esa tasa aumentó sólo unas décimas, lo cuál es
cierto (vale aclarar que a lo largo de la nota examinamos los datos publicados
haciendo a un lado provisoriamente las consabidas dudas sobre las estadísticas
oficiales).
¿Entonces
el comportamiento del empleo nos deja tranquilos? Para nada, lamentablemente.
Como
sucede con demasiada frecuencia, en la discusión pública los argumentos se han
concentrado casi con exclusividad en un aspecto relativamente poco relevante de
la nueva información (en este caso, en esas pocas décimas de incremento de la
desocupación, un 0,7% de la población económicamente activa), dejando de lado
otros datos que son mucho más interesantes para comprender qué está pasando
actualmente con la economía.
Nos
referiremos especialmente a dos cambios muy significativos que se observan en
este mismo período. El dato de mayor peso es la caída de los puestos de trabajo
de tiempo completo (35 horas semanales o más). También llama la atención la
paralela baja de la “tasa de actividad”, es decir, de la proporción de personas
económicamente activas en relación con la población total. Las dos series
mencionadas pueden verse en el gráfico de esta nota, que se basa en la
información del INDEC.
[Gráfico
Acá]
La
tasa de ocupación de tiempo completo no es proporcionada directamente por el
INDEC. La calculamos restando a las cifras de “empleo” (que incluyen a los
subocupados) la “subocupación
demandante”. De esta manera, excluimos del empleo de tiempo completo a quienes
trabajan menos de 35 horas pero quieren trabajar más. En cambio, dejamos
incluidos allí a los subocupados “no demandantes”, que trabajan menos de 35
horas semanales pero no desean trabajar más horas. Actualmente este último
grupo es relativamente pequeño: alcanza a 1,3% de la población, aproximadamente.
La
contracción del empleo de tiempo completo entre 2013 y 2014 fue muy importante.
Equivale a casi 4 puntos porcentuales de la población activa nada menos. O bien
a alrededor de 1,7% de la población total: la correspondiente tasa pasó de
40,2% en el tercer trimestre de 2013 a 38,5% de la población en el mismo
período de este año. Esta baja interanual es, holgadamente, la mayor observada
desde 2003, como puede verse en el gráfico (supera incluso a la caída de 2009,
que fue de 1% de la población aproximadamente).
La
ocupación de tiempo completo es importante per se, puesto que en parte
se asocia con la calidad de los puestos de trabajo. Pero lo es especialmente,
para quienes examinamos el comportamiento “macro”, ya que los estudios
empíricos muestran de manera convincente que la ocupación de tiempo completo
está vinculada de manera estrecha con las fluctuaciones de la actividad
productiva, mucho más que la tasa de desempleo y también más que la tasa de empleo
“total”, que incluye a los subocupados (demandantes y no demandantes).
El
comportamiento declinante de la tasa de ocupación de tiempo completo muestra,
mucho más claramente que la tasa de desocupación, la notable pérdida de
dinamismo que ha venido experimentando la economía. La magnitud de esa
contracción del empleo es realmente impactante: si toda la caída de puestos de
trabajo de tiempo completo se hubiese reflejado en mayor desocupación, la tasa
de desempleo habría subido mucho más que unas décimas. En lugar de saltar a
7,5% de la población activa se habría ubicado alrededor de los 11 puntos, nada
menos. No se registran tasas de esa magnitud desde comienzos de 2006.
Pero,
es cierto, el desempleo abierto no aumentó tanto. Eso se debe a que la pérdida
de ocupaciones de tiempo completo fue en gran medida compensada. Lo fue apenas
un poco por el aumento de la subocupación, pero mucho más por una apreciable
baja de la tasa de actividad, es decir, por el retiro de trabajadores del
mercado laboral, por razones que los datos agregados no permiten determinar o
conjeturar con alguna confianza.
La
tasa de actividad, es decir, el cociente entre la población económicamente
activa y la población total, bajó de 46,1 a 44,7% en el período que estamos
comentando aquí. Como puede verse en el gráfico, esa tasa está actualmente en
los valores más bajos observables desde 2003. Esta menor oferta laboral
redunda, naturalmente, en una atenuación del desempleo.
La
“compensación” que mencionábamos arriba es aproximadamente así: un 80% de la
pérdida de puestos de trabajo de tiempo completo entre los terceros trimestres
de 2013 y 2014 tuvo contrapartida en un “retiro” de trabajadores de la oferta
laboral, y no en mayor desempleo. Esta acentuada pérdida reciente de puestos de
trabajo de tiempo completo es preocupante, aunque el aumento del subempleo y,
sobre todo, el también acentuado descenso de la participación en el mercado de
trabajo permitan dealgún modo “disimular” el escaso dinamismo laboral.
Nos
hemos concentrado hasta aquí en las cifras del último año. Sin embargo, el
escaso dinamismo laboral ha sido una característica del período posterior a la
edad dorada de los 2000, extendida entre 2003 y 2008. En el gráfico puede verse
que la tasa de ocupación de tiempo completo se incrementó rápidamente hasta
fines de 2007, pero luego perdió dinamismo, para presentar una tendencia
declinante en los últimos años. El nivel registrado en el tercer trimestre de
2014 es semejante al del momento más deprimido observado en la fase más aguda de
la crisis global (en 2009), y se asemeja también a los valores de 2006.
Desde
2007-2008 en adelante, al tiempo que el esquema de política macroeconómica
perdía consistencia —fenómeno
que discutimos con Roberto Frenkel y Martín Rapetti en este reciente trabajo— el empleo privado, que en la fase anterior
había mostrado un gran dinamismo, tendió a estancarse, como porcentaje de la
población. Sin embargo, el desempleo siguió declinando hasta 2013, en buena
medida por el incremento del empleo público —vean, por ejemplo, el gráfico 12
de este trabajo
que escribimos con Roberto Frenkel— y más recientemente por la declinación ya
mencionada de la oferta laboral.
La
intensificación del atraso cambiario y la elevada inflación, que gravitan
negativamente sobre la actividad económica, hacen poco probable que esta tendencia
negativa de la ocupación se revierta en el futuro inmediato.
Tasa
de ocupación de tiempo completo y tasa de actividad (en porcentajes de la
población urbana total).
Fuente:
elaboración propia a partir de datos de INDEC.
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