HACIA UNA NUEVA DISTRIBUCION
Piketty también le habló a la Argentina
Las modas suelen ser caras para lo que ofrecen, además de ser efímeras y confundir todo lo que está en el escaparate. Esperemos que éste no sea el destino de El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, y otros trabajos de muchos colegas que comparten su programa de investigación: muchos opinaron sobre este best-seller, pero pocos asumen sus enseñanzas y recomendaciones.
Entre otros méritos, Piketty recupera el carácter histórico de la disciplina económica. Estudiando cómo evolucionó la desigualdad económica por más de un siglo en varios países, explica su correspondencia con la evolución política y social,
así como también con muchos problemas contemporáneos. Su conclusión es que en las últimas décadas las economías capitalistas han revertido el breve período en que la tendencia era hacia una mayor igualdad en la distribución de las riquezas y los ingresos, para retomar la “fase normal” con una clara tendencia hacia
sociedades muy desiguales. La desigualdad se proyecta hacia el futuro por dos razones principales: las expectativas de bajo crecimiento económico junto con creciente tasa de remuneración a la riqueza (cada vez más concentrada).
Pese a la difusión de conocimientos, al aumento de productividad, a la integración económica internacional y a la aceleración de algunos países emergentes, las fuerzas que tienden a la desigualdad se imponen sobre las que tienden a la igualdad. No puede esperarse que el crecimiento económico, la generación de empleo y las políticas sociales propias de los Estados de bienestar clásicos reviertan la desigualdad.
Entre otras fuerzas, la herencia es uno de los principales motivos de la desigualdad: las diferencias de ingresos y riquezas no se
explican por los méritos expresados en el mercado laboral, sino porque las personas nacen en lugares diferentes. Esto estaría conformando una “democracia patrimonialista”, donde las riquezas acumuladas y heredadas por una elite privilegiada le otorgan poder para decidir los destinos de las mayorías. Para revertir estas tendencias, Piketty propone un impuesto global a todas las expresiones de riqueza de las personas y a las transferencias generacionales de las mismas, en
oposición a los actuales esquemas tributarios, plagados de excepciones e impuestos indirectos regresivos.
así como también con muchos problemas contemporáneos. Su conclusión es que en las últimas décadas las economías capitalistas han revertido el breve período en que la tendencia era hacia una mayor igualdad en la distribución de las riquezas y los ingresos, para retomar la “fase normal” con una clara tendencia hacia
sociedades muy desiguales. La desigualdad se proyecta hacia el futuro por dos razones principales: las expectativas de bajo crecimiento económico junto con creciente tasa de remuneración a la riqueza (cada vez más concentrada).
Pese a la difusión de conocimientos, al aumento de productividad, a la integración económica internacional y a la aceleración de algunos países emergentes, las fuerzas que tienden a la desigualdad se imponen sobre las que tienden a la igualdad. No puede esperarse que el crecimiento económico, la generación de empleo y las políticas sociales propias de los Estados de bienestar clásicos reviertan la desigualdad.
Entre otras fuerzas, la herencia es uno de los principales motivos de la desigualdad: las diferencias de ingresos y riquezas no se
explican por los méritos expresados en el mercado laboral, sino porque las personas nacen en lugares diferentes. Esto estaría conformando una “democracia patrimonialista”, donde las riquezas acumuladas y heredadas por una elite privilegiada le otorgan poder para decidir los destinos de las mayorías. Para revertir estas tendencias, Piketty propone un impuesto global a todas las expresiones de riqueza de las personas y a las transferencias generacionales de las mismas, en
oposición a los actuales esquemas tributarios, plagados de excepciones e impuestos indirectos regresivos.
Si bien Piketty analiza a los países más desarrollados, sus resultados se confirman en estudios para países de menor desarrollo. De los mismos pueden extraerse (como mínimo) cinco enseñanzas que son útiles para describir la trayectoria y la actual situación distributiva de Argentina.
Primera: la tendencia distributiva en el país es hacia una mayor desigualdad, sólo interrumpida por cortos períodos debido a condiciones excepcionales y no perdurables, pero que se ha retomado en los últimos tiempos. Segunda: si bien es notable la desigualdad en el mercado laboral, la explicación principal es la fuerte concentración de las riquezas y su alta remuneración en relación con los rendimientos productivos y laborales. Tercera: la estructura tributaria actual no sirve para revertir esas tendencias desigualitarias y es necesaria una reforma tributaria progresiva para financiar políticas que eliminen las diferencias de nacimiento y promuevan la movilidad social. Cuarta: centrales para esa reforma son impuestos progresivos a las riquezas y los ingresos –sin excepciones–, empezando por un impuestoa las herencias. Quinta: sin políticas de este tipo, en el país seguirá consolidándose una democracia patrimonialista, donde las oportunidades de vida de las personas no dependen de sus capacidades y esfuerzos, sino de las riquezas acumuladas y heredadas.
*Director académico, Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp)
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