La preocupación por la situación ocupacional y por la capacidad de compra de los ingresos laborales se manifiesta a través de distintas manifestaciones públicas. Pero también se puede apreciar su raigambre a través de informaciones diversas entre ellas las derivadas de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), en especial pasada la noche negra de las estadísticas públicas.
Esa fuente informativa ha sufrido los avatares que afectaron el sistema estadístico argentino por lo que los valores absolutos deben ser tomados con cautela. Dejando un momento de lado esta advertencia la descripción más abarcadora puede sintetizarse así: durante la gestión de Néstor Kirchner se crearon 400.000 empleos anuales en los treinta aglomerados en los que se realiza la EPH. En la primera gestión de Cristina Kirchner, el ritmo bajó a menos de la mitad (170.000 por año) y en su segundo mandato volvió a dividirse por dos (78.000 anuales). En el comienzo de la gestión macrista el balance es tan pobre como en el período 2011/15 (90.000).
La primera conclusión es doble. Se está creando empleo, poco, pero se agrega. Ingresa fuerza laboral al mercado. Al mismo tiempo veníamos de una continua declinación en el incremento de la ocupación por lo cual el interrogante es si ya dejamos de caer o no.
Esta aseveración debe ser acompañada de una mirada más detallada sobre la composición del empleo creado. Allí, el déficit es notorio. Menos del 40% son asalariados o, lo que es lo mismo, el grueso del empleo generado en este año y medio ha sido de monotributistas.
También aquí, sin embargo, es necesario detenerse un poco más. Durante el período enero 2012 a diciembre 2015, el 70% del nuevo empleo fue de asalariados, un porcentaje que es casi el doble del registrado en el período más reciente. Pero interesa ver que esa cuantía estaba compuesta abrumadoramente de empleo estatal. Así, casi la totalidad de la caída de la participación de empleo asalariado contabilizado por el SIPA corresponde a los empleados públicos que aumentaron ahora pero con mucha más moderación.
Esa menor presencia de empleo estatal se compensó, porcentualmente, por monotributistas. La creación de empleo asalariado privado fue ahora muy baja (6%) pero en el segundo mandato de la Dra Kirchner no fue muy diferente (14%) a pesar de que antes como ahora el 50% del empleo registrado es de asalariados del sector privado. Aquí también, entonces, la situación deficitaria no es una novedad dentro del mercado laboral
Resta entonces un proceso de dinamización de la inversión en particular la privada que genere una demanda de empleo asalariado más vigorosa. Dicho cambio necesario contribuirá, también, a estimular otros componentes del mercado laboral. En ese sentido remontar la cuesta no es tarea sencilla. Como se ve la pendiente de la declinación de la tasa de inversión lleva una década. El pico se registró en 2007 (casi el 20%) y en el primer semestre de este año no llegamos al 15%. Dentro de ello el componente de la construcción se mantuvo en la mitad de la inversión anual. En otras palabras la inversión en maquinarias y equipos de transporte de cerca del 10% al 7% del PBI. Con estos valores es poco el crecimiento económico esperable y, por tanto, débil la demanda laboral. La tarea por delante es enorme.
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