Entrevista de Carlos Hernández, Radio Nihuill, Mendoza, sobre las perspectivas económicas para 2020, realizada el 31-12-2019
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martes, 31 de diciembre de 2019
miércoles, 25 de diciembre de 2019
Otro texto de Carlos Leyba 25-12-19
¿Hacemos el 4?
Carlos Leyba
“Hacer el 4” es demostrar que, con dificultades, se puede permanecer en equilibrio. Una manera de demostrar que se está sobrio. Demostración que sólo se reclama a quien no tiene hábito de estarlo.
Muchos países desarrollados tienen déficit fiscal, abundante deuda, y sin embargo las renovaciones de la deuda se dan por descartadas y las tasas de interés rara vez superan la tasa esperada de crecimiento del PBI.
Nuestra falta de “sobriedad” deriva en la imposibilidad de renovación de la deuda y en las altas tasas de interés que nos cobran que multiplican varias veces la histórica tasa de crecimiento de nuestra economía.
La razón de tanta “discriminación” es que, para el mundo financiero, nuestro país no tiene reputación de “sobrio”.
El programa de Martín Guzman tan impactante, tan acelerado, tan de “emergencias”, es un salir a escena “haciendo el 4”. Condición necesaria para anunciar que estamos sobrios y que tenemos voluntad y – lo más importante – capacidad de equilibrio. Es decir – si mal no recuerdo en ese sentido es algo parecido a lo que pasó con la convertibilidad de Domingo Cavallo – Martín le dice al mundo financiero “no me lo pidan”, lo estoy haciendo, mira como hago el 4. No es un programa “del Fondo”, pero sí – además de serlo para la Argentina – es una manera de converger con las exigencias posibles del FMI y de los acreedores.
Sin embargo, este comentario tan real y simpático como “hacer el 4” para probar sobriedad, que aquí puede sonar jocoso, en otros lares provoca espanto. Hablamos de las palabras. Si a un ciudadano chino le dijerámos “hace el 4”, como en mandarín “cuatro” suena parecido a “muerte”, ese sonido lo espantaría: cuatro es por allá el número de la mala suerte.
Es que en todos los órdenes de la vida hay tensión. Cuando “estamos haciendo el 4” exhibimos nuestra capacidad de equilibrio pero, haciéndolo sobre un solo pie – que eso es el ajuste, este y cualquier otro -, hay que cruzar los dedos para no desbarrancar. El equilibrio en un pie no es un equilibrio estable.
Entre el mandarín y el lenguaje criollo, a estos efectos, hay parentesco: en un pie – aun sobrio – el equilibrio es transitorio, fugaz. Para no caer se requiere apoyarnos en el otro pie, que necesariamente es el del crecimiento. Sin crecimiento, el equilibrio en un solo pie es inestable y el riesgo de caer es grande.
Por ahora con el plan de Alberto estamos en el pie del ajuste, pero no asoma cómo vamos a afirmar el del crecimiento. Guzman habló de un “plan integral” .Reveló en sus palabras que comparte el concepto básico de la política económica activa que es que, toda política, debe ser “global y simultánea”. Es entender a la politica como la intervención en un sistema y por lo tanto requiere tener una definición para todas y cada una de las variables, es reconocer que no hay divorcio entre corto y largo plazo. ¿Ese programa ha sido lanzado? No parece que así sea por ahora.
No debe dejarse de lado la evidencia que toda economía que no crece y no se desarrolla, se transforma en una economía para la deuda. Nuestra estructura económica, la que vienen heredando sucesivas presidencias y todas la han profundizado, es la de una “economía para la deuda”.
No vino sola. ¿Cómo empezó? Fue el resultado de la coninua destrucción del aparato productivo que fue decidida basándose en una supuesta teoría científica que nunca existió y que, salvo en la Argentina, en ningun país se puso en práctica.
Lo que se predicó como “imitar lo que hacen los países exitosos” desnudó una ignorancia notable por parte de los políticos, los economistas y los periodistas que manifiestan no tener la menor información de cómo funciona la política económica en la UE, USA o cualquier país de ingreso promedio alto, ni ahora ni antes de ser lo que hoy esos países son.
Obviamente la ignorancia es la otra cara de la soberbia y es notable como dominan el campo de los medios. De los “Chicago boy´s” al mejor equipo de los últimos 50 años” hay un solo rumbo: la sociedad en reversa. A punto tal que hoy el mejor futuro sería volver al pasado. La diferencia entre nosotros es la fecha del pasado que elegimos.
Lo cierto es que en estas condiciones estructurales es imposible alcanzar el equilibrio estable: el que se tiene sobre ambos pies y bien plantado.
¿Cómo se rompen esas condiciones? con un crecimiento extraordinario de la tasa de inversión. No hay otra manera. Ningún programa que no se proponga hacer crecer de manera expedita la tasa de inversión en actividades de producción puede esperar el éxito que, aclaremos, es sinónimo de “salida”. Salir del círculo vicioso del estancamiento que con la fuerza de un remolino nos arrastra al fondo del pozo. Inversión reproductiva, ni shoppings ni torres de Puerto Madero, porque nosotros cada vez producimos menos bienes y servicios transables. Lo que es transable es lo que podemos exportar o podemos dejar de importar, y por lo tanto lo que nos mejora la balanza con el resto del mundo.
Todo se conecta, una economía pro transables es una economía de empleo productivo. Hoy la economía asigna enorme cantidad de fuerza de trabajo a actividades de servicios sin transabilidad que son los que de una manera u otra fortalecen la “economía para la deuda”. Necesitamos ser una economía de productores exportadores de eso no hay la menor duda.
Lo cierto es que la procura de la inversión no se realiza desde hace 45 años. Néstor no lo hizo durante la mayor oportunidad histórica de ese período. El cronómetro del crecimiento, de la inversión reproductiva, se detuvo en 1975. Es lo que dicen las estadísticas.
Desde entonces se apostó a la “nueva sabiduría” de retirar al Estado de los incentivos a la inversión, dando lugar al ordenamiento del desarrollo por obra de los mercados financieros.
La consecuencia fue la búsqueda irracional de la abundancia de dólares para financiar la sustitución de producción nacional por importaciones. “Economía para la deuda”.
Derrotar ese “sentido común dominante” es el verdadero cambio de rumbo de la Argentina. Por ahora nada que lo anuncie.
¿Qué se logró? Destrucción del aparato productivo, desempleo, pobreza, desorganización social, florecimiento de los compartimentos estancos; y sustitución de la movilización cultural por el desarrollo y la justicia, por las demandas de las minorías militantes que, tal vez sin saberlo ni quererlo, ocultan lo que provoca la decadencia económica y social, tras el entusiasmo por el “éxito de las batallas culturales”.
Todo esto hereda Fernández la “tercera versión” del peronismo contando desde 1983.
¿Podrá reinstalar la vocación de desarrollo por la inversión reproductiva, el rebalance territorial y demográfico? No hay hasta ahora ni hechos ni señales en esa dirección. Pero sí – digno de mencionar – una urgencia notable por el Protocolo para el aborto como derecho.
Alberto logró la ley programa “de solidaridad y reactivación”, su “condición necesaria” para conversar con los acreedores y con el FMI, demostrando que “estamos haciendo el equilibrio”.
Abrir la puerta “haciendo el 4” es demostrar que estamos haciendo antes que lo pidan, lo que nos habría de pedir el mundo financiero para cualquier programa de cancelación, estabilización o espera, referido a la deuda.
Fernández optó por ofrecerlo como conducta propia, sin demasiada discusión y a ritmo acelerado. La adhesión de todo el peronismo, la izquierda asociada, los movimientos sociales, el silencio sindical y del empresariado, le da al programa un volúmen político que ese programa jamás habría alcanzado sin Alberto y sin Cristina.
¿Los dos van en el primer asiento del vehículo? Las transferencias de Poder Legislativo al Poder Ejecutivo que contiene la ley, implican que Alberto la mandó para agarrar el volante por un rato aunque, también está claro, todo lo que no es “lo económico y relaciones exteriores” está claramente en manos de Cristina. En realidad parece que son dos vehículos y no uno. El primero lo maneja Alberto. El de la”cultura, justicia, seguridad” lo maneja Cristina. ¿Van en la misma dirección? ¿Hasta cuando? El movimiento se demuestra andando. Por ahora son unos metros. Nada podemos saber.
“El Fondo aceptó esa lógica de trabajo” (Alberto Fernández, Página 12), le dijo a los empresarios más poderosos. “Les dijimos que nos dejen construir un plan sustentable y sobre esa base acordar cómo pagarles. …: el Fondo aceptó esa lógica de trabajo, no estamos improvisando” . Kristalina Georgieva debe haber dicho: “Martín si querés arreglar con nosotros, dejá de tomar”, antes de volver demostranos que están sobrios.
Superávit primario y poco de emisión reactivante. Guzman quiere poner bajo control la negociación de la deuda creando condiciones para la conversación con el FMI y los acreedores.
Por lo demás, ajuste contundente de las cuentas públicas – no hay otra manera de llamarlo – para neutralizar la tendencia al desequilibrio fiscal primario y alcanzar superávit primario para 2020 aumentando impuestos. Algunos que, en principio, desalientan las exportaciones, y otros que gravan el atesoramiento y el consumo en dólares, a los que suma el gravar los patrimonios brutos. En segundo lugar, el ajuste, se realiza tendiendo a “desindexar” los pagos de transferencia (jubilaciones) compensando con sumas fijas a las transferencias menores que son la mayor parte de esos pagos. En la urgencia han logrado zafar del apriete los jueces y los diplomáticos a los que la solidaridad previsional no les corresponderá y notablemente los petroleros y la minería.
Este ajuste es el requerido para las conversaciones con los acreedores – que son imprescindibles y urgentes – con la manifiesta voluntad de pagar las deudas para lograr una espera de capital e intereses por un largo período.
Los privados, ha trascendido, estarían dispuestos a una espera sin quita por el capital y a una financiación, inclusive a tasas normales (no las de terror que pagamos) de los intereses. Más deuda, pero menos problemas: es el costo de los beneficios de un default sin default y desalentar el riesgo de los holdouts que siempre ganan.
Fernández está buscando replicar las “condiciones ideales de gobierno” que son para él– su mantra – aquellas con las que gobernó Néstor Kirchner.
Néstor gobernó en default sin haberlo declarado (superávit financiero de hecho), con un heredado tipo de cambio más que generoso – barrera interna y promoción externa – y retenciones para generar superávit primario, tarifas pesificadas, cincuenta por ciento de pobreza y alto desempleo con salarios mínimos, y una calma social dificil de imaginar en el presente. Nada de eso lo puso en marcha Kirchner “lo heredó”. Un hombre afortunado.
Aquella economía – de abundante capacidad ociosa – recibió el doble motor del retorno de capitales fugados, que adquirían activos a precios, en dólares, irrisorios; el repunte de los términos del intercambio; y una memoria de estabilidad de precios de una década previa, sostenida por el lento incremento de la demanda de una economía con abundancia de oferta y marea de pobreza.
¿Cómo aproximarse a repetir esas condiciones? Guzmán ofrece lograr el superávit fiscal financiero suspendiendo, de manera acordada, el pago de intereses y capital de la deuda externa; segundo, lograr el superávit primario sumando impuestos “no trasladables a precios” (p.ej. autos de alta gama), aumentando las retenciones (30% soja o 33; 12 o 15 maíz, trigo, sorgo y girasol; 5 regionales e industria); y tercero, conteniendo la principal indexación del gasto público nacional (transferencias a pasivos) y dando lugar al incremento de las cargas sociales. Del ajuste siempre alguien zafa y como es de esperar, y en todo gobierno, los petroleros y mineros, reciben beneficios: las retenciones les bajan de 12 a 8 %. Y los deudores impositivos que logran otra moratoria extraordinaria y van ...
Algunas de estas decisiones revelan una baja atención sistémica. El tema del cianuro habilitado en la mineria mendocina es preocupante. Lo es el apoyo del Presidente. La cuestión es simple: permiso científico. No pueden dictarse leyes generales sobre el tema. Cada proyecto es minería es único y el primer paso es el permiso científico independiente que el Estado y la política deben garantizar. Y eso refiere a la visión sistémica: dólares sí pero no, por ejemplo, a cambio de contaminar las aguas de varias provincias o, por ejemplo, a costa de no reconstituir la materia orgánica al suelo. Los precios “sociales” son un elemento esencial de una política razonada más allá de las urgencias.
Hay, no obstante, cuestiones que resultan más dificiles. La calma social requiere más gasto; el retorno de capitales exige otros incentivos porque los precios en dólares de los activos y las expectativas, no son las mismas que recibió el afortunado Néstor.
Ni remotamente están las condiciones que recibió Kirchner. Es imposible imaginar como probable el rebote espontáneo que recibió Néstor ni las condiciones externas que le dieron oxigeno.
Lo que recibe Alberto es notablemente peor , aunque las apariencias engañen, y las posibilidades de rápida salida depende exclusivamente de la estrategia que desarrolle él y no de las condiciones exógenas que lo beneficien.
El mundo es diferente y el daño acumulado en la estructura productiva y en la base social tienen dimensiones inimaginables si el mirador lo instalamos en el momento en que se desencadenó la debacle (1975).
Y además Macri dejó una inflación anual promedio del 38%; una caída anual del PBI de 1,2% y una caída de 14 % en el salario real y un 40% de pobreza.
En esas condiciones más que complejas, además, la sociedad está profundamente dividida. Y eso exige mucho más al gobierno.
Los discurso de Alberto Fernandez, al respecto, son apropiados. Pero es dificil que logre imponer esa cultura de encuentro en la misma Cristina, que insiste en que el “ente” tiene genero, o en el Intendende de Avellaneda J. Ferraresi que saluda a lo nazi mientras los niños de su ciudad recitan que lo aman: lo que hay que oir.
Tal vez en los próximos días, con conversaciones sobre la deuda encaminadas, empecemos a debatir el ABC del desarrollo: incentivos a la inversión, atracción a los capitales fugados, reconstruir la substitución de importaciones, el sistema ferroviario y la industria local, la industria maritima, una verdadera revolución del transporte y la ocupación del territorio.
Además del ajuste para conversar de la deuda, necesitamos la estrategia de desarrollo para poder terminar con la “economía para la deuda”.
Y para eso hay que poner en caja el tamaño del Estado improductivo congelando el empleo públio en todas las jurisdicciones nacionales, provinciales, municipales, del ejecutivo, la legislación y la justicia: una convoctaoria a gobernadores e intendentes y a todos los organismos autónomos, al poder judicial y al poder legislativo.
Terminar con la evasión fiscal, empezando, sí, por el chiquitaje aunque suene mal, todo el comercio cotidiano. Obligando a la boleta, a pura tarjeta (incluido el sube social) y posnet, cada intendente puede ser un agente contra la evasión, fin del empleo en negro, de abajo para arriba, una batalla social.
Si hacemos todo eso, inversión reproductiva, empleo en bienes transables, poner en caja al Estado, combatir la evasión, economía de productores, permiso científico para la minería, nadie nos volverá a pedir que hagamos el 4 y dejaremos de cazar en el zoologico para lograrlo.
Si no lo hacemos “el 4” tendrá el sonido mandarín.
Tiempos dificiles.
viernes, 20 de diciembre de 2019
El ajuste del ajuste El Cronista 20-12-19
Columna aparecida en El Cronista, el 20-12-2019
Es notable en Argentina
la dificultad por llamar a las cosas por su nombre y la vocación por etiquetar
vacuidades. Uno de estos ejemplos es el modo de denominar la necesidad de
actuar sobre los desequilibrios notorios, persistentes y frustrantes que
muestra la economía de nuestro país.
Por lo general ese
hábito va de la mano de otro: la simplificación extrema de las complejidades
inherentes a la sociedad moderna y, por tanto, el apego a consignas facilistas.
Nos empecinamos en no
reconocer que una parte no pequeña de la bonanza de la primera década del siglo
XXI se originaba, como en gran parte de América Latina, en una novedad mundial
que cambiaba el recorrido de la evolución de los términos de intercambio. Esa
relación entre los precios de las ventas y los de las compras en el exterior
(muy desfavorable para toda América Latina en la segunda mitad del siglo XXI)
se dio vuelta como una media.
Los precios de los productos
primarios de exportación latinoamericanos crecieron de modo inusitado (el
petróleo, por ejemplo, pasó de 20 dólares en 2002 a 140 en 2009 antes de la
crisis financiera cuando cayó a 40 dólares; su recuperación lo mantuvo en las
cercanías de 100 dólares hasta 2015). Ese proceso para los combustibles
alimentó el desempeño de Venezuela, de Ecuador o de Bolivia, así como el de la
soja incidió en Argentina o Brasil. Y no fueron los únicos bienes ni los únicos
países que recibieron este enorme impulso que empezó a declinar al comenzar el
segundo decenio de este siglo.
La mayoría de nuestros
países no concretaron modificaciones a su estructura productiva, quizás
convencidos de que ese buen momento sería permanente o, al menos, más
perdurable. Al carecer de ese soporte se hizo imprescindible afrontar los
desafíos volviendo a la realidad de las limitaciones de nuestra configuración
productiva. Esta tiene atraso tecnológico, escasez de inversión (no necesariamente
de ahorro), escaso apego a las normas legales y a las obligaciones fiscales,
alta confianza en que medidas mágicas producirían de inmediato la solución
deseada. En cada uno de los momentos de cierto dinamismo económico, los
sectores beneficiados, en particular las capas medias, tienden a concebir sus
mejorías como logros propios y permanentes por lo que los cambios
macroeconómicos les producen mayor decepción y desapego.
Argentina tiene, en ese
contexto, algunas peculiaridades, en particular por ser el único país en el que
se considera que hay sólo un sector político (que, a su vez, se ve a si mismo
como la encarnación de la Nación) con capacidad de afrontar las dificultades y
construir el futuro apetecible.
Así, se observa aunque
termina siendo difícil de comprender, la asunción de propuestas denostadas
hasta hace unos momentos (el equilibrio fiscal, en lugar destacado) que ahora
son expuestas con naturalidad, maquilladas con el argumento de que se trata de
tragos amargos sólo necesarios por la pésima gestión precedente.
De un plumazo se borra
así la larga historia de estancamiento productivo del país, la sucesión de
orientaciones políticas divergentes (incluso desde una misma facción política),
la fuerte irregularidad de nuestro ciclo económico (caemos un año de cada
tres), la mencionada escasez de la tasa de inversión, la pérdida de la
participación del salario en el ingreso nacional desde mediados de los setenta,
seguida de una recuperación importante a la salida de la crisis de 2001 pero
sin condiciones de sustentabilidad (subsidios crecientes, desaparición de
superávits fiscal y externo) que empezaron a mostrarse en el segundo mandato de
la Dra. Kirchner y eclosionaron en la segunda mitad de la gestión macrista.
Ya en 2011 se ensayó –con
aquello de la “sintonía fina”- un esbozo de ajuste sin llamarlo tal. Ahora hubo
una constante andanada contra toda propuesta de Cambiemos por atender a algunos
de los temas nodales (como el de la sostenibilidad fiscal y externa) no criticándolo
por los reales o supuestos errores de implementación sino en su conjunto. No eran
cosas que hacían falta, se decía
Ahora, al margen de
algunas medidas acotadas, la formulación “hay que poner plata en el bolsillo de
la gente” se expresa en “cuanto hace falta sacar de los bolsillos de la gente”
para arreglar el desaguisado recibido. Al no irse a fondo y en serio, se
repiten formulaciones a veces huecas pero que, convengamos, tienen andamiento
en vastos sectores de la sociedad.
Al no estar convencida
la dirigencia ni la sociedad de que se trata de problemas extremadamente
complejos y que requieren seguramente lapsos no acotados, entonces se reemplaza
esa explicitación por consignas que siguen encubriendo los problemas como si
estos se resolvieran por sí mismos.
El caso del sistema
previsional es –quizás- un dramático ejemplo. Desde la reforma de hace un
cuarto de siglo, sólo se cambió el manejo de los cuantiosos fondos (de manos de
las AFJP a las arcas públicas) sin cambiar nada de su estructura básica y sólo
atendiendo a los heridos con moratorias sucesivas pues no resuelven las
cuestiones centrales. La negativa a sentarse a discutir seriamente ha llevado
sucesivamente a parches que cada vez más rápidamente muestran su insuficiencia
sino su ineficacia. No se conoce aún la opinión de los especialistas que
miraron siempre con recelo la gestión macrista por las presumidas propuestas
retrógradas que impulsaría frente a las nuevas medidas planteadas en el marco
del paquete económico oficial, que al menos temporalmente, vuelve a dejar al
arbitrio de la autoridad presidencial los ingresos y el futuro de ese amplio
sector de la sociedad (suspensión de los ajustes periódicos legales y de
regímenes especiales, por ejemplo).
En estos días en que
seguramente tendremos en manos del nuevo gobierno atribuciones excesivas
dirigidas a resolver las urgencias, que son muchas, perderemos otra vez la
oportunidad de discutir acerca del horizonte por alcanzar y los medios para
ello. Por eso sólo nos queda, negando el ajuste, hacer el ajuste. Y punto. Una
verdadera lástima
sábado, 14 de diciembre de 2019
BOLETIN INFORMATIVO - CEPED - 2do. semestre 2019
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