Columna publicada en Clarín, 11-5-2020
Tribuna
El mundo laboral actual en su laberinto
El impacto puede verificarse tanto entre asalariados como entre los trabajadores autónomos.
Una dramática descripción de las preocupaciones del mundo del trabajo hoy en todo el planeta la hizo recientemente la Oficina Internacional del Trabajo al afirmar que la mitad de la fuerza laboral está en riesgo transitorio o permanente de perder sus puestos o afectar sus ingresos. El informe afirma que el impacto puede verificarse tanto entre asalariados como entre los trabajadores autónomos.
En Argentina, las cifras más abarcadoras disponibles son las proporcionadas por la Cuenta de Generación de Ingresos (CGI) del INDEC. Esa fuente alude a puestos de trabajo no a personas. La diferencia entre número de puestos y de personas que los ocupan, a nivel agregado, es del orden del 10%, aunque hay actividades en que esa proporción puede elevarse significativamente, como en el caso del servicio doméstico.
Esta identificación y caracterización resulta imprescindible habida cuenta del fuerte impacto económico negativo de las medidas destinadas a proteger la salud pública y del subsiguiente intento de contribuir a paliar los efectos sociales de las mismas. A través del prisma ocupacional puede apreciarse no sólo el perfil laboral de la población sino también aspectos relevantes de su configuración productiva.
Composición de los puestos de trabajo (antes de la pandemia) Para toda la economía se demandan unos 20 millones de puestos, la mitad de los cuales corresponde a asalariados registrados. La otra mitad se distribuye entre los trabajadores en relación de dependencia precaria (asalariados no registrados) y los no asalariados, casi en partes iguales.
La información corresponde a finales de 2019 y no hay razones –ni datos- para pensar que su magnitud y composición sean significativamente distintos. Lo que sin duda se ha modificado es el ingreso que estén originando esas ocupaciones, teniendo en cuenta, además, la perduración de la inflación cuya intensidad no parece declinar.
En el conjunto de las 16 ramas o sectores, se destaca el peso del Comercio (17%), la Industria manufacturera (11%) y la Enseñanza (10%, mayoritariamente su componente público). Luego sigue la Construcción (8%), el sector Agropecuario (7%) y las Actividades inmobiliarias, servicios a empresas, etc. también con 7%. O sea que seis ramas absorben casi dos tercios del total de los puestos de trabajo. El tercio final se distribuye entre los diez sectores restantes.
Es muy diferente la composición (y la concentración relativa) según se mire a cada uno de los componentes ocupacionales.
Dentro de los 10.6 millones de asalariados registrados las ramas más extensas son la Administración Pública (nacional, provincial, municipal) y la Enseñanza de gestión estatal. Cada una abarca 1,5 millones de puestos o sea casi un tercio de todos los asalariados registrados.
Luego siguen dos ramas con valores individuales algo superiores al millón de puestos: Comercio e Industria manufacturera. De modo que la mitad del empleo (protegido) en relación de dependencia se concentra en esos cuatro sectores, de los cuales sólo uno -la industria- corresponde a la creación de bienes.
En cambio, entre los no registrados (5 millones en total) con cinco sectores se alcanza casi el 70% del total destacándose el servicio doméstico el cual, a su turno, expresa una alta proporción de la ocupación femenina. De cada cuatro trabajadores precarios, uno es del servicio doméstico.
Luego siguen Comercio (700 mil) y el Agro (600 mil). Con medio millón cada uno se agrega la Industria y la Construcción. Entre las once ramas restantes reúnen apenas un 30 % de los asalariados precarios Finalmente, entre quienes no son asalariados (otros cinco millones) vuelve a cambiar la composición sectorial y su ordenamiento con la particularidad de que su concentración es mayor aun: cinco ramas dan cuenta del 80% de este conjunto.
Así, uno de cada tres integrantes pertenece al sector de Comercio (1,7 millones) expresando a la gran masa de pequeños comerciantes a lo largo del país, cuenten o no con personal dependiente. Luego sigue otra rama con gran proporción de trabajo autónomo como la Construcción seguida de la Industria, lo que expresa la gran cantidad de pequeños talleres. Estas dos ramas, juntas, no alcanzan el tamaño de la de Comercio pues suman 1,5 millones. Con 600 mil cada una siguen luego el sector Agropecuario y la rama de Actividades inmobiliarias, servicios empresariales, etc. El restante 20% se distribuye entre las otras once ramas.
Resumen e implicancias. Estos pocos datos indican que no son pocos (la mitad) los puestos de trabajadores protegidos. En 2005 eran 45% De los 5.1 millones de trabajadores precarios, desprotegidos, casi un 40% se ubican en el trabajo doméstico y en el comercio.
Finalmente, entre los cuentapropistas y patrones (de los cuales un tercio trabaja en el comercio) una porción no muy importante está registrada como aportante a alguno de los regímenes de protección previsional, en gran parte como consecuencia del hecho de que su actividad económica circula por andariveles no muy transparentes.
De tal manera, el análisis del impacto de la actual crisis así como la identificación de medidas eficaces de protección social no deberían ser llevados a cabo al margen de estos elementos de juicio.
Al propio tiempo estas ilustraciones acuden en ayuda y clarifican apreciaciones a veces superficiales respecto de la cuantía, la composición y la calidad de la fuerza laboral de Argentina. Si las descripciones erradas son inquietantes de por sí, la adopción de medidas alejadas del conocimiento detallado de la realidad social a la que se procura atender, puede llevar a errores insalvables.
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