Columna aparecida en INFOBAE, 29-8-2020
El tema del empleo
oficia un lugar central dentro de las preocupaciones de la sociedad y de no
pocos analistas. Sin embargo sobre esta materia se ha acumulado un conjunto de
imprecisiones así como implicancias no necesariamente sostenidas en la
información existente.
Esto no es algo nuevo.
En el pasado no lejano, recordamos las afirmaciones –en algunos casos casi
catastróficas en los primeros meses de 2016- que no pudieron ser corroboradas
con datos fehacientes.
En esta como en otras
materias, todavía se sienten los efectos de la perniciosa intervención en las
actividades del INDEC destinadas a mostrar realidades inexistentes. Eso
transcurrió durante casi un decenio: desde enero de 2007 hasta fines de 2015
inclusive. De allí se derivó un apagón estadístico que se extendió algunos
meses de 2016.
Con el agravante de que
al retomarse las actividades aparecían discrepancias que podrían ser
interpretadas como simple descripción de una nueva realidad o bien como
consecuencia de ir solucionando las erróneas prácticas previas. Tal el caso del
alza en el índice de desempleo que no se entendía correctamente si no se lo
relacionaba con otras dos variables que también crecieron en ese momento: la
tasa de actividad y la de empleo. De ese modo, el mayor desempleo era posible
entenderlo como un “blanqueo” respecto de la información previa pues
aparentemente a ciertos desocupados se los catalogaba como inactivos.
Hay otras informaciones
que –afortunadamente- no tuvieron estas variaciones en el tiempo. Por ejemplo
las estadísticas del Ministerio de Trabajo sobre empleo registrado. Desde enero
de 2012 existe una serie que cubre a todos los asalariados registrados (privados,
públicos, domésticos) y al resto en una clasificación que no siempre es clara
pero que en conjunto incluye a los pequeños empresarios y cuentapropistas.
Dado que la
incorporación del empleo público a esta serie se consolida en ese momento, el
procesamiento oficial suele distinguir el empleo privado, el público y el de
los monotributistas sociales.
Así, el sector privado
reúne a los asalariados privados, al servicio doméstico, los autónomos y los
monotributistas comunes.
El gráfico muestra la
evolución desde enero de 2012 hasta mayo de 2020. Allí se percibe la sensible
caída en el sector privado (y en el agregado total) en los primeros meses de
este año. Este derrotero seguramente se explica en parte por la situación
crítica de arrastre como, especialmente, por los efectos de las medidas
sanitarias adoptadas que tuvieron enorme impacto en una virtual paralización de
gran parte de la actividad económica.
Asi y todo, el nivel
absoluto del empleo privado y del total registrado en mayo de 2020 no es menor
que la magnitud asentada al inicio de la serie. La situación es demasiado seria
para banalizar el problema. También lo es para ponerla en términos irreales.
Fuente: Elaboración propia sobre la base del Informe mensual de empleo
registrado del MTEySS
En poco tiempo más,cuando
dispongamos de los datos de la EPH del segundo trimestre de 2020, tendremos
oportunidad de aproximar una mirada de conjunto incluyendo los sectores no
incluidos en estos datos, es decir los cerca de diez millones de puestos de
trabajo ocupados por asalariados, cuentapropista y pequeños empresarios que no
están registrados. Es probable que el impacto ocupacional haya sido
proporcionalmente mayor fuera de los asalariados registrados. Esto es así
debido a la prohibición de despidos en el ámbito privado y a la estabilidad del
empleo estatal
Volviendo entonces a la
información graficada se aprecia también el fuerte aumento de los
monotributistas sociales en 2013 con su correlato en el descenso a partir de la
crisis de abril-mayo de 2018.
Por su parte el empleo estatal sólo disminuyó su ritmo de
crecimiento que no abandonó en ningún momento.
En cuanto al sector
privado, para poner en perspectiva digamos que el servicio doméstico y los
autónomos, en conjunto, reunían en 2012 800.000 puestos y en 2020 subieron a
860.000 (más los domésticos pues los autónomos cayeron un poco). A su turno,
los monotributistas simples subieron de 1.3 a 1.5 millones en el segundo
mandato de Cristina Kirchner, aumentaron otros cien mil a mayo de 2018 y allí
se mantuvieron para perder ese aumento sólo en los primeros meses de 2020.
De modo que la
evolución del empleo privado y el total registrado son los que reflejan mejor
el conjunto en el que se aprecia que el nivel record de empleo registrado se
ubica a comienzos de 2018. Eso muestra que, al igual que otras, la gestión de
Cambiemos debe ser analizada en materia ocupacional (y económica) en dos
partes. La primera fue la que incluyó el único registro positivo de aumento del
PBI y también del empleo. En la segunda mitad, se desplomó la economía pero el
conjunto del empleo no cayó.
En efecto según la
“Cuenta de generación del ingreso e insumos de mano de obra” del INDEC entre el
primer trimestre de 2016 y el de 2020 aún el empleo registrado privado tuvo un
leve aumento (lo que corrobora que la pérdida es la del último año y medio), el
estatal aumento en cien mil puestos y el grueso del incremento recayó en los
asalariados no registrados (“en negro”) con casi medio millón y cerca de 400.000
de aumento entre los no asalariados.
Esto lleva a que, hasta
el comienzo de la pandemia al menos, el problema del empleo era más bien el de
la falta de creación de puestos (en particular puestos de calidad) que el de la
pérdida, que la hubo en la industria continuando lo que venía pasando desde
hace bastante tiempo.
Industria
manufacturera –Puestos de trabajo asalariado registrado |
||
|
Puestos
(miles) |
Índice
Mayo 2010=100 |
Mayo
2010 |
1185 |
100 |
Mayo
2012 |
1253 |
106 |
Mayo
2014 |
1236 |
104 |
Mayo
2016 |
1230 |
104 |
Mayo
2018 |
1178 |
99 |
Mayo
2020 |
1076 |
91 |
Fuente:
Informes mensuales del MTEySS (último a mayo de 2020)
Mientras tanto, los
ingresos de la remuneración del sector asalariado privado pese a tener una
tendencia favorable desde 2009, con picos en 2013 y en 2017 y 2018, mostraron
caídas pronunciadas en 2014, en 2016 y, la más intensa desde abril de 2018
incluyendo breves recuperaciones a comienzos de 2019 y de 2020. Estas
oscilaciones no pueden menos que acompañar –en general- a la evolución del
ciclo económico
Es este el punto en el
que la pregunta de hacia dónde va el empleo (y sus ingresos) debería
focalizarse. Sin duda, apenas se elimine la prohibición de los despidos (que
sólo influye en dos tercios de los asalariados porque el tercio restante está
desprotegido) tendremos previsiblemente aumento del desempleo abierto. Pero,
además, habrá que estar atentos al efecto desaliento. Ya los datos de la ciudad
de Buenos Aires muestran una notable caída de la tasa de actividad como
consecuencia de la retracción de la oferta laboral (lo cual mueve poco el
índice de desempleo).
Fuente: Elaboración del CEPED sobre la base del informe del MTEySS a mayo de 2020
En cambio los ingresos,
tanto de los asalariados (cualquiera de sus componentes) como de los no
asalariados. Estos últimos genéricamente pueden apreciarse como los sectores
medios o medios bajos que forman parte nuclear de la vida social y económica y son los que han estado y
seguirán estando afectados.
La política económica
tendrá que tener en cuenta que luego del avance que significa el acuerdo con
los acreedores externos, la estabilización económica es prioritaria. Dentro de
ello el control de la emisión y de la inflación, serán cruciales a fin de no
deteriorar aún más la capacidad de compra de los (escasos) ingresos disponibles.
La pregunta sigue en pié ¿quo vadis?