Pese a no pocas miradas agoreras sobre los temas ocupacionales, mes a mes aparecen evidencias que no por modestas dejan de ser estimulantes.
Acaban de conocerse los datos de empleo registrado hasta mayo último. En cinco meses se agregaron 78.000 personas a la fuerza laboral registrada. ¿Dejamos atrás lo peor en materia de empleo?
A lo largo de todo 2016 se habían creado 96.000 empleos registrados. Lo cual no alcanzaba siquiera al ritmo de aumento de la población. Pero los nuevos empleos de este año, si mantuvieran el ritmo a lo largo de 2017, representarían 1,5% de elevación, es decir, más que el crecimiento de la población. Está claro entonces que el empleo aumentó poco y fue magro, pero creció. De modo que los impactos indudablemente negativos de cierres o despidos de personal han sido afortunadamente compensados con creces con nuevos puestos de trabajo.
La otra cuestión es evaluar de qué tipo de empleo estamos hablando. En 2017 creció tanto el componente privado de los asalariados como el público. Ambos, en conjunto, aportaron poco más de la mitad del total.
Una parte importante de los nuevos empleos estuvo conformada por los trabajadores independientes y del servicio doméstico (46%) pero esta cifra se ubica en medio de las registradas tanto en 2012 como en 2013. La diferencia es que el aporte proporcional de los asalariados privados este año es sensiblemente mayor que el registrado en 2012, 2013 o 2014. En aquellos años de escasa creación de empleo privado la compensación vino dada por el empleo público que aportó entre la mitad y las tres cuartas partes del empleo total registrado creado en cada año. ¿Todo esto es bueno? Sin duda. ¿Alcanza? En modo alguno.
La parte más negativa está dentro del sector asalariado privado. Allí aún no se recuperó el nivel absoluto de fines de 2015 pues se perdieron unos 16.000 empleos. Pero esto no es todo pues en su interior hay ramas muy afectadas: la industria en este año y medio destruyó algo más de 50.000 empleos. Si nos concentramos en los primeros cinco meses de cada año desde 2009 para aquí fueron más los años negativos para la industria que los positivos. Es decir que la nueva gestión no sólo no revirtió la preocupante situación ocupacional de la industria sino que la agravó.
La serie publicada por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social se inicia en 2009. Hasta 2015, en siete años, se crearon unos 80.000 empleos asalariados registrados al año. En términos sectoriales los aportes correspondieron un cuarto al comercio; otro cuarto venía de dos sectores el de transporte y el de servicios sociales y de salud, otro tercio adicional sumando la industria y la enseñanza. Como se observa la creación de empleo asalariado privado ha dependido principalmente de los servicios aunque hasta fines de 2015 la industria sumaba. Poco, pero sumaba.
La parte más negativa está dentro del sector asalariado privado. Allí aún no se recuperó el nivel absoluto de fines de 2015 pues se perdieron unos 16.000 empleos
Territorialmente, la pérdida de empleo asalariado privado en 2016 fue generalizada hasta julio. Los 49.000 empleos perdidos se distribuyeron en casi todo el país (salvo cuatro provincias). De allí en más la situación se revirtió. Se crearon 33.000 y salvo en cuatro jurisdicciones en casi todas hubo mejoría.
Tanto el empleo asalariado privado como los demás componentes están especialmente ligados a la existencia de un ciclo económico favorable que genere la demanda de fuerza laboral. Y tal reversión requiere tanto de políticas estatales como de decisiones empresarias. Ambas, hasta ahora, están pendientes.
Ya hace casi un año que parece que dejamos de retroceder aunque aún no se encienden los motores para ir hacia adelante. Claro que no es lo mismo retroceder que estar detenido. Pero en la práctica hay sectores de la población que no logran distinguir ambas instancias. La expectativa está puesta en que las señales recientes sobre crecimiento de la industria y la construcción (6,6% y 17%, respectivamente) prenuncien una etapa favorable para la economía nacional y, por ende, para el sector laboral argentino.
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