La labor desarrollada por las nuevas autoridades del Instituto Nacional de Estadística y Censos viene siendo encomiable. En un lapso relativamente breve y con condiciones muchas veces harto difíciles se fue recomponiendo paulatinamente la tarea propia del organismo rector de las estadísticas públicas de Argentina. En cierto sentido, ha quedado atrás una de las etapas más negras que fuera negada o minimizada durante casi una década no sólo los funcionarios del gobierno anterior sino también por muchos académicos e investigadores.
Se han recompuesto los equipos a cargo de la Encuesta Permanente de Hogares, se ha reconstruido el Índice de Precios al Consumidor (ahora con alcance nacional), se ha vuelto a producir información creíble sobre pobreza e indigencia, se ha reconstruido la serie de generación del producto y se ha dado alguna información sobre distribución funcional del ingreso, etc.
Es bueno, sin embargo, recordar que hay tareas pendientes que son también relevantes y requieren de la atención institucional y del control (o, al menos, de la preocupación) de la comunidad. Una de las áreas que espera mayor esfuerzo es la referida a las tareas censales.
El último censo nacional de población no ha sido aun debidamente evaluado y el lapso que resta para la realización del próximo relevamiento es ya muy escaso. Probablemente se esté discutiendo una eventual reformulación de la estrategia no sólo en materia de población sino en lo que hace a los censos económicos de alcance principalmente urbano y los de naturaleza agropecuaria a tono con la tendencia a ir disminuyendo la incidencia de los grandes operativos y su reemplazo o complementación con otros mecanismos de captación. Pero los años siguen transcurriendo y la información compilada en los diversos campos comienza a tornarse obsoleta.
Son muchas las variantes imaginables. Lo que llama la atención es que no parece haberse reinstalado un viejo y fructífero hábito en este ámbito: el del permanente intercambio entre productores y usuarios de las estadísticas públicas. Naturalmente es mucho más que organizar encuentros en los que se relata la tarea realizada. La complejidad de las tareas involucradas amén de la simplificación que puede resultar del uso adecuado de las nuevas tecnologías disponibles requiere ese tipo de interacción constructiva.
Para tomar un ítem mencionemos el relativo a la distribución factorial del ingreso. Hasta 2013 teníamos una base de cálculo para la estimación del producto la así llamada base 1993. Claro que se había discontinuado la provisión de información sobre distribución del ingreso en 2008.
En 2014 –bajo la intervención que por entonces operaba en el INDEC- se inicia una nueva serie (base 2004) con datos que reemplazan los de producto en sus componentes de oferta, demanda y distribución del ingreso brindando una serie para el período 2004-2013 más allá de las variadas críticas que se le hizo a esta innovación.
A mediados de 2016, se reemplazó la serie de producto por otra que eventualmente corregía algunas distorsiones y exageraciones que contenían los datos elaborados un par de años antes. Pero, en materia de ingresos, sólo se proveyó de la participación salarial correspondiente al año 2004. De ese modo, en poco tiempo ese año tuvo un valor de 36%, sustituido por otro de 30% y finalmente otro de 32%.
Supongamos que hay razones suficientes y apropiadas para las modificaciones. Y supongamos que las informaciones metodológicas también lo son. Pero el sólo hecho de que no hay ninguna información entre el 32% de 2004 y el 52 % anunciado hace poco para 2016 no puede menos que afectar la solidez de los datos anunciados.
No es este el lugar para opinar sobre la razonabilidad o no de un aumento del 60% en la participación de los trabajadores en el “reparto de la torta”. Pero no hay dudas que para entender tamaño cambio es imprescindible disponer de la información (así sea con rangos de confianza de los datos) que muestre el comportamiento sectorial de tal cambio y su verificación a través de un período de fuerte dinamismo económico (hasta 2007 o 2008) seguido por momentos críticos como el año 2009 o de estancamiento o dinámica de zigzag en los años siguientes, incluyendo retrocesos importantes como el del año 2014.
Parte de la información necesaria para esta tarea conecta y requiere diversas áreas del propio INDEC. Algunas de ellas han expresado que tienen serias dificultades para reconstruir la totalidad de las series que fueron maltratadas durante un decenio. Pero son necesarios los mayores esfuerzos aun en condiciones de dificultades grandes como las atravesadas por la Encuesta Permanente de Hogares en parte como consecuencia de proyecciones de población y rediseños no siempre justificables.
Mientras aguarda estas instancias, la comunidad científica y los interesados y especialistas en estos temas, están expectantes para involucrarse de manera positiva y creativa para intentar cubrir los huecos subsistentes y recuperar colectivamente la desafiante tarea de disponer de estadísticas serias, oportunas y creíbles.
Javier Lindenboim es economista. Director del CEPED e Investigador del CONICET
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