Debate
La productividad y la política, en cuestión
Los datos muestran un poco menos de desigualdad producto de los ingresos monetarios.
El año 2018 cerró con la información de que el empleo no había declinado (aunque su calidad dejaba que desear) y que la distribución primaria del ingreso seguía dando muestras de empeoramiento en comparación con el año previo.
Pese a muchas afirmaciones hechas con alguna displicencia, sin embargo, en el tercer trimestre de 2018 el Coeficiente de Gini mostróuna muy leve mejora respecto de 2017 (al pasar de 42.7 a 42.4) y casi tres puntos menos que en 2016. De este modo, los datos muestran un poco menos de desigualdad producto de los ingresos monetarios.
Por su parte, la relación entre los deciles extremos de la distribución per cápita familiar –comparando la brecha registrada en los terceros trimestres desde 2016- muestra estabilidad o mejoramiento según el indicador que se utilice (en la mediana, 16 veces y en el promedio de 22 a 19).
Todo esto en simultáneo con un balance enormemente negativo en materia económica (notable caída del PBI, duplicación del tipo de cambio, aceleración inusitada del ritmo inflacionario) y social (aumento de varios puntos porcentuales de las estimaciones de pobreza realizadas por la UCA).
De aquí podríamos extraer varias conclusiones, que no necesariamente van en una sola dirección. La primera puede ser la desacreditación política del gobierno actual que acaba de iniciar su cuarto año de gestión, a partir de una mirada extremadamente crítica. Ese no parece ser un camino muy promisorio.
Entre otras razones quedarnos allí dificulta encontrar otros elementos relevantes. Por ejemplo, no es bueno omitir que se agudizó la declinación de la tasa de inversión, pero venimos cayendo desde el gobierno de Alfonsín para acá. Con lo cual, la descripción objetiva de la caída en el último período de 11% de la tasa de inversión no explica por qué razón esa tasa en el sexenio alfonsinista fue de 18.6%, durante el gobierno de NK de 17.8 y en los dos mandatos de CFK de 17.1 y 15.9% respectivamente. Luego, en el primer bienio de Macri, caímos al 14.7%. Como hemos dicho hace poco, parece que al “Gobierno de los empresarios”, éstos no lo acompañan.
Otro aspecto relevante se vincula con la inflación que no nos abandona desde hace décadas. El decenio menemista no alcanzó para modificar el comportamiento económico y social de los argentinos (menos aún para desechar el “patrón dólar”). De manera que es altamente probable que el dramático ritmo inflacionario hunda sus raíces en cuestiones centrales del país, más allá de los errores y de las incompetencias atribuibles al gobierno de Cambiemos.
En sentido contrario, pero igualmente relevante es extraer de la realidad presente que la protección social, aún con dificultades, llegó para quedarse.
En conjunto, los dos puntos previos inciden en un tema medular sobre el que, decididamente, no encontramos el modo de hallarle solución. El déficit fiscal fue la característica dominante en el último medio siglo con la excepción del período 2003-2007 y algún año en la década de los’90.
Tomamos también con naturalidad la existencia y perduración de un amplio rango de actividad económica que se desarrolla fue de las normas legales y fiscales lo que es acompañado con un estilo de consumo que lo estimula.
Pero mientras discutimos sobre qué bases podremos reencaminar el funcionamiento de nuestro aparato productivo y los vínculos sociales, deberíamos tener conciencia de que hay procesos que teniendo su lado favorable (por ejemplo, que el empleo crezca aun cuando el PBI declina) deben ser tomados en consideración pues de lo contrario rápidamente se tornarán insostenibles.
La Argentina presenta una productividad que ha crecido menos que la media en el mundo, alejándose paulatinamente de los países que lideran el proceso, en gran medida porque ellos cuentan con tasas de inversión significativamente superiores a las nuestras.
Es decir que una economía moderna no puede mostrar un sendero de escasa inversión y, para colmo, continuamente declinante. Y tampoco puede hacer frente en tales condiciones a atender las profusas demandas que la sociedad expresa de los modos más diversos.
Cómo se pueden transformar estas afirmaciones en expresiones políticas que tiendan a su materialización será, posiblemente, parte de los temas de interés en este 2019 que se inicia.
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