jueves, 28 de abril de 2022

La inflación es el efecto, no la causa - Columna en el diario DIAGONALES, 28-4-22

 Columna publicada en el diario DIAGONALES, 28-4-22


La inflación es el efecto, no la causa

Aunque hay coincidencia en los perjuicios principales del aumento de los precios, la lucha efectiva contra la inflación no está presente en los representantes

La inflación ha permanecido en Argentina durante demasiadas décadas carcomiendo los ingresos de los ciudadanos de a pie. Si bien ha sido un problema relativamente generalizado, en muy pocos países en el mundo perdura como problema. Sólo una veintena de ellos -en 2020- superaron el 10% anual de variación de precios. Con Venezuela a la cabeza y Argentina en quinto lugar, estábamos en esa incómoda situación. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) estima los promedios regionales de inflación “sin contar a Argentina, Haití, Surinam y Venezuela por presentar constantemente niveles de inflación muy superiores al resto de las economías de la región”.

Una de las razones de esa permanencia, quizás, ha sido el no reconocimiento de su presencia ni de su gravedad. En ello hay responsabilidad tanto de la dirigencia política como de la población en su conjunto. Desde alguna frase como “un poquito de inflación no hace mal” o el “índice de precios descarnado”, hasta su negación lisa y llana, mediante la manipulación de la actividad del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), todo ha confluido. Las convenciones colectivas de trabajo, por caso, suelen centrar su cometido en la recuperación de la pérdida de capacidad de compra del salario, precisamente, como consecuencia de la persistencia de la inflación.

Lo notable es que, aunque hay coincidencia en que los perjuicios principales del continuo (y, hoy, acelerado) aumento de los precios recaen sobre los sectores más pobres, la lucha efectiva contra la inflación no está presente en los representantes de estos núcleos, sean sindicales, sociales o políticos. Más vale, el planteo antiinflacionario tiende a ser adjudicado a la “derecha”. Lo mismo ocurre con el objetivo del superávit fiscal defendido en este siglo sólo por Néstor Kirchner y Mauricio Macri, con resultados dispares entre ambos. Kirchner logró los superávits gemelos y Macri no pudo salir de los resultados fiscales negativos.

En el caso de América Latina, los logros alcanzados en materia inflacionaria muestran que se pueden tener miradas y horizontes divergentes, pero mantener la atención sobre este problema y tener éxito. La persistencia e intensidad de la inflación en tan pocos países exponen dificultades y conflictos propios de nuestras sociedades.

Con evidencias como esta se debilitan fuertemente los argumentos como el que sostiene que el aumento de precios se debe al nivel de concentración económica que padecemos. Esa concentración existe y fue acrecentada en las dos primeras décadas de este siglo. Pero es difícil probar que la misma no se presenta en el resto de América Latina. Por otro lado, la existencia de monopolios puede explicar un nivel de precios favorable a ellos a través de una renta extraordinaria, pero no justifica necesariamente la variación de dicho nivel. Suponer que la inflación en Argentina tiene ese origen es afirmar que nuestra economía está más concentrada que la de nuestros países hermanos de la región, lo que está lejos de estar confirmado. No afirmo que la concentración económica no juega ningún papel ni pretendo eximir de responsabilidades a los grupos concentrados ni a los distintos gobiernos por no haber actuado eficazmente al respecto. Solo propongo poner la atención en otros elementos para el análisis.

Veamos algunos de ellos como ejercicio

Argentina es uno de los países en el mundo con mayores altibajos en lo que hace al nivel de actividad. No se trata de que crece en algunos años mucho y en otros, poco; sino que, en general, uno de cada tres años registra una caída del producto. Eso no sólo influye en el tamaño de la “torta” sino que para cada uno de los habitantes no aumenta lo suficiente (o declina, como en la última década). Pero, además, el funcionamiento económico en su conjunto se ve necesariamente afectado por tal dinámica.

Una derivación de ello, por ejemplo, es la declinación de la tasa de inversión. Un ejercicio realizado en el CEPED con los datos oficiales, muestra que tomando los períodos de gobierno (exceptuando el de la Alianza y el interregno de Duhalde) esa tasa ha venido cayendo sistemáticamente. Es sabido que la mayor parte del Producto se destina al Consumo. Pero ese consumo no puede alimentarse sin inversión. De eso es lo que hemos venido careciendo de manera notable.

La inflación es el efecto, no la causa

Un resultado de esto, a su turno, es el lento aumento de la productividad general de la economía y en particular del trabajo. Argentina no sólo está muy lejos de la media internacional, sino que cada vez se aleja más de ella como ocurre en el conjunto de la región. Simplificando mucho: eso implica que el país debe ofrecer mayor cantidad de sus exportaciones para adquirir el mismo nivel de importaciones que les resultan imprescindibles.

De tal manera, la puja por la distribución de la renta se exacerba ya que la riqueza generada crece demasiado lentamente (o directamente disminuye) y la escasa mejoría de la productividad obstaculiza el mejoramiento del bienestar y calidad de vida de sus habitantes.

Recordábamos más arriba la escasa preocupación por el resultado fiscal. La continuidad de déficits sucesivos debe ser encarada a través del endeudamiento público o de la emisión monetaria. ¿Puede alguien creer que emitir moneda resulta inocuo sobre el valor de esa moneda? No se está afirmando que este es el único factor como sostiene la corriente monetarista. Pero tampoco se trata de obviar el problema.

De tal manera, frente a tamaña complejidad del asunto y a la gravedad de sus efectos bien vale pensar no en “una receta” (lo que hablaría de una simplicidad inexistente) sino en un conjunto articulado de medidas económicas y de soporte político y social. Parecería que no estamos yendo, precisamente, en tal dirección.

miércoles, 27 de abril de 2022

La baja en la calidad del empleo - Entrevista radial Eco Medios 27-4-22

 Entrevista en Eco Medios, 27-4-22

Entrevista de Diego REynoso en el programa Asteriscos, Eco Medios, 27-4-22



Se profundiza la baja calidad del empleo -Columna en Clarin 27-4-2022

 Columna publicada en Clarín el 27 4 2022

Se profundiza la baja calidad del empleo

En el último informe de INDEC sobre empleo y desempleo llamó la atención la baja de la tasa de desempleo. En primera instancia puede suponerse que ello se debe a un aumento de la ocupación.

Es por eso que la variable merece atención. En el período de Cambiemos, el empleo creció -pese a múltiples opiniones- aunque lo hizo principalmente en base al del sector no asalariado y al de los trabajadores precarios.

A la inversa, el balance de los dos primeros años del Frente de Todos arroja saldo negativo. En el sector privado disminuyó tanto el empleo registrado como el no registrado y también lo hizo la participación salarial en el producto. Todo esto habida cuenta de la pandemia y la cuarentena.

El componente privado del empleo en declinación

Si nos detenemos en el sector privado registrado la evolución posterior a la crisis de principios de este siglo se puede resumir así: durante el gobierno de Néstor Kirchner se agregaron anualmente unos 500 mil trabajadores. En los dos mandatos de su esposa -Cristina Fernández- la evolución fue declinando ya que en su primer período se agregaron por año 200 mil puestos en esta categoría y en el segundo apenas 100 mil.

Con posterioridad los valores ya son negativos. En el gobierno de Mauricio Macri hubo una pérdida anual del orden de los 10 mil y en el primer bienio de Alberto Fernández esa cifra fue superior: 50 mil empleos menos por año.

Se suele considerar a los asalariados no registrados y a los no asalariados (categoría compuesta principalmente por monotributistas y en la que predominan los no registrados) como los componentes más desfavorecidos del universo de trabajadores.

Sumando ambos conjuntos el promedio anual en los lapsos de gobierno desde 2003 (en miles) fue: 200, -15, 50, 300 y -58 mil. Los dos períodos con valores negativos son muy diferentes, ya que en el primero, 2007 y 2011, la disminución se explica por la transformación de asalariados precarios en protegidos. El bienio último -a su turno- incluye el fuerte deterioro durante la pandemia y la cuarentena extendida que afectó a ambas categorías de asalariados privados.

Las mayores variaciones positivas también difieren: entre 2003 y 2007 el crecimiento general del empleo también incluía a los trabajadores precarios; en el período de Cambiemos, el aumento de los puestos de trabajo, también significativo, se sostuvo en la suma de asalariados precarios y no asalariados. La recuperación del año 2021 de parte de lo perdido en 2020, se concentró asimismo en esas categorías (90%).

Todo esto significa que hasta 2015 hubo aumento del empleo privado registrado pero cada vez más lento y con pérdida de dinamismo. Desde entonces la situación de los trabajadores profundizó su deterioro.

La variación de los ingresos laborales

La heterogeneidad salarial es conocida. Los que más perdieron, en el último sexenio, fueron los precarios (no registrados) a los que le siguieron los empleados públicos y luego, con menor perjuicio, los registrados.

Su medición ha dado lugar a cuantificaciones diversas no siempre sostenidas en la información. Aquí miramos los datos del Ministerio de Trabajo que, en materia de ingresos, sólo refiere a los trabajadores (registrados) del ámbito privado. Pero hay un inconveniente derivado de que los datos de junio y diciembre incluyen el aguinaldo.

He aquí porqué con la misma fuente se pueden obtener datos dispares para medir la magnitud del deterioro de los ingresos salariales de este sector. El último dato disponible, enero de 2022, respecto de diciembre de 2015 pierde casi el 34%. Para homogeneizar tomamos diciembre de 2015 y 2021. Así, la caída se reduce al 14%.

Todavía más, si tomamos enero 2022 con el mes previo al cambio de gobierno en 2015 (a fin de evitar incluir el aguinaldo) la pérdida es un poco más pequeña: 7.5%. En resumen, hubo una pérdida de ingresos clara entre estos asalariados. Pero, sin dudas, no fue de un tercio como lo parece indicar la primera comparación. Los restantes cotejos giran en torno del 10%, retroceso que iguala el salario al vigente en 2010 en vísperas de la abrumadora reelección de la Dra. Kirchner.

La participación laboral en la distribución de la riqueza generada, cuyo descenso de 2015 a 2021 es del 13% (INDEC, Cuenta de generación de ingresos) un tercio del cual se debe al último año, es de todos modos, un parámetro significativo para apreciar la situación sociolaboral, distinto del salario individual.

Así. ha habido estancamiento del empleo de calidad y pérdida de los ingresos. Ese “combo” explica el deterioro que lleva la participación a niveles similares al promedio de 2008-2010. Un agudo analista del consumo ha señalado que estas objetivas similitudes deben ser tamizadas con otras percepciones de la sociedad que en la actualidad cree que el futuro difícilmente no sea peor que el presente. Esto hace a éste, menos soportable.

Calidad del empleo……y de las fuentes utilizadas

No hay dudas de que para modificar la situación del empleo y de los ingresos asociados a él, sería deseable que las acciones se sostengan en datos adecuados. Por ejemplo, saber que en el último bienio éramos tan pobres (o tan ricos) como en 2006 debido a que en el decenio reciente ha disminuido el producto per cápita.

Una buena base informativa es crucial como lo es un cambio en el encuadre político no sólo para encarar con eficacia el tema del empleo sino para no volver a tropezar haciendo lo mismo que nos trajo hasta aquí.

domingo, 24 de abril de 2022

Se instala un piso de 6% mensual. Entrevista de Juan Barca, Clarin, 24-4-22

Entrevista de Juan Barca, Clarin, 24-4-22
Se instala un piso del 6% mensual 
 Los salarios se aceleran: ya ajustan por la inflación y se pactan con hasta siete subas Los economistas observan una espiral de aumentos ante la inercia en los precios y prevén una inflación del 65% anual.

Al galope del 6,7% de inflación en marzo, el mayor récord en 20 años, las negociaciones salariales empezaron a reflejar la aceleración de los precios. La dinámica quedó estampada en los acuerdos que ya incorporan una mayor cantidad de ajustes y más cercanos en el tiempo en función de expectativas de inflación cada vez más altas.

Es lo que ocurrió en comercio en las últimas horas, donde se acordó una suba del 59,5% para 2 millones de trabajadores. Fue en siete tramos casi consecutivos (6% en abril, 6% en mayo, 6% en junio, 10% en agosto, 10% en septiembre, 11% en noviembre y 10,5% en enero de 2023), cuando en 2021 habían sido cuatro los aumentos ese año, en torno al 8%.

El Ministerio de Trabajo Claudio Moroni avaló la "fórmula" con sumas no remunerativas, con tal de evitar una paritaria "corta" de tres meses. "Es lo que Economía puede aceptar", dijo un funcionario.

El desborde inflacionario en marzo llevó al Gobierno a adelantar la convocatoria de paritarias y cerrar una docena de acuerdos con aumentos de entre el 45 y 60%. Para abril, el escenario igualmente sigue siendo preocupante. Algunas consultoras estiman un piso del 5% del IPC hasta julio. El pronóstico es que después del shock en los commodities en marzo vendrá el shock de tarifas.

"La aceleración de precios debería ser temporal, pero las tarifas están muy atrasadas, no paran de caer en términos reales, entonces si las ajustas se acelera la inflación, y vienen los sindicatos que piden ajustar salarios y las empresas ajustan sus costos, entonces se retrasa el tipo de cambio y tenés que acelerar el ritmo de devaluación, lo cual vuelve a acelerar la inflación", dijo Fernando Marengo, economista jefe de Arriazu Macroanalistas.

El ministro de Desarrollo, Matías Kulfas, se mostró más optimista. "Todavía es apresurado para saber el número pero probablemente por encima del 4%", dijo el miércoles a El Destape Radio.

Por lo bajo, el Gobierno teme que se anualicen las expectativas de inflación a partir del dato de marzo. En ese caso, la inflación sería del 117%. El ministro de Economía Martín Guzmán le pidió a la CGT y la UIA que no lo hagan. A cambio, el Ejecutivo adelantó paritarias y esta semana lanzó un bono tipo IFE de hasta $ 18.000 para trabajadores informales y jubilados.

Síntomas de aceleración

Otra señal emergió en el sector bancario, donde ante la falta de brújulas la inflación que empieza a servir de guía es el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central. La encuesta, de la que participan los bancos, proyectó un 59,2% interanual en marzo. Ahora, el sindicato exige un aumento en espejo al REM, reclamo que reforzará con un paro el jueves.

"La política de ingresos que está planteando el Gobierno con la liberación de paritarias es que al no poder contener inflación le suelta la mano a los salarios para que se recupere el ingreso de las familias, pero en los próximos 12 meses se traduce en inflación más elevada, una clara mejora muy transitoria y un empeoramiento en el mediano y largo plazo", dijo el economista Rodrigo Álvarez, quien prevé un 65% de inflación.

El Banco Central reconoció los límites para actuar la semana pasada al subir las tasas por cuarta vez en el año y advertir que "es condición necesaria pero, por sí sola, no suficiente para reducir la inflación". Por el programa con el FMI, el Gobierno aceleró el dólar, las tarifas y los combustibles, a la vez que desistió de subir retenciones para desacoplar los precios.

La dialéctica salarial tiene otras derivaciones, como ocurre en Sanidad. Allí, las clínicas, sanatorios, hospitales privados y prepagas condicionaron el aumento solicitado por el gremio del 45% (en dos tramos y con revisión en agosto) a que les autoricen un incremento de las cuotas a los afiliados y de los aranceles a las obras sociales, PAMI y prepagas. En otras palabras, otra ronda de subas en los precios.

Ese espiral plantea dudas sobre el resultado de la aceleración en los ritmos y montos salariales (Camioneros pide un 85%), una situación que ya se dio el año pasado con la reapertura reiterada de paritarias. Pese al rebote de la economía y el empleo, la participación de las remuneraciones del trabajo asalariado en el producto retrocedió 4,86 puntos, mientras el sector empresario mejoró 3,84.

"¿Volverán a perder los trabajadores como el año pasado cinco puntos porcentuales en su participación o recuperarán algo? Lo segundo va a ser difícil. En tal caso, puede expresarse en una nueva caida en la participación. Las hipótesis: el PBI al menos por arrastre crecería un 3-4%, el empleo es muy difícil que aumente y los salarios (reales) tampoco", señaló Javier Lindenboim, economista y director del centro de estudios CEPED (UBA).

jueves, 21 de abril de 2022

La canasta básica aumenttó 7% en marzo - Entrevista en Canal de la Ciudad 24 4 22

 Entrevista de Andrea Taboada, Mercedes Mora y Andrea Pirolo en Canal de la Ciudad, 24-4-22




Empleo, ingresos e inflación. Entrevista en el Canal de la Ciudad, 21-4-22

 Entrevista de Andrea Taboada, Mercedes Mora y Andrea Pirolo en el Canal de la Ciudad, 21-4-22 




La discusión por la desigualdad: estamos mal pero ¿vamos bien?, Columna en eldiarioAR.com, 21-4-22

 Columna publicada en eldiaroAR.com el 21-4-2022

La discusión por la desigualdad: estamos mal pero ¿vamos bien?


Este mes el Indec publicó datos sobre distribución del ingreso que mostraron una mejora respecto de 2018 y produjeron cierto grado de satisfacción, justificada sólo en parte. En los medios se puso el acento en el escaso nivel medio de los ingresos de las personas, lo que es cierto y, desafortunadamente, no es novedoso. También se ha señalado que la equidad distributiva había mejorado de manera significativa. Esta novedad, sin embargo, requiere mirarla con un poco más de detalle. 

Como en otros análisis socioeconómicos siempre es útil hacer las comparaciones con períodos similares del pasado. En este caso la cuantía del indicador (el siempre mencionado coeficiente de GINI) debe cotejarse con el año o los años precedentes referidos al mismo lapso (aquí sería el cuarto trimestre). En este sentido, una difusión no inocente desde el Gobierno propuso mirar los datos desde ese trimestre de 2018. Esto a pesar que el informe de INDEC comienza sus datos desde 2017.

Da la casualidad que el valor de la desigualdad a fines de 2017 es casi idéntica a lo que resultó a fines de 2021. Con lo cual, si este indicador es representativo, volvemos a estar en la misma situación de aquel entonces. La mera consideración completa del cuadro incluido en el informe del INDEC nos permite apreciar la similitud mencionada y también el parecido de los resultados a fines de los años 2018 a 2020. Sin dudas debe anotarse que 2020 fue el año sacudido tanto por la pandemia como por la forma en que se encaró enfrentarla: una cuarentena amplia y muy extendida en el tiempo.

Pero, en cualquier caso, cuando el actual gobierno endilga los males que debe corregir a sus predecesores (tal como lo anunció en la campaña electoral y en su inicio) y al mismo tiempo celebra datos como el de la mejora en la distribución del ingreso quizás queda a mitad de camino en el análisis, pues no se visualiza qué había pasado en el período previo -por ejemplo, 2016 y 2017- para proporcionar los valores del Indice de Gini tan parecidos al valor actual.

Son los últimos datos, pero no son actuales

Hoy la población, abrumada por la aceleración inflacionaria en los primeros meses de este año, no le dice demasiado lo que describe el informe sobre la situación a fines del año último. De manera que el hecho de que muchos hogares vieron incrementar sus ingresos a través que algunos de sus miembros pudieron volver al mercado laboral ve en la actualidad que la velocidad de los aumentos, son más intensos que la mejora de los ingresos de la casa.

Sin entrar en detalles, la cuantía de emisión monetaria en gran parte inspirada en el “plan platita” destinado a evitar una debacle electoral empezó a hacer sentir sus efectos un semestre más tarde. Al margen de la discusión conceptual, negar el impacto inflacionario de tamaña emisión conspira contra la posibilidad de encontrar caminos que corrijan el rumbo. Es cierto que con las disputas al interior de la coalición gobernante todo se torna más difícil, muchas veces más irracional.

Se recupera el empleo y cae el salario

A esto se agrega el dato sobre los niveles salariales. Para salvar la carencia de buena información sobre niveles de ingresos salariales, tomemos aquí los informes del Ministerio de Trabajo sobre los ingresos de los trabajadores registrados en el sector privado.

El gráfico ayuda a ver algunos elementos que no suelen aparecer habitualmente ante el lector. En primer lugar, la importante caída desde 2015 del orden del 13%. Hay quienes sostienen que la cifra es mayor, pero estos son los datos oficiales, llevados a pesos de enero de 2006 y haciendo los promedios anuales.

En segundo lugar, entre 2012 y 2018 (es decir el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner y la gran parte del de Mauricio Macri) hay una escasa oscilación, donde el pozo y el pico se encuentran dentro del gobierno kirchnerista. En tercer lugar, se advierte una profunda caída en 2019, seguida por sucesivas desmejoras durante el gobierno actual. Así, el promedio de 2021 sería semejante al de 2010.

Todo esto en el marco de una caída del producto por habitante que nos acompaña desde 2011. Aquí la pandemia en 2020 profundizó la dinámica y 2021 recuperó algo de lo perdido entonces, estando lejos al PBI per cápita del dramático año de 2019.

¿Seguiremos bailando en la cubierta del Titanic? La dirigencia tiene la palabra y el conjunto de la población, finalmente, tiene su decisión.


miércoles, 20 de abril de 2022

Distribución del ingreso, sin sorpresas, columna en INFOBAE, 20-4-2022

 Nota aparecida en INFOBAE, 20-4-2022.

También puede leerse en FISyP

Distribución del ingreso, sin sorpresas

Si bien el empleo recuperó en 2021 algo de su dinamismo, lo hizo principalmente sobre la base de empleo asalariado desprotegido o precario


La abrupta pérdida de cinco puntos porcentuales en la participación de los salarios entre 2020 y 2021, lamentablemente, no constituye una extrañeza.

En una economía casi sin moneda, en la que los dólares son más que escasos, en la que perdura un ritmo inflacionario que carcome los ingresos cada vez más rápidamente y en la que la productividad global ha venido declinando desde hace décadas y el tamaño de la “torta” (lo que producimos o el PBI) es cada vez menor medido por habitante, y en la que hace tiempo el empleo de más calidad ha dejado de crecer, ese resultado no nos asombra. Si impacta lo que implica en descenso de la calidad de vida de gran parte de la población.

Si bien el empleo recuperó en 2021 algo de su dinamismo, lo hizo principalmente sobre la base de empleo asalariado desprotegido o precario. En 2020 se perdieron casi 2 millones de puestos de trabajo y en 2021 se recuperaron 1,2 millones. Respecto del final del gobierno de Cambiemos el bienio muestra retrocesos en todas las categorías.

Es absurdo creer que sólo se trata de “poner plata en el bolsillo de la gente”

Al mismo tiempo el producto creció por el rebote del pésimo año económico 2020. Conclusión sencilla: los salarios crecieron en 2021 más lentamente que el producto, de allí el resultado. El 48% registrado en el primer año de la pandemia se desplomó al 43% en el año último.

La riqueza promedio por habitante en la última década

La cuantía de la riqueza generada medida por habitante ha venido disminuyendo cada año. Esto es que aun cuando hubo años de crecimiento económico, este fue menor que el aumento de la población, sino directamente negativo. O, dicho de otro modo, venimos siendo cada vez más pobres todos los habitantes.

En ese contexto la disputa por el reparto de lo que se ha creado se exacerba. Pero el nudo problemático es que hemos dejado de crecer. Se puede suscribir la afirmación de que el crecimiento económico por sí sólo no aumenta el bienestar de la población. Lo que también es cierto es que sin ese crecimiento no habrá posibilidad alguna de lograrlo. Ni hablar de morigerar siquiera los elevados niveles de pobreza.

Habrá llegado el momento de poner en orden la macroeconomía comprendiendo que tanto el consumo como la inversión son imprescindibles

Dicha pendiente negativa tiene directa vinculación con la tendencia decreciente de la inversión en el país, en particular la de carácter productivo. Esto a su vez depende en gran parte de la decisión empresaria la que suele tener como parámetro la estabilidad macroeconómica.

Argentina no pudo hacer lo que la mayoría de los países han logrado: dominar la inflación. Peor que eso, hemos llegado a creer que eso es lo normal o, en todo caso, que su subsistencia es independiente del rumbo económico y de las posibilidades de distribuir la riqueza de manera más equitativa. Esa idea parece inspirar al sector del gobierno que no sólo repudió la firma del acuerdo con el FMI sino que bombardea constantemente la morosa gestión del Presidente.

Fuente: INDEC
Fuente: INDEC

La participación salarial reciente

Más interesante que analizar lo ocurrido en último bienio en sí mismo es ponerlo en el contexto del desempeño de esta variable también en la década última. Allí se ve la intensa mejora registrada durante el mandato de la Dra. Kirchner, si bien su ritmo fue declinando y oscilando en ciertos momentos como el año 2014.

El primer bienio de Cambiemos se mantuvo en el 52% para luego, con la debacle fiscal y la huida de los capitales golondrina en la primera mitad de 2018, se entra en un ciclo recesivo y también de empeoramiento de la distribución del ingreso. Como fue mencionado parte de las oscilaciones más recientes se originan en la abrupta caída del producto mayor al descenso de la masa de ingresos salariales y su reversión ulterior (fuerte aumento del PBI y moderada variación de los ingresos).

Se ha empezado a mencionar -como si fuera una novedad- la existencia de trabajadores pobres aludiendo a que aún los ingresos laborales registrados pueden no ser suficientes para eludir la categoría de pobre. Es posible que en los últimos años esto se haya acentuado, pero en modo alguno es un fenómeno novedoso. Nuevamente, un país con inversión decreciente y productividad baja que se aleja cada vez más de la media internacional es un país cada vez más pobre en su conjunto, en el que una parte creciente de su población padece crecientes carencias.

Fuente: DNCN, INDEC y estimaciones del CEPED/UBA
Fuente: DNCN, INDEC y estimaciones del CEPED/UBA

En estas condiciones reiterar lo hecho en las décadas recientes no parece ser un buen camino para cambiar las condiciones sociales y económicas de Argentina.

Habrá llegado el momento de poner en orden la macroeconomía comprendiendo que tanto el consumo como la inversión son imprescindibles. Es absurdo creer que sólo se trata de “poner plata en el bolsillo de la gente”. Esto es lo que se ha hecho, en apariencia, pero eso nos trajo a este creciente ritmo inflacionario que no hace otra cosa que empeorar la situación de la población más vulnerable.

La lógica disputa por la distribución del ingreso, en especial entre el capital y el trabajo, podrá proporcionar mejores logros al componente más débil si -de verdad- retomamos el sendero de crecimiento y vamos derrotando a la inflación. Ni una ni otra cosa es lo que tenemos actualmente.