Panel
“Problemáticas y desafíos regionales en contextos de desigualdad y dominación”
Encuentro Pre-ALAS Chaco 2011, preparatorio al XXVIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología
La apropiación factorial del ingreso como determinante de la desigualdad
Javier Lindenboim
UBA/CONICET
Es sabido que América Latina es la región más desigual del planeta. Ese triste honor se asienta en gran medida en la particular forma en que la riqueza generada socialmente es apropiada por los partícipes del proceso productivo.
Aún en las condiciones favorables de comienzos del siglo XXI derivadas de la ampliación de la demanda internacional de productos propios de la región (cobre, petróleo, soja, cereales, etc.) es difícil imaginar acciones eficaces contra la desigualdad y contra la pobreza si no se enfoca en las razones estructurales, esto es, en la distribución funcional del ingreso.
En la presentación se proporcionarán evidencias de varios países de la región en materia de participación salarial, salario real y productividad en las últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo actual
En otras ocasiones he expuesto el punto que me parece central para este tipo de debates. La desigualdad en nuestras sociedades capitalistas es un resultado innato a su propio funcionamiento. Sin embargo, no en todas se manifiesta de manera semejante. Como suele decirse, hay países capitalistas y países capitalistas.
Esto nos lleva de inmediato a considerar dos aspectos principales. Por una parte que, si queremos interpretar lo que nos pasa y, más aún, contribuir a modificar su funcionamiento, resulta escasamente relevante que no partamos de la consideración del contenido estructural de las relaciones sociales que se originan en el marco del capitalismo. Pero, por otra parte, también es necesario dar cuenta de los aspectos que hacen al significado y a los resultados de la intervención política en general y de la acción estatal en particular en nuestros países.
Por razones de limitación de tiempo me referiré a lo segundo dejando para una segunda vuelta eventual o para otra oportunidad la exposición de mi punto central: la distribución funcional del ingreso (o la apropiación de la riqueza social por parte de los trabajadores y los propietarios del capital) define lo esencial de lo que algunos llaman la matriz distributiva. Dicha matriz puede ser modificada, en parte, a través de las políticas sociales por medio de mecanismos redistributivos. En cualquier caso, en términos relativos, no son otra cosa que lo que indica su nombre: distribución secundaria.
Demos por expresado, por tanto, el punto de la distribución primaria.
Entre los elementos de encuadre que parecen esenciales para analizar la situación latinoamericana, se encuentra el de la reversión fenomenal de los términos del intercambio. Durante medio siglo, Prebisch y sus seguidores estructuraron buena parte de su argumentación en la “tendencia secular” al deterioro relativo de los precios de los bienes producidos en la “periferia” frente a los de origen en el “centro”. La literatura económica, social y política incluía esto como un dato. Pues bien, al margen de los suficientes (o, quizás, insuficientes) elementos explicativos del despertar económico de la India y de China, la irrupción de la demanda internacional de estas dos grandes economías transformó los mercados internacionales y, por tanto, los precios. Este fenómeno, además, fue potenciado en los años más recientes por el flujo de capitales especulativos que escapaban de la burbuja inmobiliaria y otras `bondades´ del capitalismo internacional.
Sin este elemento condicionante es escasamente pensable el cambio tan notable observado en la región latinoamericana. En el caso de Argentina, donde los registros actuales de Términos de Intercambio arrancan en 1986, el valor de comienzos de 2011 es el más alto de la serie.
Este cambio regional operó a través de gobiernos con nuevas orientaciones y que recogieron de modo diverso aspiraciones y demandas postergadas de nuestras sociedades. Sin embargo, en ausencia de este condicionante externo es difícil imaginar la concreción de gran parte de las intervenciones estatales en el Ecuador de los años recientes lo mismo que Venezuela y Bolivia (incluso los resultados en Perú o Chile así como en los países del Cono Sur). El precio del petróleo a fines de 2010, que cayó luego del exorbitante valor alcanzado en 2007-2008, era de todos modos por lo menos el triple (casi 100 dólares) del valor de una década atrás (menos de 30 dólares).
El análisis particularizado es extremadamente rico en potencialidad para la reflexión. No está suficientemente analizado, por ejemplo, que las retenciones a la producción agrícola en Argentina, instaladas en 2002 y no en 2008 como erróneamente muchos creen, fueron un factor decisivo en la constitución del superávit fiscal primario que permitió cubrir los pagos externos una vez renegociada –exitosamente- la deuda externa en 2005. Es decir que la producción primaria fue un factor dinamizador empujado por la demanda internacional (tanto en volumen como en precios) que impulsó en alta medida el crecimiento económico en general y, por medio de los derechos de exportación, se constituyó en sustento de la solvencia fiscal de lo que puede vanagloriarse el gobierno nacional.
Claro que no en todos lados se puede actuar del mismo modo. En Chile, por ejemplo, la renta minera queda directamente en manos del Estado que es quien posee y opera el recurso y su comercialización. En Argentina, en cambio, la producción agrícola –que da lugar a la enorme renta para el país- está particionada existiendo, según se afirma, un pequeño núcleo de grandes productores que generan el grueso de la producción agrícola y una miríada de pequeños o medianos, de peso relativamente menor.
Como, además, esta producción se vincula con la reproducción de los habitantes allí se justifica la imposición de derechos de exportación, siempre que el tipo de cambio genere tal diferencial (lo que no ocurre en Uruguay o Brasil, por ejemplo; en esos países al no haberse impulsado una gran devaluación como en Argentina de 2002, no hace falta fijar esos impuestos indirectos). No hay dudas que un potente impuesto a las ganancias simplificaría las cosas para capturar porciones importantes de tal renta, pero la ineficiencia fiscal no la hace viable. Las retenciones, como el IVA, son más sencillas de cobrar. Volveré enseguida sobre el tema impositivo.
Por otra parte, tal imposición en la segunda parte del siglo XX en Argentina tuvo un hito significativo: en el marco del gobierno del Gral. Onganía, el Ministro Adalbert Krieger Vasena impuso una retención del 40% para que el fisco se apropie de la totalidad del efecto de la devaluación de esa envergadura que se estableció en 1967 (al pasar el valor del dólar de 250 a 350 pesos de entonces). Ergo: las retenciones per se no son más que un instrumento.
Otra de las cuestiones llamativas en la región es el de la ausencia de reforma tributaria. Parece bueno indagarnos acerca de la razón de tal vacío. Desconozco las especificidades de otros países. En el caso de Argentina, por ejemplo, habiendo sido tibiamente planteado en la campaña electoral de 2003 se podía entender que en el inicio del nuevo gobierno en 2003 hubiera que atender otras cuestiones definidas como con mayor prioridad o urgencia. Pero después del arrollador triunfo electoral de 2005 y más aún del de 2007 hubo tres o cuatro períodos parlamentarios con mayorías absolutas en ambas cámaras. Sin embargo no sólo no se actuó en esa dirección al no proponerse ninguna iniciativa de reforma impositiva sino que sólo en 2009 se suprimió la llamada “tablita de Machinea”. Sin una profunda reforma tributaria no es fácil imaginar acciones estatales efectivamente igualadoras. De donde uno tiene todo el derecho de interrogarse acerca de si existe correspondencia entre las verbalizaciones y las efectivas acciones oficiales. No está demás hacer presente que las circunstanciales formas de aprovisionamiento de fondos (en 2009 con los depósitos de los futuros jubilados en manos de las AFJP y en 2010 con el uso de los fondos del Banco Central) no se corresponden con una modificación sustantiva ni de la estructura económico y social ni del perfil impositivo.
Una complicación adicional. La explicitación del favorecimiento de la pequeña y mediana empresa o similares (con rango constitucional en alguno de nuestros países) debería ser vista en un marco algo más complejo. Me explico con el caso Argentino. La salida de la crisis fue posible (a partir de la tremenda devaluación que inhibió la entrada de productos externos y volvió a abrir la posibilidad de colocaciones en el exterior de producción local) sobre la base de la veloz reconstitución de la pequeña y mediana empresa. Como es sabido, es esta la que tiene una singular capacidad de absorción de mano de obra. De allí que en esos primeros años la dinámica de crecimiento del empleo fuera tan intensa. Pues bien, si arbitrariamente dividimos el aparato productivo entre el sector de las grandes empresas (sobre las cuales el INDEC recababa información y la volcaba en los datos de la Encuesta Nacional de Grandes Empresas) y el resto, vemos que las primeras tienen un desempeño tal que generan un mayor crecimiento de la producción pero especialmente de la productividad. En base a ello pueden afrontar una (parcial) traslación al sector labor de tal productividad acrecentada. Pero las pequeñas enfrentan una dinámica de mejoramiento productivo muy restringido por lo cual su “sobrevivencia” se asocia en gran medida con una no mejora o, aún, un deterioro de la remuneración real de sus trabajadores. Conclusión preocupante: lo que en un sentido es un logro importante (mayor empleo) se enfrenta con una no mejora o un deterioro del salario real de sus trabajadores y, por esa vía, del bienestar y calidad de vida de los hogares involucrados.
Con este punteo telegráfico he querido anotas dos puntos. En primer término la utilidad de reconocer la pertenencia a la comunidad latinoamericana que no puede menos que verse inmersa en nuevas condiciones internacionales, que en la actualidad, por suerte, son extremadamente favorables. Lo bueno entonces es reconocer ese carácter circunstancial en un doble sentido. Por una parte para no dejar pasar el momento, con lo que esto puede significar para cada uno de nuestros países. Por la otra, para reforzar la búsqueda de cambios internos que no hagan depender la bonanza de los buenos vientos favorables actuales. Es obvio que este es apenas uno de los puntos que nos unen con la necesidad de definir, formular e implementar una estrategia verdaderamente distinta para nuestra región
En esa segunda perspectiva, me permito volver a exponer un punto que me parece nodal. Siendo la redistribución importante y merece una atención especial ella se asienta sobre un esquema básico configurado por la distribución primaria, la distribución propiamente tal del ingreso. Hace algunas décadas solía subestimarse la democracia, los partidos, las elecciones, etc. Hoy eso cambió pero, en las nuevas condiciones no podemos obviar que hay una tensión no resuelta entre la naturaleza desigualadora del capitalismo y la vocación que nos convoca hacia una sociedad democrática y de iguales. En esa dirección parece que todavía tenemos un largo camino por delante.
Muchas gracias
12-5-11
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