Confesiones y
Enmiendas
Carlos Leyba
Una versión abreviada de esta nota se publicó este
domingo 16/2/2014 en el diario Época
La confesión más importante de la
semana no ha sido el reconocimiento, por parte del gobierno, de la enorme tasa
de inflación. Por otra con confesión o sin ella, es un problema grave.
Pero esta confesión, además,
contiene otra tan importante como la primera. Lo revela una cita recuperada en
una nota imperdible referida por el economista director del CEPED de la UBA, el
Profesor Javier Lindemboin.
Lindemboin ha aportado
investigación fundamental en temas de distribución del ingreso sin los cuales
no sería posible conocer con solvencia segmentos de la historia y la realidad
nacionales.
Pero en esta oportunidad, en esa
nota de su blog publicada en el diario Perfil, expone que “La inocultable falta de confiabilidad del índice de
precios al consumidor (IPC) calculado por el INDEC ha privado a la sociedad de
una herramienta fundamental para conocer la verdadera situación económica del
país(..) En estas circunstancias, los principales perjudicados son, una vez
más, los trabajadores que carecen de elementos para conocer con precisión las
variaciones del poder adquisitivo de sus salarios”. (CENDA, marzo 2011). No lo dice él. Aunque seguramente él y todos podríamos
suscribirlo. Quien lo dijo es el actual ministro de economía Axel Kicillof. Por
él, entonces, nos informábamos de “los datos de inflación robados”. Verdadero
gol en contra para la sociedad argentina. Porque privar – como dice AK - es quitar, impedir, lo necesario. Y en este
caso, como decía Axel cuando estaba en el llano, privarnos de “lo fundamental para conocer la verdadera
situación del país”. ¿Existe un robo mayor que el de lo fundamental para
conocer la verdadera situación del país? Bien por Axel.
Acá nos surge un interrogante ¿Qué
cuernos pasa en la Argentina con los pre funcionarios, los funcionarios y los
post funcionarios y sus contradicciones monumentales?
El caso de Kicillof es el del tipo que, en el llano, condenó lo
que, estando en el poder, avaló durante años. Y ahora – sin decir agua va – nos
informa de resultados que son iguales (previa corrección de porteño a nacional
) a los que Jorge Capitanich llama “mamarrachos”; es decir igual a los informes
privados. El hombre volvió a las fuentes, pero el viaje le demandó años y le
produjo una suerte de amnesia que lo hace condenar aquello (los otros índices)
que entonces avalaba.
Qué paradoja, “los privados” aparecen
cuando nos “privan” de algo: en este caso índices privados por haber sido
privados de los índices honestos. Ese es el caso de los pre funcionarios.
Críticos antes. Convencidos al llegar al poder. ¿Cuándo dicen lo que piensan?
¿Cuándo piensan lo que dicen? No es menor. Es un problema cultural. Tal vez lingüístico.
En español el “ser” es distinto del “estar”. No es igual, por ejemplo, en
alemán. Esa disociación castellana hace posible que las personas sean de una
manera antes de estar en lugar y de otra cuando llegan. Es decir que se puede
“estar” oficialista sin serlo. O ser “opositor” sin “estar” en la oposición. O
lo que es lo mismo ir y venir sin ser ni estar. ¿Cómo nos vamos a entender con
ese problemita de disociación? Bien.
El otro caso es el de los
funcionarios – casi todos los ex ministros y ex presidentes del BCRA – que
convivieron con las mentiras del INDEC mientras estaban en el poder; y ahora,
estando en el llano, se agravian de los horrores de su pasado militando en la
oposición. Nos dirán que “estaban” oficialistas y eran “opositores”. O mejor, que
todo cambió. En honor a la verdad lo esencial del pensamiento kirchnerista
estuvo presente desde el primer día y hasta ahora. Que los stocks se hayan ido
gastando y ahora falten no es un cambio de concepción. Es el mero paso del
tiempo. Porque lo que no cambió es el modelo de ir gastando hasta que se acabe.
Y en todo caso el cambio es que cuando empezó a faltar, siguiendo la misma
concepción, se empezaron a poner restricciones o chirlos en la mano para los
que se quieran llevar rápido lo que queda. Estos 11 años han sido de una
fidelidad absoluta y por más que quieran distinguir etapas o períodos no nos
pueden engañar. Señores miembros del equipo nada interno cambió. Lo que cambió
es que los stocks se fueron gastando y nada más. Es otro tema. Pero para aclarar
las pretensiones de “diferencia” de los que estuvieron y dicen ahora que no
son. Vuelvo al punto.
¿Cómo podemos construir un escenario
para la verdad si los que hacen el montaje han convalidado la mentira? Toda
esta cuestión de la mentira estadística es materia para un debate sobre la
ética pública. Lo dijo Kicillof respecto del INDEC “lo fundamental para conocer la verdadera situación del país” es
privar a la sociedad de un bien público esencial.
Volvamos, lo cierto es que tenemos
una confesión. Pero esa no es la de los pecados más graves.
La
inflación reconocida por el INDEC, el viernes 14 de febrero fue para el mes de
enero del 3,7 por ciento. Es mucha. Pero, si se anualiza, es peor. En ese caso
marca un ritmo de inflación de 55 por ciento por año. Como dijimos, con
algunas correcciones, el número es el
mismo que las del promedio de los consultores ridiculizadas por el Jefe de
Gabinete; y el ministro que no se han percatado del efecto búmeran de sus
declaraciones. El golpe no ha sido menor.
Para mensurar
el problema que esta tasa de inflación provoca en la cabeza de quienes nos
conducen, es necesario recordar que, en septiembre de 2012, “Cristina de Kirchner realizó una fuerte
defensa de las estadísticas del INDEC y aseguró que "si la inflación fuera
de 25% el país estallaría por los
aires". Además,
durante su disertación en la Universidad de Georgetown, se expresó a favor de
la pesificación de la economía argentina y volvió a cargar contra el FMI”
(26/9/2012 Ámbito Financiero, diario oficialista).
La actual tasa
señala que, a criterio de CFK, estamos volando mas allá de los aires: al
doble!!. ¡Cuántas palabras colgadas en el espacio que vuelven como búmeran!
Por otro lado
cambió la posición de CFK, en Georgetown, frente a la pesificación, Ahora sostiene
el “criterio de equidad” para bendecir la compra de dólares para atesoramiento:
esto es promoción de la dolarización del excedente de los que menos tienen.
Y también, si bien
no ha sido dicho de esa manera, el nuevo índice de precios, justo en el día de
los enamorados, es un ramo de flores para la gente del FMI a la que
insólitamente se le pidió “asesoramiento y venia” para la elaboración de
nuestro índice de precios. Increíble.
Es decir reconocer
la confesión económica de la inflación con un nuevo índice, la apertura a la
dolarización de carteras populares y las relaciones amorosas con el FMI. Todo
esto, sumados a otros temas de la deuda, componen nuevos acordes del preludio
para pedir plata que no es por amor sino conveniencia … y por un rato. ¿Cómo
puede convenir el retorno a la deuda externa?
Pero no es esa la “confesión”
más importante de la semana. Aunque ella sin duda ha llenado de algarabía a los
mercados financieros y de la especulación, y si bien el país no voló por las
aires, los que vuelan son los papeles ajustados por los índices de inflación y
– como diría Guillermo Moreno – las posiciones de aquellos que tenían
información privilegiada. Antes del nuevo índice (con el que se ajustará la
deuda indexada) los valores de deuda indexada estaban en el piso; y después del
índice esos valores vuelan. Como se dice en la jerga financiera “satisfacción
en los mercados” que implica más comisiones. Y como diría Moreno: “alguien lo
sabía”. Los mercados están festejando anticipadamente el “regreso de un deudor
a los mercados”. El retorno de la tasa. ¿Será posible? Y sí.
Pero la confesión más importante es otra; y es aterradora.
Es la que brindó el político santafesino, el territorio de lo peor, Antonio
Rossi que sin más declaró que "La
Argentina, antes, era un país de tránsito, no era un país de consumo. Hoy esa
situación ha cambiado: la Argentina es un país de consumo y, lo que es más
grave, también es un país de elaboración". He aquí la confesión de una
verdadera tragedia. Que el hombre sea santafesino no es un dato menor.
Esta confesión también debe ser leída en clave de
las relaciones con los Estados Unidos. Dejar de negar que estamos inmersos en
el problema de elaboración y consumo de drogas, es aceptar también las tesis de
los departamentos especializados de ese país; y es una suerte de aceptación de
acciones conjuntas de otra intensidad.
Pero también en este caso la confesión contradice
afirmaciones, no de la misma persona, pero si del mismo gobierno. El entonces
ministro de Justicia, Aníbal Fernández, en diciembre de 2008, declaró que “la Argentina "jamás" producirá drogas sintéticas” y
que "Ni la Argentina ni Chile ni
Uruguay van a ser productores jamás y mucho menos cartelizados” y que
"fabricar metanfetaminas en nuestro país va a ser imposible",
"El intento de fabricación de metanfetaminas en la Argentina solamente fue
un atisbo de algún mexicano de los tantos que entran a la Argentina, co mo. de cualquier otra nacionalidad que
ingresa" "Porque un grupito de 8, 9, 10, 11 hayan tenido actitudes
delictuales, no se puede pensar que el ingreso de toda una gente de una
determinada ciudadanía se comporta de esa manera. (17/12/2008, diario de Río
Negro). Las declaraciones de Aníbal Fernández sobre el narcotráfico, fueron
tan densas y provocativas como lo fueron las declaraciones de Guillermo Moreno
sobre los índices, la inflación, etc. Lo de la droga es infinitamente más grave
que lo de la inflación. Y sin duda Guillermo Moreno no es Aníbal Fernández
aunque sus modales sean similares.
Hoy con el agua al
cuello de la realidad las declaraciones provocativas y las negaciones
peligrosas se desvanecen; y aparece el fenómeno de la confesión para calmar la
realidad.
¿Cuál ha sido hasta ahora el impacto de las
confesiones sobre la realidad?
Porque no son estas las primeras confesiones de
esta administración. Veamos algunas de las anteriores que, lamentablemente, no
pasaron de eso al menos con la intensidad necesaria.
A lo largo de la década K era evidente el
descomunal fracaso de las privatizaciones de los 90 en la energía y de la
política de control energético desde que asumió Néstor Kirchner. Ante el
problema CFK “confesó” en público el desastre energético. Después de esto los
Eskenazi ¿quedaron afuera?
Y también “confesó” el desequilibrio que
representaba la descomunal fuga de divisas que – en el primer período de CFK –
representó más o menos 20 mil millones de dólares por año. Y finalmente, al
devaluar en enero, “confesó en la práctica” el retraso cambiario de su
período.
Reconocer – como sea – los errores, confesarlos
aunque fueran previamente de dominio público, es un mérito.
Pero no se puede dejar de señalar que cuando
durante años se niega el “pecado” es imposible imaginar acción correctiva
alguna cuando la confesión es obligada. Veamos. Hemos importado miles de
millones de dólares de energía; hemos fugado más de 80 mil millones de dólares
de excedente nacional; y hemos generado un déficit comercial exterior de
magnitudes inimaginables sin contar con el problema del trigo, de los
frigoríficos y de la carne que – finalmente – son también problemas de “atraso
cambiario” si incorporamos a ese concepto cuestiones fiscales o normativas.
En todos esos casos la confesión estuvo, pero los
daños son obviamente irreparables, y la recuperación está por verse, porque la
confesión no basta; siempre es necesario un previo examen honesto y descarnado
y un claro propósito de cambio. Y eso, en todos esos temas, simplemente no
estuvo ni está. La confesión es sana, necesaria, pero insuficiente; y
básicamente no cura.
Este recuerdo de confesiones pasadas ante las
nuevas confesiones presentes, tiene como propósito aclarar que en ambos casos
se trata de un primer paso. Al que – en ambos casos – le falta el examen
honesto, transparente y abierto y en consecuencia el propósito y la posibilidad
de cambio.
No hay que ser agoreros y plantear siempre las
dudas y el escepticismo. Pero las confesiones que no vienen con diagnóstico
veraz de las causas y las asociaciones sistémicas del problema; y que no
concluyen, en su exposición, con una estrategia madurada de cómo resolver la
“falta” podrán ser creíbles, pero no son eficaces.
Aquí, como en muchas otras partes del mundo, se ha
instalado la cultura de la droga. Sería injusto pedirle a un gobierno la
responsabilidad de la contracultura necesaria para combatirla. Pero sí se le
debe exigir al gobierno la propuesta o el diálogo y la apertura, para recibir
propuestas no sólo para potenciar la contracultura, que es un largo camino que
sin consenso no es imaginable, sino para evitar la penetración material.
¿Quiénes transportan la droga? Quienes fabrican
materias primas? ¿Quienes llegan al país? ¿Quiénes tienen manifestaciones de
riqueza difíciles de justificar? ¿Quiénes poseen en el país la capacidad legal
de importar y exportar ese tipo de productos? Son hechos, hay registros,
localizaciones. ¿Ejercemos todos los controles? ¿Revisamos lo ocurrido en la
década?
Sin duda que hay muchas áreas infiltradas. Pero
también una inmensa mayoría de quienes jamás caerían en esa vida criminal.
Negar las temerarias afirmaciones de Aníbal
Fernández es un avance. Pero no convocar hoy mismo a todos los sectores
importantes de la vida nacional a una lucha frontal contra este flagelo es
anunciar un fracaso. Y esto es lo más grave que tenemos por delante en el
futuro de nuestra sociedad. En ese plano necesitamos una suerte de “auditoria
nacional” de casos, causas, elementos, vínculos. Es un tema en que va la vida
de la sociedad y hay que extremar la investigación y los controles. Una
comisión de personas intachables debidamente protegidas es imprescindible. La
propia dictadura lo hizo respecto de Malvinas con el Informe Rattenbach que CFK
elogió y publicó y el gobierno de Raúl Alfonsín lo hizo con el Nunca Más. Este
drama es una guerra a punto de perderse que nunca debió haber ocurrido y
también está vinculada a crímenes de Estado y hay que hacer esa auditoría que
sólo pueden hacer personas a las que todos los sectores de la sociedad
consideren intachables. La declaración de Rossi para ser sincera y honesta necesita
de ese correlato sino será una declaración más.
La inflación también es un problema. El haber
reconocido lo que han venido denunciando desde hace años centros de
investigación, como el que en su momento integró Axel Kicillof; y consultoras
privadas, en el sentido que los índices oficiales eran una mentira, es un
mérito. Aunque incompleto. Siete años de mentira sistemática sobre la
inflación, la pobreza, la indigencia y sobre el cálculo del PBI deben ser
reparados. Para poder poner en blanco y negro cuáles son los logros (y los
costos) de la gestión K. No para juzgarla. Sino para reparar los daños. Un buen
cálculo nos revelará más problemas estructurales que los que se reconocen y con
la verdad podremos alimenta la energía transformadora. Cosas grandes para salir
de la pequeñez ramplona de las palabras cotidianas.
Esos daños deben ser reparados porque forman parte
de las entrañas del futuro. Y es en el futuro donde nosotros estamos. El pasado
son fotografías que se ajan con el tiempo y no vivimos en ellas.
Pero el futuro es más que preocupante si
narcotráfico y pobreza se conjugan, como hoy, en violencia. Y es más
preocupante si la carencia de energía paraliza, detiene o debilita proyectos de
inversión; y si la desconfianza que todas esas cosas exaltan genera la fuga del
excedente o la abstinencia de inversión o la canalización inmobiliaria de los
ahorros. ¿Qué más?
Las confesiones son saludables y liberadoras. Pero
lo son sólo si desatan otros problemas de mayor profundidad. Indagar las causas
sistémicas y procurar las soluciones sistémicas no pueden ser jamás tarea
excluyente de los que gobiernan. Porque, en democracia, los que gobiernan lo
hacen sólo transitoriamente y ninguno de los problemas confesados ha sido
repentino; son de larga data y exigen el consenso de administradores futuros.
Una mala señal, que esperemos sea reparada, es no
brindar la “confesión” completa. Por ejemplo, en el caso de la inflación, no
publicar los precios (la lechuga, el pan, la carne) con los que se calculó esa
tasa de inflación. Mientras esos datos no sean publicados, cualquiera sea la
metodología, el número de la inflación seguirá bajo sospecha.
Y no se olvide que a un rengo se lo reconoce cuando
camina.
En la inflación, esperemos que “las consultoras”
sigan haciendo sus cálculos – que no son comparables con la calidad de los de
un instituto público – para calcular la “intensidad de la renguera”; o el
surgimiento de un índice veraz a medias, porque de serlo lo sería de aquí para
adelante. El problema que sufrimos viene de atrás. Como todos los que han sido
producto de “confesiones”.
Las confesiones están buenas. Pero lo que
necesitamos, además, son programas. Es una pésima señal y una pésima estrategia
no tener estrategia ni dar señales.
Y esa costumbre del “paso a paso” se ha convertido
en una obsesión contagiosa cualquiera sea el origen de los funcionarios.
Una función de las confesiones es despejar el horizonte. Y eso no ha ocurrido con las
anteriores y por ahora no ha ocurrido con las dos recientes: la de la inflación,
que es la más popular; y la del narcotráfico , que es la más peligrosa. El
horizonte es lo sigue a toda confesión, es decir, el franco propósito de
enmienda. Veamos caminar al rengo por la inflación y la droga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si desea dejar un comentario hágalo aquí.