INDICE DE DESEMPLEO (y otras medidas estadísticas)
Aunque parezca reiterativo es
imprescindible hacernos carne que el efecto fuertemenete destructivo sobre las
estadísticas públicas en Argentina de las medidas oficiales es inmenso y nos
ubica en una situación de enorme precariedad en la capacidad de captar el
desenvolvimiento de la realidad.
Existen variados elementos de juicio que
sugieren que las estadísticas poblacionales de la EPH, dentro de las cuales se
encuentran las relativas a la participación económica de la población y a los
ingresos percibidos (de fuente laboral o de otro tipo) hace tiempo que entraron
a un terreno de escasa solidez.
En el último número de la Revista de
FIDE, Coyuntura y Desarrollo, dirigida por dos economistas muy cercanos al
gobierno nacional (Héctor Valle y Mercedes Marcó del Pont) se publicó un
artículo en el que critican las presentaciones recientes de la información
sobre empleo del INDEC y llegan a la conclusión de que “sólo” se habrían
perdido en 2014 unos 150 000 puestos de trabajo, lo cual no puede ser apreciado
de manera directa y clara a partir de la información provista en los informes
de prensa del organismo. Este es sólo un ejemplo. Otro puede ser la información
–más que llamativa- de que en igual lapso los asalariados carentes de
protección (los precarios o trabajadores en negro) habrían mejorado sus
ingresos medios en un 40%, mucho más que los asalariados “en blanco”. Y la
lista puede ser más extensa y detallada.
Hecha esta aclaración, lo que debe
agregarse es que no existe forma alguna de reemplazar esta fuente de
información dada la envergadura y los costos asociados con un relevamiento
equivalente. De manera que, a diferencia de lo que cree poder hacer el
ciudadano común al contrastar el irrisorio número que el INDEC proporciona
mensualmente (como supuesta expresión de la variación de los precios de los
bienes de consumo familiar) con su percepción a través de las compras
cotidianas, en esta materia tal contraste no hay forma de ser hecho con éxito.
Es cierto que algunas inferencias pueden
intentarse. Por ejemplo, la baja de la tasa de actividad (que, para simplificar
podemos llamar el “desaliento” a buscar trabajo) puede aludir a un probable
nivel de desempleo que queda oculto al no manifestarse como oferta laboral que
no encuentra colocación en el mercado. Digamos –de paso- que en parte este
fenómeno del desaliento lo observamos en los años noventa al endurecerse las
condiciones sociolaborales y resultar evidente para grupos poblacionales
importantes que era muy difícil obtener un empleo (sea el primero para los
jóvenes o el de reemplazo para los mayores).
En resumen, es probable que el número
oficial esté subestimando el problema al menos por dos vías: por este aparente
desaliento y, quizás, por un manejo no riguroso de la EPH.
En este contexto, la perspectiva de este
año 2015 es particularmente inquietante. La afirmación se sostiene al menos en
dos elementos.
Por un lado en la continuidad (y,
quizás, agudización) del estancamiento económico en que venimos
desenvolviéndonos desde hace un par de años o más concretamente desde la
asunción del segundo mandato de la Presidenta Cristina Kirchner. La decisión de
fijar el tipo de cambio y sólo moverlo con extrema lentitud (muy por debajo de
la variación media de los precios internos) sólo puede terminar expresándose en
un mayor parate económico. Por lo tanto, la demanda laboral no podrá recuperar
el dinamismo que tuvo a la salida de la crisis de 2002.
Al propio tiempo, y por factores
parecidos, no hay perspectivas de dinamización por el lado de la inversión ni
por el del comercio exterior. El intento oficial de favorecer un mayor consumo
en estas condiciones, por supuesto, sólo puede agudizar los problemas pues sólo
termina empujando la espiral inflacionaria.
En otras palabras, las acciones de
inteligente aprovechamiento de rasgos coyunturales favorables (gran demanda
externa de bienes primarios, alza inusitada de esos precios, grandes ingresos
fiscales asociados con ello, entre otras) sin producir cambios estructurales en
el funcionamiento económico nos resultaron útiles en la bonanza. Pero la mirada
cortoplacista denota su falencia apenas cambian las circunstancias propicias.
Además la política oficial no parece
orientada a procurar una transición política racional a fines de 2015 con lo
cual tendremos probablemente un año más complicado económicamente y una
acumulación de tensiones por ser resueltas por el próximo gobierno, cualquiera
sea el signo del mismo y/o de los núcleos políticos que lo sustenten.
PRINCIPALES SECTORES AFECTADOS
En el contexto de insuficiencia
estadística mencionado es extremadamente difícil aludir a sectores de actividad
específicamente perjudicados en estas circunstancias. Se sabe que desde fines
de 2011 una de las actividades más dinámicas en la última década, la
construcción, ha sido fuertemente afectada. También se sabe que las
manipulaciones con las divisas (en el otorgamiento de autorizaciones para
importar, por ejemplo) han
perjudicado a no pocas ramas
industriales (cuya dinámica hace un bienio que está fuertemente afectada). A
eso habría que agregar los impactos directos e indirectos sobre distintas
producciones regionales de exportación que ven dificultada la colocación de sus
productos como consecuencia de la combinación entre aumento de los costos
internos y retraso del tipo de cambio.
POSIBLE EVOLUCION FUTURA
Las predicciones sobre los futuros
índices son siempre complicadas. Más allá del número es previsible que se
agudice la falta de trabajo y esto se traduzca en una mayor tasa de
desocupación. Pero también puede agudizar el retraimiento de la oferta laboral
lo cual puede aludir a una situación socioeconómica muy delicada aunque no se
manifieste en ún índice de desempleo significativamente mayor.
EVOLUCION DEL SECTOR INDUSTRIAL
Acerca del tema industrial. Debe quedar claro que
tanto en materia de producción y de valor agregado como de empleo, la pérdida
relativa del sector industrial observada durante los años noventa NO FUE
RECUPERADA. Hubo sí mayor nivel de actividad industrial y de empleo en el
sector, pero a ritmos similares a los del conjunto de la economía. Por lo tanto
no hay mayor participación en el producto ni en el empleo. Es más, los nuevos cálculos
anunciados el año pasado por el ministerio de economía muestran una
participación industrial levemente
contenida.
En cuanto al número de estalecimientos, es sabido
que NO EXISTEN registros exhaustivos ni
de la industria ni del conjunto de la economía que permitan medir el número de
establecimientos efectivamente existentes. Es común que anualmente
“desaparezca” un número importante de unidades económicas en los más diversos
rubros y también sean “creadas” muchas empresas de diverso tamaño. Es cierto
que en los noventa hubo cierres de empresas y muchas de ellas “reabrieron” con
la devaluación de 2002. Pero si el peso de la industria en la producción no
cambió ni la proporción de asalariados industriales en el total de asalariados
se modificó esto significa que los ciclos vividos no han producido una
trnsformación.
SALARIO INDIRECTO
El impacto del salario indirecto es también de
medición harto complicada. Si aludimos con ello a los servicios que el Estado
brinda (o debería hacerlo) puede decirse que si bien hubo variaciones
importantes en las erogaciones en distintos rubros (educación por ejemplo) los
impactos en el mejoramiento de la calidad de vida de la población no son
fácilmente percibidos. La calidad del servicio educativo, en promedio, es
altamente deficitaria, contando o no contando las evaluaciones internacionales
que en nuestro país tiene defensores y detractores. El servicio de salud está cuestionado en casi
todas las jurisdicciones. La seguridad y la justicia lo mismo. De manera que la
apreciación al respecto requiere una combinación de enfoques y de datos para
construir el panorama interpretativo.
Ahora si lo del salario indirecto refiere a otra
cosa (por ejemplo el porcentaje de aportes y contribuciones sobre la nómina
salarial) la cuestión es otra. Hay ue empezar por decir que uno de cada tres
asalariados no está registrado y, por tanto, no es objeto ni de deducciones a
su salario ni se hacen aportes para la seguridad social. Esto es parte
insoslayable de una necesaria mirada integral desde el punto de vista de la
política fiscal (es decir de ingresos y de aplicación de fondos estatales) que
hace tiempo está pendiente.
DESAFIOS A FUTURO
Creo que los principales desafíos pasan, por un
lado, por la recuperación del crecimiento económico, en virtud de que la
demanda de trabajadores es una variable dependiente del nivel de actividad.
Asimismo y no siendo una tarea sencilla (en especial porque no se la encaró en
los años recientes en que tuvimos alto crecimiento económico), debe encararse
una estrategia que conjugue las metas macroeconómicas y las sociales a través
de un diseño que contribuya al necesario incremento de la productividad media de la economía. Ese incremento puede
quedar totalmente en manos de los empresarios o asignarse en parte a ellos y en
parte al sector laboral. Se ha hablado
muchas veces de acuerdos o pactos sociales pero nunca se planteó el tema en
estos términos. De hacerse así, habrá más chances de construir un escenario en
el que pueda facilitarse la recuperación de aquellos sectores de asalariados
que se hayan visto afectados negativamente en sus ingresos. Parece una tarea
imposible pero resulta imprescindible.
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