martes, 24 de febrero de 2015

Texto eviado al diario LOS ANDES en respuesta al cuestionario recibido

INDICE DE DESEMPLEO (y otras medidas estadísticas)
Aunque parezca reiterativo es imprescindible hacernos carne que el efecto fuertemenete destructivo sobre las estadísticas públicas en Argentina de las medidas oficiales es inmenso y nos ubica en una situación de enorme precariedad en la capacidad de captar el desenvolvimiento de la realidad.
Existen variados elementos de juicio que sugieren que las estadísticas poblacionales de la EPH, dentro de las cuales se encuentran las relativas a la participación económica de la población y a los ingresos percibidos (de fuente laboral o de otro tipo) hace tiempo que entraron a un terreno de escasa solidez.
En el último número de la Revista de FIDE, Coyuntura y Desarrollo, dirigida por dos economistas muy cercanos al gobierno nacional (Héctor Valle y Mercedes Marcó del Pont) se publicó un artículo en el que critican las presentaciones recientes de la información sobre empleo del INDEC y llegan a la conclusión de que “sólo” se habrían perdido en 2014 unos 150 000 puestos de trabajo, lo cual no puede ser apreciado de manera directa y clara a partir de la información provista en los informes de prensa del organismo. Este es sólo un ejemplo. Otro puede ser la información –más que llamativa- de que en igual lapso los asalariados carentes de protección (los precarios o trabajadores en negro) habrían mejorado sus ingresos medios en un 40%, mucho más que los asalariados “en blanco”. Y la lista puede ser más extensa y detallada.
Hecha esta aclaración, lo que debe agregarse es que no existe forma alguna de reemplazar esta fuente de información dada la envergadura y los costos asociados con un relevamiento equivalente. De manera que, a diferencia de lo que cree poder hacer el ciudadano común al contrastar el irrisorio número que el INDEC proporciona mensualmente (como supuesta expresión de la variación de los precios de los bienes de consumo familiar) con su percepción a través de las compras cotidianas, en esta materia tal contraste no hay forma de ser hecho con éxito.
Es cierto que algunas inferencias pueden intentarse. Por ejemplo, la baja de la tasa de actividad (que, para simplificar podemos llamar el “desaliento” a buscar trabajo) puede aludir a un probable nivel de desempleo que queda oculto al no manifestarse como oferta laboral que no encuentra colocación en el mercado. Digamos –de paso- que en parte este fenómeno del desaliento lo observamos en los años noventa al endurecerse las condiciones sociolaborales y resultar evidente para grupos poblacionales importantes que era muy difícil obtener un empleo (sea el primero para los jóvenes o el de reemplazo para los mayores).
En resumen, es probable que el número oficial esté subestimando el problema al menos por dos vías: por este aparente desaliento y, quizás, por un manejo no riguroso de la EPH.
PERSPECTIVAS
En este contexto, la perspectiva de este año 2015 es particularmente inquietante. La afirmación se sostiene al menos en dos elementos.
Por un lado en la continuidad (y, quizás, agudización) del estancamiento económico en que venimos desenvolviéndonos desde hace un par de años o más concretamente desde la asunción del segundo mandato de la Presidenta Cristina Kirchner. La decisión de fijar el tipo de cambio y sólo moverlo con extrema lentitud (muy por debajo de la variación media de los precios internos) sólo puede terminar expresándose en un mayor parate económico. Por lo tanto, la demanda laboral no podrá recuperar el dinamismo que tuvo a la salida de la crisis de 2002.
Al propio tiempo, y por factores parecidos, no hay perspectivas de dinamización por el lado de la inversión ni por el del comercio exterior. El intento oficial de favorecer un mayor consumo en estas condiciones, por supuesto, sólo puede agudizar los problemas pues sólo termina empujando la espiral inflacionaria.
En otras palabras, las acciones de inteligente aprovechamiento de rasgos coyunturales favorables (gran demanda externa de bienes primarios, alza inusitada de esos precios, grandes ingresos fiscales asociados con ello, entre otras) sin producir cambios estructurales en el funcionamiento económico nos resultaron útiles en la bonanza. Pero la mirada cortoplacista denota su falencia apenas cambian las circunstancias propicias.
Además la política oficial no parece orientada a procurar una transición política racional a fines de 2015 con lo cual tendremos probablemente un año más complicado económicamente y una acumulación de tensiones por ser resueltas por el próximo gobierno, cualquiera sea el signo del mismo y/o de los núcleos políticos que lo sustenten.

PRINCIPALES SECTORES AFECTADOS
En el contexto de insuficiencia estadística mencionado es extremadamente difícil aludir a sectores de actividad específicamente perjudicados en estas circunstancias. Se sabe que desde fines de 2011 una de las actividades más dinámicas en la última década, la construcción, ha sido fuertemente afectada. También se sabe que las manipulaciones con las divisas (en el otorgamiento de autorizaciones para importar, por ejemplo) han  perjudicado  a no pocas ramas industriales (cuya dinámica hace un bienio que está fuertemente afectada). A eso habría que agregar los impactos directos e indirectos sobre distintas producciones regionales de exportación que ven dificultada la colocación de sus productos como consecuencia de la combinación entre aumento de los costos internos y retraso del tipo de cambio.

POSIBLE EVOLUCION FUTURA
Las predicciones sobre los futuros índices son siempre complicadas. Más allá del número es previsible que se agudice la falta de trabajo y esto se traduzca en una mayor tasa de desocupación. Pero también puede agudizar el retraimiento de la oferta laboral lo cual puede aludir a una situación socioeconómica muy delicada aunque no se manifieste en ún índice de desempleo significativamente mayor.


EVOLUCION DEL SECTOR INDUSTRIAL
Acerca del tema industrial. Debe quedar claro que tanto en materia de producción y de valor agregado como de empleo, la pérdida relativa del sector industrial observada durante los años noventa NO FUE RECUPERADA. Hubo sí mayor nivel de actividad industrial y de empleo en el sector, pero a ritmos similares a los del conjunto de la economía. Por lo tanto no hay mayor participación en el producto ni en el empleo. Es más, los nuevos cálculos anunciados el año pasado por el ministerio de economía muestran una participación  industrial levemente contenida.
En cuanto al número de estalecimientos, es sabido que NO EXISTEN  registros exhaustivos ni de la industria ni del conjunto de la economía que permitan medir el número de establecimientos efectivamente existentes. Es común que anualmente “desaparezca” un número importante de unidades económicas en los más diversos rubros y también sean “creadas” muchas empresas de diverso tamaño. Es cierto que en los noventa hubo cierres de empresas y muchas de ellas “reabrieron” con la devaluación de 2002. Pero si el peso de la industria en la producción no cambió ni la proporción de asalariados industriales en el total de asalariados se modificó esto significa que los ciclos vividos no han producido una trnsformación.

SALARIO INDIRECTO
El impacto del salario indirecto es también de medición harto complicada. Si aludimos con ello a los servicios que el Estado brinda (o debería hacerlo) puede decirse que si bien hubo variaciones importantes en las erogaciones en distintos rubros (educación por ejemplo) los impactos en el mejoramiento de la calidad de vida de la población no son fácilmente percibidos. La calidad del servicio educativo, en promedio, es altamente deficitaria, contando o no contando las evaluaciones internacionales que en nuestro país tiene defensores y detractores.  El servicio de salud está cuestionado en casi todas las jurisdicciones. La seguridad y la justicia lo mismo. De manera que la apreciación al respecto requiere una combinación de enfoques y de datos para construir el panorama interpretativo.
Ahora si lo del salario indirecto refiere a otra cosa (por ejemplo el porcentaje de aportes y contribuciones sobre la nómina salarial) la cuestión es otra. Hay ue empezar por decir que uno de cada tres asalariados no está registrado y, por tanto, no es objeto ni de deducciones a su salario ni se hacen aportes para la seguridad social. Esto es parte insoslayable de una necesaria mirada integral desde el punto de vista de la política fiscal (es decir de ingresos y de aplicación de fondos estatales) que hace tiempo está pendiente.

DESAFIOS A FUTURO

Creo que los principales desafíos pasan, por un lado, por la recuperación del crecimiento económico, en virtud de que la demanda de trabajadores es una variable dependiente del nivel de actividad. Asimismo y no siendo una tarea sencilla (en especial porque no se la encaró en los años recientes en que tuvimos alto crecimiento económico), debe encararse una estrategia que conjugue las metas macroeconómicas y las sociales a través de un diseño que contribuya al necesario incremento de la productividad  media de la economía. Ese incremento puede quedar totalmente en manos de los empresarios o asignarse en parte a ellos y en parte al sector laboral.  Se ha hablado muchas veces de acuerdos o pactos sociales pero nunca se planteó el tema en estos términos. De hacerse así, habrá más chances de construir un escenario en el que pueda facilitarse la recuperación de aquellos sectores de asalariados que se hayan visto afectados negativamente en sus ingresos. Parece una tarea imposible pero resulta imprescindible.

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