Ofreci´a una Revista escribir un artículo con mi perspectiva sobre la situación aclarando que no iba a ser por cierto benévola con la mirada oficial. Entregué el texto hacia fin de año. Un mes después pregunté si había novedades y me dijeron que la evaluación estaba llevando más tiempo, Finalmente fui informado que la Revista "no lo iba a publicar por razones editoriales".
El texto era extenso. Pero había un párrafo que viene muy a cuento en este momento:
Más
recientemente, el cada vez más complicado panorama en materia energética quiso
afrontarse con una acción que (aunque argumentalmente débil) fue acompañada en
el Parlamento por la mayor parte de las fuerzas políticas: la “nacionalización”
de YPF. Los casi dos años transcurridos mostraron a la empresa YPF (que produce
sólo un tercio de los hidrocarburos aunque atiende una alta proporción del
mercado doméstico) necesitando auxilio tecnológico y financiero. Si primero se
“nacionaliza” y luego se convoca a empresas internacionales (imputadas, además,
de pésimo manejo ambiental) y adicionalmente se dispone la indemnización,
aparentemente holgada, de los titulares anteriores, no resulta para nada
entendible ni el motivo, ni la oportunidad ni la forma en que se actuó en abril
de 2012. Por lo menos se trataría de incapacidad para gestionar aspectos
esenciales de la responsabilidad estatal.
Los desatinos en
esta materia tornaron un superávit energético en divisas de varios miles de
millones de dólares en un déficit de cuantía superior, lo cual generó una
brecha en pocos años del orden de los trece mil millones de dólares, entre
aquel superávit y el actual déficit. Esto es parte de las erogaciones que
componen la enorme cuantía de los subsidios económicos.
La
derivación de todo esto podría ser muy perniciosa. El panorama que se presenta
ante la sociedad incluye argumentos socializadores trastrocados en sus opuestos
sin otro soporte que el cambio de la decisión misma, actuación estatal carente
de la eficiencia y eficacia necesarias, así como alto grado de sospecha de que
los motivos de la gestión se encuentran más cerca de los mezquinos intereses
personales que de los loables intereses colectivos. No es insensato pensar que el resultado en la conciencia y en el humor
de la ciudadanía sea el de rechazar cualquier acción futura de control estatal
efectivo. Ese sería una de los legados más perversos que dejaría la actual
gestión gubernamental.
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