No alcanza con un buen termómetro, pero hace falta
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Algunos han repetido sobremanera que la gestión estatal requiere buena y oportuna información. De allí que haya sido vista con buenos ojos la tarea de restaurar la generación de estadísticas públicas, en particular en la institución rectora del Sistema Estadístico Nacional: el Indec.
La tarea es inmensa y parece bien encaminada. Los huecos que aún se perciben no son pocos y no sabemos si podrán ser cubiertos de manera adecuada, en particular si se abordara la necesaria tarea de reconstrucción de series valiosas.
En el caso del empleo y de los ingresos laborales, todavía no sabemos si los rediseños de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) efectuados en 2013 –justificados en los resultados del Censo de Población de 2010– son técnicamente correctos y adecuados. En simultáneo, la proximidad del próximo Censo de Población y Viviendas agrega tensión y ansiedad a los interrogantes.
Entretanto, los interesados siguen haciendo uso de la información originada en la AFIP a partir de los aportes y contribuciones al sistema de seguridad social y que procesa el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Ese ministerio había dejado de utilizar como fuente principal a la EPH por las dudas que produjo su manipulación. Sus organismos técnicos y de estudios concentraron su atención en la información sobre empleo registrado. Estas tabulaciones, sin embargo, dejan fuera del plano de observación a un tercio de los asalariados y a más de la mitad de los no asalariados.
El registro incluye casi diez millones de trabajadores en relación de dependencia (privados, públicos o domésticos) y unos dos millones de no asalariados. La diferencia hasta alcanzar el total de ocupados (estimados en más de 18 millones) corresponde a quienes se desempeñan al margen de las normas legales que deben proteger el trabajo de las personas sea cual fuera su inserción en el proceso productivo.
Se puede tener la mirada optimista e imaginar que en breve dispondremos de la información adecuada para diagnosticar mejor la situación sociolaboral. A la información algo difusa del período 2012-2015 agregaríamos mayor precisión sobre el desempeño del empleo en 2016. Seguramente corroboraremos que su primera mitad fue extremadamente dura para los trabajadores con pérdida efectiva de fuentes de trabajo y que en la segunda mitad empezó a revertirse tanto la situación referida al número de personas como los ingresos obtenidos.
Con todo, el saldo del año para los asalariados privados fue negativo en número de personas y la recuperación de los ingresos hacia fines del año no alcanzó para cubrir la pérdida de consumo de la primera mitad. Todo esto surge de la información a la que se le suele dar el nombre de “en blanco”. No se dispone de elementos referidos a ese tercio o más de miembros del mercado de trabajo que se desempeñan fuera de los marcos protectorios correspondientes. Nos aproximaremos a ello cuando tengamos cubierto al menos un ciclo anual de la EPH y apenas aseguremos que la totalidad de los datos que de ella se derivan tienen la certeza y confiabilidad que adquirieron en décadas pasadas.
Pero de lo que no habría dudas es de que la mayor precisión del “termómetro” sólo mejorará nuestro conocimiento sobre la magnitud de la tarea que la sociedad argentina tiene por delante. Incumbe a las autoridades gubernamentales, a los dirigentes de las diversas fuerzas políticas, a las organizaciones de los empresarios, a las dirigencias gremiales y a los variados grupos sociales sentarse a dialogar poniendo sobre la mesa de discusión la mejor información posible y haciendo uso leal de la mejor referencia disponible.
Una de las perversidades mayores que derivaron de la década de destrucción de las estadísticas públicas es la que se observa en los intercambios en los que cada partícipe asienta su argumentación en datos de origen a veces incierto y por lo general sin preocupación por verificar su propia coherencia interna o desconociendo el fundamento de informaciones alternativas. No debería estar lejano el día en el que, por ejemplo, la discusión respecto de un sector de asalariados transite por la fijación de un horizonte de recuperación de la capacidad de compra de los ingresos pero no haya discrepancia sobre la cuantía del eventual deterioro. O mejor aún, que se discuta sobre un sendero de mejoramiento del salario real lo que sólo puede hacerse con información fehaciente, confiable y oportuna.
Recién allí empieza el verdadero debate.
La tarea es inmensa y parece bien encaminada. Los huecos que aún se perciben no son pocos y no sabemos si podrán ser cubiertos de manera adecuada, en particular si se abordara la necesaria tarea de reconstrucción de series valiosas.
En el caso del empleo y de los ingresos laborales, todavía no sabemos si los rediseños de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) efectuados en 2013 –justificados en los resultados del Censo de Población de 2010– son técnicamente correctos y adecuados. En simultáneo, la proximidad del próximo Censo de Población y Viviendas agrega tensión y ansiedad a los interrogantes.
Entretanto, los interesados siguen haciendo uso de la información originada en la AFIP a partir de los aportes y contribuciones al sistema de seguridad social y que procesa el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Ese ministerio había dejado de utilizar como fuente principal a la EPH por las dudas que produjo su manipulación. Sus organismos técnicos y de estudios concentraron su atención en la información sobre empleo registrado. Estas tabulaciones, sin embargo, dejan fuera del plano de observación a un tercio de los asalariados y a más de la mitad de los no asalariados.
El registro incluye casi diez millones de trabajadores en relación de dependencia (privados, públicos o domésticos) y unos dos millones de no asalariados. La diferencia hasta alcanzar el total de ocupados (estimados en más de 18 millones) corresponde a quienes se desempeñan al margen de las normas legales que deben proteger el trabajo de las personas sea cual fuera su inserción en el proceso productivo.
Se puede tener la mirada optimista e imaginar que en breve dispondremos de la información adecuada para diagnosticar mejor la situación sociolaboral. A la información algo difusa del período 2012-2015 agregaríamos mayor precisión sobre el desempeño del empleo en 2016. Seguramente corroboraremos que su primera mitad fue extremadamente dura para los trabajadores con pérdida efectiva de fuentes de trabajo y que en la segunda mitad empezó a revertirse tanto la situación referida al número de personas como los ingresos obtenidos.
Con todo, el saldo del año para los asalariados privados fue negativo en número de personas y la recuperación de los ingresos hacia fines del año no alcanzó para cubrir la pérdida de consumo de la primera mitad. Todo esto surge de la información a la que se le suele dar el nombre de “en blanco”. No se dispone de elementos referidos a ese tercio o más de miembros del mercado de trabajo que se desempeñan fuera de los marcos protectorios correspondientes. Nos aproximaremos a ello cuando tengamos cubierto al menos un ciclo anual de la EPH y apenas aseguremos que la totalidad de los datos que de ella se derivan tienen la certeza y confiabilidad que adquirieron en décadas pasadas.
Pero de lo que no habría dudas es de que la mayor precisión del “termómetro” sólo mejorará nuestro conocimiento sobre la magnitud de la tarea que la sociedad argentina tiene por delante. Incumbe a las autoridades gubernamentales, a los dirigentes de las diversas fuerzas políticas, a las organizaciones de los empresarios, a las dirigencias gremiales y a los variados grupos sociales sentarse a dialogar poniendo sobre la mesa de discusión la mejor información posible y haciendo uso leal de la mejor referencia disponible.
Una de las perversidades mayores que derivaron de la década de destrucción de las estadísticas públicas es la que se observa en los intercambios en los que cada partícipe asienta su argumentación en datos de origen a veces incierto y por lo general sin preocupación por verificar su propia coherencia interna o desconociendo el fundamento de informaciones alternativas. No debería estar lejano el día en el que, por ejemplo, la discusión respecto de un sector de asalariados transite por la fijación de un horizonte de recuperación de la capacidad de compra de los ingresos pero no haya discrepancia sobre la cuantía del eventual deterioro. O mejor aún, que se discuta sobre un sendero de mejoramiento del salario real lo que sólo puede hacerse con información fehaciente, confiable y oportuna.
Recién allí empieza el verdadero debate.
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