Columna aparecida en EL CRONISTA, 14-9-2020 (aquí se transcribe la versión completa)
Sabemos que el empleo tiene una fuerte dependencia del comportamiento de la economía. También entendemos la importancia de los acontecimientos en la región que enmarcan el desempeño económico y laboral. Ambas cosas son corroboradas por el reciente Panorama Laboral de OIT sobre América Latina
En efecto, hay
paralelismos que son concluyentes. Por ejemplo, el “boom” de creación de empleo
caracterizó a la primera década del siglo XXI tanto en el país como en América
Latina. Así como la disminución relativa del componente asalariado en la fuerza
laboral no pasó sólo en Argentina o sólo en el gobierno de Macri.
En materia de
crecimiento económico, la región tuvo peor desempeño que la media mundial tanto
en los noventa como después del decenio apuntalado por la fuerte demanda
internacional de productos exportables de la región. La estrepitosa caída de
América Latina luego de 2013 es similar a lo acontecido localmente (Panorama
Laboral 2019, OIT, Gráfico 1.13). Aquí desde 2012, en los años pares la “torta”
se achicó con la particularidad de que en 2019 siguió el descenso.
En materia salarial
también el desempeño resultó bastante similar: muy buena perfomance en la primera
década seguida de estancamiento y declinación de la capacidad de compra del
salario tanto en la región como en Argentina.
Naturalmente esta
información no puede tranquilizar nuestras inquietudes (por aquello de que el
mal compartido minimiza el propio) pero una vez más sirve para procurar una
interpretación realista y abarcadora de las dificultades que aquejan a nuestra
sociedad.
Qué sencillo sería todo
si sólo se tratara de la mala gestión de un gobierno. En primer término, si
hasta 2015 hubiésemos tenido una estructura productiva equilibrada, con
superávit fiscal y externo, sin inflación, con fuerte demanda de empleo, en
especial en el sector privado y productivo, con alta inversión, etc. la gestión
de Cambiemos por más errónea o perversa que haya sido no pudo haber producido
un cataclismo.
En segundo lugar, si
nos ubicamos en el escenario inmediatamente previo a la pandemia el deterioro
sociolaboral observable corresponde sustancialmente al último bienio pues hasta
comienzos de 2018, aunque algo enfermizo,
hubo crecimiento del empleo y una vuelta a los niveles de fines de 2015
en materia de salario real. La falta de dinamismo del empleo asalariado privado
no se detuvo, agravando el cuadro general. Y el mercado de trabajo creció en
volumen apoyado más en el empleo no asalariado o en base al empleo precario.
Una síntesis en materia
de puestos de trabajo se puede apreciar sobre la base de los promedios anuales
brindados por la Cuenta de Generación de Ingresos del INDEC pese a la
disparidad con que estos datos fueron presentados por el organismo estadístico.
El fuerte crecimiento
tanto del total como de los asalariados registrados se extendió hasta 2013 pero
con la particularidad de que en su etapa inicial fue mucho más intensa,
seguramente en relación con la circunstancia de corresponder con la etapa
inmediata a la salida de la convertibilidad con los cambios de precios
relativos, incluyendo la casi dilución del déficit fiscal y con el impulso al
sector externo proveniente de la recreación de la demanda externa dirigida a
nuestros productos.
En promedios anuales,
la creación de puestos hasta 2008 promedió más de 600.000 pero de allí a 2013
bajó a menos de la mitad (299000). El trienio siguiente volvió a bajar a la
mitad el total pero -a diferencia de los lapsos previos- también disminuyó el
peso de los asalariados registrados. Por último el promedio anual de 2016 a
2019 fue levemente superior en el total pero sostenido principalmente en el
componente no asalariado y en parte en los dependientes no registrados Los
asalariados registrados (que en los primeros años de esta serie nutrían casi el
90% de los nuevos puestos) apenas expresaron el 10% del total.
Esto corrobora varios
elementos que merecen resaltarse:
1.
Los puestos totales crecieron cada vez
más lentamente, con un leve repunte en el último trienio
2.
Los puestos asalariados registrados
declinaron más aún su ritmo de crecimiento aunque manteniendo el signo positivo
3.
Hasta 2013 había declinación de los
puestos precarios. De allí en más (de 2013 a 2019) hubo aumento de este
componente de forma pareja en torno de los 60000 anuales.
4.
El gran peso de los no asalariados en el
último trienio no sería malo en si mismo sólo que frente a la caída del
Producto se agotó la demanda de empleo asalariado.
5.
Todos estos cambios en la cuantía y
composición de la fuerza laboral han incidido notablemente en la dinámica de
los ingresos medios del sector del trabajo. De hecho la participación salarial
en el producto tuvo su mejor lapso entre 2013 y 2017 perdiendo varios puntos
porcentuales en el bienio último
Total de puestos de trabajo (miles) |
||||
|
2004-08 |
2008-13 |
2013-16 |
2016-19 |
Total |
628 |
299 |
166 |
225 |
Asalariados regist |
604 |
261 |
103 |
21 |
Asalariados no reg |
-62 |
-12 |
56 |
63 |
No asalariados |
86 |
50 |
6 |
142 |
Fuente:
Cuenta de Generación de Ingresos, INDEC. |
La industria
manufacturera quizás refleja con mucha intensidad todo este espasmódico
proceso. Entre 2004 y 2008 aumentó su dotación total en algo más de 300000 pero
de allí hasta 2013 solo creció un diez por ciento de esa magnitud (36000).
Posteriormente se estancó hasta 2016 y cayó en cien mil puestos en el período
2016-2019. Como en el agregado total, el componente de asalariados registrados fue el que soportó
con mayor crudeza la continua declinación
Sobre este panorama se
plantea en 2020, con toda su intensidad y dramatismo, la pandemia que se ha
venido cobrando tantas vidas en casi todo el mundo y que ha implicado un
inédito shock de oferta a escala planetaria.
En nuestro país, las
medidas sanitarias, relativamente precoces, no han evitado un desplome intenso
de la actividad económica con el correspondiente cierre de empresas, pérdida de
puestos y abrupta caída de los ingresos, sin que se haya detenido el proceso
inflacionario.
En este panorama, la
apropiada adopción de una política económica que interprete el proceso a través
del cual llegamos hasta aquí es condición indispensable para atisbar un
horizonte prometedor y esperanzado. No hay dudas que la opción salud y economía
–así planteada- es parcial e incompleta. Estamos a tiempo de enderezar el
rumbo, tirar por la borda los planteos mezquinos o sectoriales, sean de la
índole que sean, y proponer a la sociedad un horizonte y las medios para
alcanzarlos. En eso la responsabilidad central está en las autoridades. Ojalá
estén a la altura de tamaño desafío.
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