Debate
Mirar a través de la maraña estadística
Javier Lindenboim
A los ciudadanos comunes, como a los periodistas o a los académicos, les interesa tener una clara apreciación sobre lo que está aconteciendo aquí y ahora en distintos aspectos de la realidad social y económica. Sin embargo, la legítima aspiración no es de satisfacción sencilla.
En síntesis: a la escasa utilidad de las estadísticas públicas durante el período de su manipulación se sumó la ausencia forzada de datos decidida por la nueva gestión mientras se intentaba recomponer el sistema de captura, registro y compilación de la información a cargo del INDEC. En ese proceso, además, se introdujeron modificaciones de diversa índole que hacen más complicadas las comparaciones. Por último, y no poco importante, la aspiración por saber lo que pasa hoy choca con el natural rezago entre la captación y la puesta a disposición de la información. En los últimos días de mayo, por ejemplo, el último dato conocido de empleo registrado corresponde a febrero y el más reciente de la Encuesta Permanente de Hogares refiere al último trimestre del año anterior.
Más allá de esto, vastos sectores de opinión coinciden en que la situación social es, al menos, delicada. Los funcionarios tienden a aludir a ella como “somos conscientes de que una parte de los argentinos sufren padecimientos”. En contraste total, hay quienes hablan de una situación crítica poco menos que terminal. Hay quienes afirman que el quebranto en los ingresos del trabajo fue en 2016 de dos dígitos y quienes procuran mostrar una pérdida más modesta. Nadie se anima sin embargo- a negar la existencia de tal deterioro.
Si bien ha disminuido sensiblemente la argumentación, todavía hay quienes sostienen que se han perdido cerca de doscientos mil puestos de trabajo. Todavía se recuerda a voces caracterizadas que sostenían, un año atrás, que la pérdida de fuerza laboral era de varios centenares de miles. Tampoco falta quien parece afirmar que los puestos perdidos han sido ya recuperados.
Tales disparidades no derivan tan sólo ni principalmente de meras cuestiones de interpretación sino del uso de una diversidad de datos y de fuentes. Debemos reconocer que en medio de tal bruma es difícil reflexionar y más aún apuntar con tino hacia objetivos superadores en los temas más apremiantes. Un repaso de diversas fuentes oficiales arroja alguna información interesante.
Ocupación: Según la EPH, en la segunda mitad de 2016, sólo en los aglomerados relevados, la ocupación neta aumentó en algo más de 100 mil puestos. Poco más de 60 mil fueron nuevos asalariados pero menos de la mitad de éstos fueron trabajos protegidos.
Si se quiere comparar el cuarto trimestre de 2016 con igual lapso anterior no se dispone de la información de 2015. Remontándonos a 2014 (salvando el hecho de que la nueva Encuesta está efectuada por nuevos equipos, con ajustes metodológicos y nuevos diseños) el contraste bienal arroja un incremento de 200 mil empleos nuevos, el doble del mostrado en el semestre reciente. Pero con una composición muy distinta. Aquí el predominio (70%) es de los no asalariados y el aumento de asalariados es debido a un alza importante de protegidos con caída de precarios.
Los registros de Trabajo muestran que entre julio y febrero el empleo asalariado (privado, público y doméstico) aumentó en 85 mil puestos y casi 70 mil de no asalariados. Compensa el deterioro de la primera etapa de 2016 a nivel agregado pero no para los privados.
Ingresos: La Cuenta de Generación de Ingresos del INDEC compila por ramas y sectores la ocupación y sus ingresos. Los ingresos reales en los últimos años (entre 2012 y 2016) se movieron en un rango acotado. Sólo en 2012 y 2015 mejoraron (entre 2 y 2,7%) mientras que en 2013, 2014 y, por supuesto, 2016 cayeron. Lo llamativo es, primero, que la pérdida real de ingresos del año último fue similar a la de 2013. Y, segundo, que su cuantía no alcanzó a 2 puntos. La diferencia con las evoluciones visibles a partir de la información de los segundos o terceros trimestres sugiere que el importante deterioro de los ingresos salariales de la primera parte del año se fue atemperando de manera significativa.
Un modo de apreciar el impacto de los recursos monetarios en las familias es a través del indicador del promedio de ingresos de sus miembros. A la salida de la crisis de 2001, la mejoría de este indicador fue más intensa que la de los ingresos laborales y personales en virtud, entre otras razones, de la multiplicación de miembros que lograban ingresar al mercado de trabajo y, por tanto, mejoraban los ingresos del núcleo familiar.
Salvando los problemas resultantes de la distorsión estadística (índices de precios de varias provincias para cubrir el período 2007 a 2015) se puede reconstruir en base a la misma EPH el proceso vivido en un trimestre dado, a lo largo de los últimos doce años. Resulta de interés que comparando los segundos o terceros trimestres la situación de 2016 está por debajo de 2011, 2012 o 2013 pero al hacerlo con los cuartos trimestres el de 2016 es el que lleva ventaja. También aquí se aprecia cierta evolución positiva para los ingresos familiares en el último dentro de una situación difícil, incluso entre los de menores ingresos.
La celeridad con que se recompongan las estadísticas y recuperen su credibilidad contribuirán seguramente a mitigar la confusión y auxiliar a la sociedad y a las autoridades a encontrar soluciones apropiadas. Claro que las decisiones que importan son las de naturaleza política pero el punto de partida -siempre- debe ser el adecuado conocimiento de la realidad sobre la que se procura intervenir.
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