Radiografía de la precariedad laboral actual
Un tercio de los asalariados no están cubiertos por las normas legales. Ese es un dato. Entre los no asalariados, no están registrados alrededor del 60%. Este también es un dato aunque su estimación puede arrojar dudas.
Si el total de ocupados en la actualidad está en torno de los 18 millones, los porcentajes mencionados resultarían en algo más de 9 millones de asalariados registrados, casi 4,5 millones de dependientes no protegidos (precarios) y cerca de 5 millones de no asalariados de los cuales la mitad o más tampoco están registrados.
Las recurrentes medidas que han venido siendo propuestas para afrontar esta situación laboral, en particular para el empleo en relación de dependencia, han girado por -por lo general- en torno de aligerar el componente empresarial de los aportes y contribuciones que se destinan al sistema de protección social basado en el mercado de trabajo. El argumento común es que "el salario indirecto" es una parte demasiado importante para ser soportado por los empresarios, al menos para los de menor porte.
Es sabido que desde hace tiempo las empresas mayores se han desprendido de partes de sus procesos productivos o de porciones de su propia actividad en dirección a unidades medianas o aún pequeñas. De ese modo las primeras dejan en manos de las segundas la tarea de lidiar con el sector laboral. En ese marco las PyMEs apelan a diversos modos de achicamiento de sus costos entre los cuales está el componente salarial. Así, el empleo no registrado se encuentra proporcionalmente más difundido en ese tipo de unidad productiva con lo cual el diagnóstico habitual sentencia: las PyMEs son las que proporcionan mayor volumen ocupacional pero, al mismo tiempo, son las que contienen mayor proporción de trabajo desprotegido o precario (o "en negro").
Si bien el esquema analítico aparece como correcto, un repaso de los datos nos indican que, dentro del empleo urbano, casi el 40% corresponde a dos actividades que no necesariamente son representativas del patrón expuesto: el Servicio Doméstico y la Construcción. Un 30% adicional es agregado por el Comercio (más Restaurantes y hoteles) y la Industria. Si a estas ramas de actividad le agregamos el Transporte ya explicamos ¡el 75%! del universo de asalariados precarios.
Todos estos datos surgen de la Encuesta Permanente de Hogares que expresa una parte importante del universo urbano el cual, a su vez representa al 90% de la población total de Argentina. De tal modo podemos tomar sus resultados como una buena aproximación global.
Pero una cosa es el peso que tienen las diversas ramas en el total de empleo precario y otra distinta es la estructura del empleo asalariado (protegido o precario) en cada una de esas ramas. En este último sentido es destacable el hecho de que a posteriori de la crisis de 2001 (cuando todos los indicadores sociolaborales empeoraron para el sector del trabajo) el incremento del empleo tuvo un sesgo favorable a la protección de los trabajadores por lo cual se bajó de un pico de 43% al actual 33% de asalariados precarios a lo largo de estos quince años. El cambio más importante, sin embargo, se obtuvo en los primeros años dado que en 2008 ya estábamos en el 35% no pudiendo desde entonces variar demasiado.
Por cierto, las distintas ramas -dentro de un desempeño general favorable (en el sentido de la disminución de la precariedad laboral de los asalariados)- tuvieron comportamientos especiales. Aquí nos detenemos, por un lado, en la industria y sus subramas y, por el otro, en los sectores con mayor peso del trabajo llamado "en negro".
Bajo el supuesto de que la información proporcionada por la EPH es un buen reflejo de la situación de cada sector de actividad se pueden apreciar algunos comportamientos típicos. Por empezar, el servicio doméstico ha sido (y lo sigue siendo) el componente líder en materia de desprotección aunque también lo fue en materia de mejoría pasando del 95% al 73%.
La construcción que acompaña a la anterior en el podio de la desprotección mejoró sensiblemente hasta 2007 inclusive siguiendo luego un período de estabilidad y mostrando una sensible mejoría en 2012. Desde allí ha venido aumentando de manera intensa pasando del 60% en 2012 al 70% en 2016.
El comercio también tuvo una mejora significativa en los primeros años posteriores a la crisis (la precariedad bajó del 55 al 40%). Desde entonces casi no se registró cambio en la desprotección disminuyendo dos puntos porcentuales en los últimos ocho años. La rama de Restaurantes y hoteles, por su parte, tiene un valor inicial similar al del comercio y declina de modo similar hasta 2009. Desde entonces muestra crecimiento con oscilaciones, a veces significativas, terminando en 2016 en torno del 48%.
Un capítulo aparte merece la actividad industrial y sus componentes. El agregado de la industria mejora la protección de sus asalariados de modo claro: pasa del 44 al 27%. La rama alimenticia es la que más se asemeja al conjunto.
Los textiles tienen una tendencia positiva pero con niveles sensiblemente mayores de precariedad que el resto. Probablemente la rama merezca un análisis específico y un tratamiento singular habida cuenta de la multiplicidad de pequeñas unidades y de la expresión de preocupación de muchas de ellas respecto de la competencia externa. No debe ser el trabajo asalariado, sin duda, el que pague el costo por la insuficiente competitividad local. El tan mentado mercado interno, además, es el que termina pagando precios superiores a los de otros países.
En resumen, parece que el fenómeno de la falta de protección para una porción significativa de la fuerza laboral requiere análisis más detallados y búsquedas de potenciales soluciones que trasciendan las habituales centradas, casi siempre, en el recorte de los costes empresarios.
La externalización ejercida por las empresas mayores, el retraso en materia de productividad global y sectorial (incluyendo la del propio Estado), la falta de apego al cumplimiento de las normas -por ejemplo las impositivas-, entre otros, son elementos que no pueden estar ajenos a la hora de abordar la desprotección del trabajo asalariado. En este tema también es preciso mejorar el diagnóstico y consecuentemente avanzar en la búsqueda de mejores tratamientos.
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