Estadísticas socio económicas en Argentina.
Toma de
conciencia y reconstrucción institucional
Javier
Lindenboim
Director del
CEPED-UBA e Investigador del CONICET
Las estadísticas públicas y el derecho a la información
En cualquier
país las estadísticas públicas conforman un agregado no arbitrario. Son, o
tienden a ser, un verdadero sistema. En Argentina, el INDEC es nada menos que
la cabeza del Sistema Estadístico Nacional (SEN). Pero más allá de lo
institucional, lo importante es que se trata de datos e indicadores con un
importante grado de interconexión.
Las estadísticas
de carácter socio económico se sustentan en los datos que libre y
colaborativamente proporciona la población, ya sea en sus casas (ante los
censos de población o encuestas a hogares) o en las unidades económicas, al
cumplimentar los diversos tipos de registros o al responder a relevamientos
generales o sectoriales. En este sentido, indudablemente, la construcción de la
“conciencia estadística” en la sociedad es una labor cultural de primera
importancia que recae de manera preponderante en el organismo o conjunto de
organismos que tienen tal cometido específico. De manera que además de la
excelencia y solvencia de tales entidades, se hace necesario tejer un vínculo
de confianza y respeto recíprocos entre los institutos estadísticos y la
población en general. Como toda construcción social se trata de una tarea de
largo aliento que requiere mucho esfuerzo, mucha perseverancia y una
preocupación específica por evitar cualquier tipo de circunstancia que atente
contra esa vinculación.
Por lo común,
dichas estadísticas tienden a configurar un entramado de alta densidad en un
doble sentido. Es decir, casi ningún indicador tiene significado por sí sólo ni
puede generarse al margen del resto.
El derecho a la
información incluye, en primerísimo lugar, el acceso al conocimiento
circunstanciado de la realidad económica, social, institucional, etc. debido a
(o vinculado con) la acción estatal. Y, por ello, más allá de otras
consideraciones pertinentes, debe hacerse valer el cumplimiento de este
derecho. Quizás no tiene tanta prensa, pero es igualmente un derecho humano
esencial. Distinto del derecho a la alimentación y a la salud, pero igualmente
básico.
A lo largo del
siglo XX, la producción estatal de estadísticas en Argentina fue evolucionando
al ritmo de fenómenos contradictorios, a tal punto que visualizar la línea
tendencial de los cambios habidos resulta una tarea nada sencilla. [1]
Sin lugar a
dudas, toda sociedad necesita disponer en tiempo y forma de un conjunto de
informaciones que permitan delinear y poner en práctica acciones en los más
diversos campos (salud, educación, vivienda, política económica, distribución
del ingreso, etc.) y, por supuesto, evaluar sus resultados. El Estado no puede
gestionar ni gestionarse sin esa información y es, al mismo tiempo, el
principal responsable de su producción con los mayores estándares (posibles) de
calidad.
Es sabido que la
destrucción del sistema estadístico nacional esparció su carga letal sobre
múltiples áreas de la gestión estatal. Casi no hubo rubro o repartición en la
que la información necesaria no haya sido distorsionada, manipulada, ocultada o
directamente suprimida. Los índices de pobreza fueron un claro ejemplo de esto
último (“no hay que difundirlos porque son estigmatizantes” justificó el ex
ministro de Economía Kicillof en marzo de 2015).
En el último
bienio, Argentina enfrenta una tarea múltiple: en primer lugar, reconstruir
técnicamente al instituto que está al frente del Sistema Estadístico Nacional
(es decir al INDEC) y restablecer el ritmo y calidad de su producción; además
-lo que es quizás más laborioso- recuperar la credibilidad tanto de los
usuarios como de la población que es el sustrato y el núcleo de su actividad.
Las encuestas a hogares y la población representada en la región
metropolitana
Una de las
debilidades –no exclusivas del sistema estadístico- radica en la ausencia de
información precisa y adecuadamente desarrollada a través del tiempo de ciertas
partes constitutivas del territorio nacional. En particular, el área que ha
recibido denominaciones tales como Area Metropolitana, Región Metropolitana,
Gran Buenos Aires o similares.
Es sabido que
las compilaciones de los datos de población proporcionadas por los censos no
necesariamente han sido comparables en el tiempo. También es sabido que, aún
lograda la comparabilidad entre censos, la información poblacional o la que
alude a la participación económica de la población (actividad, empleo,
desempleo, etc.) proveniente de los censos no ha sido coherente con la obtenida
de la fuente típica para estas variables como es la Encuesta Permanente de
Hogares (EPH).
No hace mucho tiempo,
se supo que luego de realizado el Censo de Población en 2010 se hicieron
ajustes en la cuantificación de la población que se toma como referencia para
la publicación de los resultados tanto de la Encuesta Permanente de Hogares
(EPH) como la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU)[2].
Debido a esto se hizo necesario que los usuarios[3]
revisaran los resultados del último censo y los cotejaran con los de los censos
precedentes. No está de más aclarar que las encuestas a hogares suelen tomar,
después de cada operativo censal, la nueva cartografía y utilizar los resultados
que pueden modificar los parámetros correspondientes de cada área encuestada.
En los documentos respectivos
del INDEC[4] se
proporcionan elementos de juicio de los que se deduce que las proyecciones de
población utilizadas durante la primera década del siglo XXI contenían errores.[5]
Principalmente estos serían de subestimación de la población en general (total
y urbana) y, en especial, de la referida a los aglomerados relevados por la
EPH.
Con las
proyecciones de población que se venían utilizando, el total de habitantes
representados por los aglomerados incluidos en la EPH aumentaba a razón de 1%
anual tanto en los años noventa como en la primera década del siglo actual. El
Informe de Prensa del tercer trimestre de 2013, antes de la introducción de los
cambios, la población de los 31 aglomerados era de 25,6 millones y la ocupación
de 11 millones. Un año más tarde, como consecuencia de la modificación
establecida, la población se incrementó en alrededor del 4%, alcanzando los 26,6 millones y la
ocupación pese al descenso de la tasa de actividad se mantuvo en los 11
millones. Una pregunta surge de inmediato: ¿qué explica tamaño ajuste de la
población de referencia?
Algo parecido se había producido en relación con la
población de referencia del total urbano nacional requerido por la EAHU. Aquí
la “corrección” se llevó a cabo en la edición 2013 respecto de la precedente.[6]
La población total y urbana de Argentina: datos e interrogantes
En virtud de esto,
hemos consultado los registros disponibles en el INDEC sobre población censada
y proyectada y hallamos elementos no siempre fáciles de compatibilizar.
Por un lado, las
proyecciones oficiales preexistentes arrojaban para 2010 una cifra de población
total y de población urbana muy próximas a las encontradas en el operativo
censal. Según documentos del INDEC y de CELADE[7]
posteriores al Censo de 2001, la proyección para 2010 era de 40.5 millones y de
37.7 para la población total y urbana, respectivamente. El Censo de 2010, por su parte, determinó que
la población total era de 40,1 millones[8] y
la urbana de 36,5 millones. De manera que no había elementos valederos para
producir ajustes de significación en los volúmenes de referencia. En todo caso
no se encontró más población que la prevista sino menos.
Donde sea que se
encuentre la certidumbre acerca del comportamiento demográfico reciente en
Argentina vale indicar algunos de los resultados que arrojan los datos del
último censo. La tendencia declinante se revierte sólo en Chubut, Gran Buenos
Aires, Mendoza y Resto de la Provincia de Buenos Aires. Pero sólo en GBA la
tasa del último decenio supera a la los años ochenta.
En primer lugar destaca
el hecho de que parece haberse revertido la declinación del ritmo de aumento
poblacional. Se había llegado a fines del siglo XX –en el orden nacional- a una
tasa anual cercana a la de los países más desarrollados (1%) y se habría
recuperado una o dos décimas. Caben al menos dos opciones. Una, que el
relevamiento anterior hubiese subestimado de manera particular el volumen
poblacional del país y por ello ahora “parece” haber aumentado el ritmo de
crecimiento poblacional. Dos, se habrían producido o bien cambios marcados en
el comportamiento de la población interna y/o se habrían incrementado
sensiblemente los flujos migratorios.
Hasta tanto dispongamos
de la respuesta adecuada debe atenderse al siguiente hecho: los datos ilustran
que apenas algo menos que un tercio de las jurisdicciones muestran tal
reversión (algunas muy tenuemente, como Mendoza y Santa Fe) y otras, como las
patagónicas, con mayor intensidad (con recuperación del ritmo de crecimiento de
varias décadas atrás). Pero es muy llamativo el comportamiento del Gran Buenos
Aires) que parece haber crecido a ritmos que desvirtúan por completo la tendencia
observada en el último medio siglo.
Si se toma sólo la
población urbana ocurre lo mismo en materia provincial, excepto que se agrega la
provincia de Santa Fe, son las mismas jurisdicciones en las que se da una
reversión similar en el componente urbano[9] de
su población según se detalla en el cuadro siguiente.
Argentina.
Población urbana no homogeneizada.
Crecimiento
anual intercensal (%)
Tasas de crecimiento
anuales intercensales
|
|||||
1960 - 1970
|
1970 - 1980
|
1980 - 1991
|
1991 - 2001
|
2001-2010
|
|
Chubut
|
5,02%
|
4,71%
|
3,69%
|
1,58%
|
2,58%
|
Gran Buenos Aires
|
2,23%
|
1,67%
|
1,19%
|
0,61%
|
1,36%
|
Mendoza
|
2,46%
|
2,33%
|
2,76%
|
1,25%
|
1,30%
|
Buenos Aires
|
1,91%
|
1,88%
|
1,59%
|
0,99%
|
1,16%
|
Río Negro
|
5,62%
|
5,63%
|
3,72%
|
1,35%
|
1,98%
|
Santa Cruz
|
8,56%
|
4,47%
|
3,68%
|
2,50%
|
3,75%
|
Totales
|
2,33%
|
2,29%
|
1,94%
|
1,26%
|
1,33%
|
Fuente:
Elaboración en base a los Censos Nacionales de Población
Es posible pensar que
en uno o varios aglomerados la “mancha urbana” o la densidad se haya modificado
significativamente. Pero si la referencia de los censos indica que la
proyección de población urbana y el relevamiento coinciden a nivel nacional,
eso sólo es compatible con un aumento de población en algunos aglomerados a
costa de otros o bien en un importante incremento de la tasa de urbanización.
Si se observa la
secuencia de incremento anual acumulativo en los lapsos intercensales desde
1960, encontramos -en la población total- una tendencia en descenso[10] y
una leve variación positiva reciente, cuya justificación es aún incierta.
Variación
de la población total y urbana de Argentina y Gran Bs As (%)
Población Total
|
Población urbana
|
GBA
|
||
No homog
|
Homog
|
|||
1960-1970
|
1,56
|
2,38
|
2.22
|
2,23
|
1970-1980
|
1,81
|
2,30
|
2.22
|
1,67
|
1980-1991
|
1,47
|
1,94
|
1.88
|
1,19
|
1991-2001
|
1,00
|
1,26
|
1.20
|
0,61
|
2001-2010
|
1,15
|
1,32
|
1.29
|
1.36
|
Fuente:
Elaboración
propia sobre la base de los Censos de Población.
Para los datos de
población urbana de esos mismos censos hay que considerar, alternativamente,
los valores no homogeneizados y los que efectivamente pueden ser comparados. En
estos dos casos los valores se comportan de modo similar sólo que su descenso es
más intenso y por tanto su aparente reversión reciente (1.3 % anual entre 2001
y 2010) resulta llamativa.
Como consecuencia de
todo esto, la participación de la población urbana en el total fue creciendo
desde un 73% en 1960 hasta alcanzar un 90% en 2001. Tan alto índice de
urbanización es difícil que siga aumentando a gran ritmo. De tal modo, en 2010
se agrega sólo un punto porcentual, llegando a un índice de urbanización del
91% en el país.
De tal manera, aun
aceptando que la población haya recuperado algo de dinamismo, estos números
hablan de una reversión leve a nivel agregado. Pero lo que resulta más
intrigante es que –como se indicó más arriba- los valores proyectados para 2010
no eran menores que los que el Censo registró sino levemente superiores. De
este modo no parece que nos encontremos ante indicios de cambios rotundos en el
último lapso intercensal que justifiquen ajustes al alza de la población tomada
como referencia. Se hace hincapié en la falta de cambios significativos pues
las modificaciones en el universo EPH se han hecho sobre la base de la
enunciada variación de la dinámica poblacional.
Un caso singular: el Gran Buenos Aires
Donde es más llamativo
el comportamiento es en el área metropolitana de Buenos Aires. En los últimos
períodos intercensales el ritmo de aumento de la población del GBA fue
sensiblemente menor que el total urbano nacional al punto que entre 1991 y 2001
su ritmo fue la mitad (0,61% anual acumulativo frente al 1,20% del país). Lo
extraño ha sido que en la primera década del siglo actual, el GBA habría
crecido –anualmente- casi una décima más que el total urbano del país,
modificando una tendencia de casi medio siglo. Se revierte así la pérdida de
peso relativo del área metropolitana en el contexto nacional que se advertía en
las últimas décadas.
Como se ve en el cuadro
que sigue, el GBA, según los datos censales, venía perdiendo peso relativo en
la población total del país desde 1970, cuando alcanzó el pico de su
importancia relativa. En cambio, respecto del total de población urbana el
descenso es visible desde 1960. Esta evidencia hace más llamativa la reversión
en ambas variables, aunque sea leve.[11]
Peso
relativo del Gran Buenos Aires
|
||
en la población total
|
en la población urbana
|
|
1960
|
33,8%
|
46,1%
|
1970
|
36,2%
|
45,6%
|
1980
|
35,8%
|
43,0%
|
1991
|
34,7%
|
39,7%
|
2001
|
33,2%
|
37,1%
|
2010
|
33,9%
|
37,2%
|
Fuente:
Elaboración
propia sobre la base de los Censos de Población.
Tópicos pendientes y reflexión final
Una rápida
enumeración sobre aspectos a considerar como consecuencia de la aplicación
directa de las reestimaciones poblacionales a partir del Censo de 2010 –quedando
en deuda para otra ocasión- incluye:
·
Verificación
de los cambios que se habrían operado sobre la estructura etárea de la
población según los cuales los adultos mayores no serían tantos como se preveía
y los menores de 14 años serían más que los que se calculaba. Entre otros
efectos redundarían en variación en la cobertura del sistema de protección en
ambos grupos de edad (jubilaciones y AUH)
·
Los
posibles cambios en la composición por edad podrían alterar las tendencias
observadas sobre participación económica de la población
·
Al
acrecentamiento no necesariamente justificable de la población de referencia de
los aglomerados de la Encuesta Permanente de Hogares realizado en 2013 se
agregó un nuevo grupo de modificaciones en 2016: en este caso se reforzó el
incremento poblacional del Area Metropolitana y se dio marcha atrás en la casi
totalidad del agregado poblacional en las aglomeraciones restantes.
En Argentina se
ha bautizado a ciertos períodos decenales con denominaciones particulares:
década infame a los años treinta o década perdida (no sólo en nuestro país) a
los años ochenta. El período iniciado en enero de 2007 bien podría recibir el
nombre de década de la pérdida del derecho a la información estadística.
Las autoridades
que asumieron en INDEC hace dos años tuvieron importantes logros al reconstruir
buena parte de su cometido apuntando también a la recuperación de la
credibilidad. Pero la tarea es inmensa. Y ello ocurre al tiempo que la
institución se apresta a celebrar su medio siglo de existencia. No sólo la
comunidad académica debe sentirse comprometida en el éxito de la tarea sino que
el mundo de la política y la sociedad toda deberían dar muestras de apoyo efectivo.
Una expresión de ello, quizás, sería discontinuar la tarea del grupo
parlamentario que –aún hoy- sigue divulgando un índice de precios (el índice
“congreso”) que nació justamente en el marco de la anterior etapa destructiva
de las estadísticas. Seguramente sería un buen aporte a la necesaria
reconstrucción estadística e institucional.
[1] Un
detalle de lo acontecido en la materia puede encontrarse en “estadísticas y
estadistas: una relación difícil”
[2] Para quien no está familiarizado
digamos que las primeras Encuestas de Empleo y Desempleo datan de la década del
sesenta y la versión actual desde 1974.
Desde entonces la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) se hacía dos
veces al año a lo largo de un mes en cada ocasión. A partir de 2003 pasó a
realizarse de manera continua a lo largo de todo el año. Actualmente se levanta
en 31 aglomerados urbanos abarcando a un total de 18000 hogares en cada trimestre.
En cambio, la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) se realiza en esas áreas
urbanas y en otras dentro del amplio espectro de localidades del país con menor
dimensión poblacional. Su relevamiento se inició en el tercer trimestre de 2010
y se repite anualmente. Al momento de lanzarse representaba unos 36 millones de
habitantes de los cuales aproximadamente dos tercios correspondían a los
aglomerados cubiertos por la EPH. Según el Censo de 2010, sólo el 9% se
localizaba en ámbitos rurales.
[3]
Sean estos investigadores,
dirigentes sociales, económicos o políticos y, principalmente, los propios
funcionarios oficiales que tienen a cargo diversas áreas de gestión estatal.
[5] La afirmación, sin embargo, llama
la atención pues el ritmo de cambio de la población total no se ha alterado
desde la posguerra (http://www.indec.mecon.gov.ar/nivel2_default.asp?seccion=P&id_tema=2)
[6] La variación interanual de la
población urbana de la EAHU fue de magnitud llamativamente irregular.
[7] INDEC,
2004; CELADE, 2005
[8] En INDEC, Estimaciones y proyecciones de población
2010-2040, Serie Análisis Demográfico N° 35, noviembre 2013, se indica que si
bien el Censo relevó ese número de habitantes habría que adicionar 2% como
consecuencia de la corrección por “evaluación demográfica”. Sin embargo todas
las publicaciones censales toman como referencia la magnitud poblacional
relevada, a lo cual nos referimos aquí
[9]
Los datos urbanos tal como
fueron captados en cada censo son llamados aquí no homogeneizados. En cambio, el resultado del esfuerzo por hacer
comparable el contenido de cada elemento del sistema urbano es el de los datos homogeneizados.
[11] De haberse verificado tal
modificación entonces deben reemplazarse los factores de expansión de los datos
absolutos provistos por los aglomerados EPH, tanto a nivel urbano como a nivel
del total del país para estimar los valores de las distintas variables a nivel
nacional.
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